



Nos hicieron creer que el empoderamiento significa poder hacerlo todo, pero nunca nos dijeron el precio que tendríamos que pagar por ello. La idea de la “supermujer” nos ha llevado a abarcar múltiples roles sin detenernos a cuestionar si realmente podemos con todo o lo queremos, lo que nos lleva a quemarnos y caer en el temido burnout.
Nos exigimos ser exitosas en los negocios, estar presentes para nuestras familias, ser parejas atentas, mantenernos en forma, dormir bien, meditar, manifestar, leer, viajar y, además, sonreír mientras lo hacemos.
¿Te suena familiar? El problema es que esta exigencia no es externa, es autoimpuesta. Nos convertimos en nuestras propias jefas explotadoras. Como emprendedoras, decidimos nuestra carga laboral, pero nos resulta imposible poner límites, nos autoexigimos de manera inhumana y el burnout es la factura que llega inevitablemente.
El pasado 12 de marzo se celebró el Victoria Fest 2025, una jornada de capacitación y networking que reunió a cientos de emprendedoras en el Parque Bicentenario, en la Ciudad de México. Se abordaron temas de negocios, como finanzas, Inteligencia Artificial, empresas con propósito y también buena parte del evento se enfocó a ayudarnos a conectar con nuestra energía femenina.
De la misma manera, el evento contó con un Mercado de Emprendedoras, donde más de 35 marcas expusieron sus productos.
Una de los panels que me cautivó fue La era del burnout. En él participaron Mar Talanquer, coach de Expansión, Romina Sacre, autora de Lo sensibles no nos quita lo chingonas y host del podcast Sensibles y Chingonas, y fue moderado por Mariana Martínez, cofundadora y creadora de Creando Talento.
“Antes nos quemaban en la hoguera, ahora nos quemamos solas”, Romina Sacre, autora de Lo sensibles no nos quita lo chingonas y host del podcast Sensibles y Chingonas
El burnout no es solo cansancio, es la incapacidad de disfrutar, la desmotivación total y la sensación de que todo esfuerzo es insuficiente. Tiene que ver con el perfeccionistmo, la incapacidad de sentir y procesar tus emociones y cuando tienes una acumulación de estrés no procesado.
“Yo veía mi calendario y decía: claro que en esta media hora puedo hacer otra cosa. Claro que puedo despertarme a las cinco de la mañana y ser la mejor empresaria, la mejor novia y estar en la boda de la prima de mi pareja”. Con estas palabras, Romina Sacre describió su propia trampa de autoexigencia. Nos hemos convertido en ejecutoras incansables, donde cada espacio vacío en la agenda es una oportunidad para hacer más.
Otro ejemplo claro es el que compartió Mar Talanquer: “Nos vendieron la idea de que podemos hacerlo todo, y como sí podemos, sentimos que tenemos que hacerlo. Pero eso tiene un costo muy alto”. Este costo no es solo físico, sino emocional y mental. Nos sometemos a una presión constante de cumplir con todo y con todos, dejando para después nuestro bienestar.
La autoexigencia no ocurre de la noche a la mañana, sino que se va construyendo a lo largo del tiempo con creencias arraigadas:
“Yo me di cuenta de que me estaba llevando a mi propio límite cuando fantaseé con desmayarme solo para tener una excusa para detenerme”, confesó Romina. Este es un reflejo de hasta dónde podemos llegar cuando no sabemos parar.
Si nos hemos llevado al burnout, también podemos salir de él. Pero la solución no está en “organizar mejor tu tiempo” ni en “encontrar balance” (porque ese balance no existe). Se trata de reapropiarnos de nuestro bienestar con estrategias reales:
Emprender no debería ser sinónimo de agotamiento perpetuo. Podemos construir negocios sin destruirnos en el intento. Pero para eso, primero hay que dejar de romantizar la autoexplotación disfrazada de empoderamiento. Como concluyó Mar Talanquer: “Baja de la cabeza al cuerpo. Piensa menos y siente más. Ahí está la verdadera libertad”.