No hay momentos mágicos en un proceso creativo. Para hacer las cosas de una manera distinta y lograr que éstas generen valor a tu negocio, se requiere de un pensamiento estructurado, perseverancia y aprender a fracasar.
Atrás quedó el mito de que para ser alguien creativo se necesita ser un genio o nacer con una habilidad especial. Todos podemos tener grandes ideas, pero para que generen valor a tu negocio, necesitas ponerlas en práctica y diferenciarte de aquello que está haciendo tu competencia. Es lo que marca la diferencia entre los negocios exitosos y los que se ven obligados a bajar su cortina luego de algunos meses de operación.
Rodolfo Martínez sostiene que la mayoría de la gente reconoce que tiene que implementar algo nuevo en su negocio, el problema es que no sabe cómo poner en práctica esa idea que le genere valor. Por esa razón fundo hace 14 años RedBox un despacho con un proceso patentado en innovación.
A finales de la década de 1990 Rodolfo trabajaba en Sabritas, donde participaba en el desarrollo del proceso de innovación interna de la compañía. Ahí se dio cuenta de que en México este tema cobraría relevancia y de que no existía una metodología bien diseñada para desarrollarla. “Se hablaba mucho de ingeniería de procesos, aunque no de innovación y lo que significa para los negocios”, comenta.
Y es que de lo que se trata es de poner en marcha una idea que traiga un valor de vuelta a tu organización. Esto puede ir desde el desarrollo de un nuevo producto o servicio, mejorar un proceso, llegar a otros mercados o hacer algo para incrementar tu ticket de consumo, explica Rodolfo.
Es a lo que llamamos innovación, dice el experto; sin embargo, “es el final del camino”, acota. “Para llegar ahí hay una etapa previa y creativa que es cuando generas muchas ideas, seleccionas una y la implementas hasta que regresa el valor. De lo contrario, hablamos solamente de ideas”.
Un proceso continuo
Al respecto, Nathalie Colette Plouin Arredondo, directora de carrera de la licenciatura en Creación y Desarrollo de Empresas del Tecnológico de Monterrey, campus Estado de México, considera que en los negocios es muy importante desarrollar el proceso creativo. “De él depende la supervivencia que va a tener en el mercado una organización”, señala. Y añade que es indispensable que se lleve a cabo en toda etapa de la vida de una empresa.
Así, en el arranque es necesario para crear una propuesta innovadora para los clientes. Una vez consolidado el negocio, es fundamental seguir al pendiente de los cambios en el entorno y continuar generando ventajas competitivas en la oferta para mantenerse vigente en el mercado, dice la académica.
Por su parte, Edgar Muñoz, director y cofundador de Emaly, agencia de relaciones públicas e innovación, comenta que en algunas ocasiones los procesos de creación o de innovación dentro de las organizaciones son precisamente la respuesta a los momentos de crisis e incertidumbre.
Sin embargo, sostiene, “todo negocio debería innovar para poder eficientar o mejorar algún producto o servicio, y/o también para incursionar en un nuevo mercado que le permita anticiparse y adaptarse a las demandas de los usuarios y, por supuesto, para continuar con la competitividad”.
Por ello, es esencial que las empresas sean conscientes y mejoren constantemente el vínculo que tienen con sus fuentes de información, de conocimiento y de tecnologías, entre otras. Los especialistas coinciden: se trata de un proceso continuo, y para que éste se desarrolle, es preciso fomentar la creatividad a todos los niveles dentro de una organización. “No tenemos que ser grandes genios para ser creativos, sino saber identificar nuevas oportunidades creando híbridos de lo que ya existe o mejorar aquello que hay en el merca- do”, agrega Plouin.
En este sentido, el británico Kevin Ashton, considerado el padre del Internet de las cosas (IoT, por las siglas en inglés de Internet of Things ) y autor del libro How to Fly a Horse ( Cómo volar un caballo; 2015) señala que la manera de ser exitoso creando no es teniendo una gran idea, sino encontrando pequeños problemas e ir resolviéndolos poco a poco. “Uno y luego el otro. Se trata de ir paso a paso. Así es como suceden las cosas extraordinarias: como resultado de pasos muy ordinarios”, opina.
Un proceso estructurado
Para llegar a estos resultados, se requiere de disciplina y seguir un método estructurado, que Rodolfo y su socio, Carlos Álvarez, han esquematizado en tres etapas muy claras: 1) inspiración, para generar las ideas; 2) creatividad, que es darle forma a esas ideas y sacarlas de la cabeza para generar posibilidades o soluciones; 3) innovación, es decir, hacer que las cosas sucedan y obtener un valor de regreso por esas ideas. ¿Cómo? Haciendo algo mejor o de manera diferente que los demás.
Mas completar el primer paso tiene su chiste. Para inspirarse hay que buscar nueva información o referencias. “La razón por la que no se me ocurren nuevas ideas es porque siempre estoy jugando con la misma información. No puedo pretender hacer un caldo de un sabor diferente si uso siempre los mismos ingredientes. Para que el caldo me sepa distinto, le debo meter cosas nuevas y lo mismo pasa con las ideas, necesito antes buscar nuevas referencias”, explica.
Rodolfo comenta lo anterior al criticar la manera en que la gente se encierra en un cuarto para ver qué se le ocurre. Y claro, dice, “no se nos ocurre nada, sino lo mismo de siempre” porque no se sigue una metodología, no se observa el entorno ni se interactúa con personas que se desarrollan en disciplinas complementarias a las tuyas.
Para lograrlo, afirma, debes entender muy bien a tu consumidor, a tu categoría y a otras categorías que le están hablando a tu consumidor. Además, comprender tendencias, antropologías y, cuando la hagas, poner esa información sobre la mesa para revisarla. “Es así como las ideas comienzan a despegar, porque se conectan con tu información” y entonces empiezas a generar posibilidades, es decir, comienza el proceso creativo.
Pero ojo, esta búsqueda de inspiración no debe ceñirse a una investigación de mercado.
Ésta solamente toma en cuenta una de las dimensiones. “La gente quiere generar ideas nuevas sólo conociendo a su consumidor y eso no es suficiente, tiene que saber también qué está pasando en la industria para no repetirse y hacer una investigación de varias fuentes”, advierte el fundador de RedBox.
Creatividad
El segundo paso rumbo a la innovación es la creatividad, cuando ese input lo sumas a tu experiencia y lo conviertes en posibilidades. Para lograrlo, dice Rodolfo, “no necesitas habilidades especiales, sino disciplina y ser estructurado para ponerte tiempos y metas, porque si no, no pasan las cosas”, sostiene. En este sentido, Ashton es enfático: “no hay momentos mágicos en la creación, ni trucos, atajos o epifanías; tienes que trabajar y poner en marcha tus ideas”.
Debes estar consciente de que éstas pueden no funcionar a la primera. Por eso tienes que desarrollar tu capacidad de fracaso y usarla hasta que tu idea dé resultado. A los emprendedores, el experto británico les dice: “si cuentas con una gran idea no es momento de tratar de venderla, sino de realizarla. Inténtalo una y otra vez, incluso 100 veces, y trabaja en ella hasta que funcione”.
Por ello Rodolfo insiste en que la característica más importante de una persona innovadora no tiene nada que ver con su IQ o su inteligencia, sino con su persistencia. Pero no es lo único, advierte cada uno por su parte: la creación y la innovación no son un acto solitario. Surgen de una cadena de reacciones a las que contribuyen muchas personas. Incluso, aquellas que no son de tu sector.
Ante esto, el fundador de RedBox sugiere fomentar el trabajo en lugares en los que se pueda dar la colaboración. “No necesitas crear espacios con componentes de alto diseño, porque esos son elementos exógenos, que sin embargo no hacen daño. Sino aquellos en los que no tengas distracciones, puedas estar concentrado y donde además se promueva que la gente choque, es decir, interactúe e intercambie ideas. Es decir, crear lugares que te permitan tener la información vigente y rebotarla con otros”.
Esto es lo que precisamente lo llevó a invertir en Cavendish Café, una cafetería ubicada al lado de sus oficinas de Santa Fe, al poniente de la Ciudad de México, y que busca este tipo de interacciones.
Plouin, del Tecnológico de Monterrey, coincide en que todas las personas pueden ser creativas e innovar. También invita a quien dirige una organización a buscar que se genere el proceso creativo entre sus colaboradores evitando la crítica per se. “El hecho de que no se pongan en marcha todas las ideas que se generan en una empresa no quiere decir que sean malas, porque pueden inspirar a otros y generar una mejora”, comenta.
Innovación
Para que realmente se esté innovando, alerta Rodolfo, tiene que haber un valor de regreso con la ejecución de tus ideas. Y para darte cuenta que lo estás obteniendo, los resultados deben ser medibles. Por eso, explica que en los proyectos que encabeza establece indicadores muy específicos, como puede ser la inclusión de cierto producto en un nuevo mercado en un periodo determinado, o el reenfoque de un proyecto.
“Tenemos el compromiso de entregar resultados a medida que el cliente los necesita”, dice. Es así como ha logrado trabajar con más de 60 marcas en 12 países y lo mejor es que el 90% de los clientes de RedBox llegan por referencias.
Aunque de acuerdo con un estudio que realizó su agencia, las medianas y grandes empresas mexicanas invierten solamente entre 1% y 2% de sus ventas en procesos de innovación, que es tangible en tres o cuatro años, Rodolfo considera que México va en el camino a ser un país innovador. Esto, calcula, se verá reflejado en unos cinco años.
Para lograrlo, debemos de ser capaces de meterle muchos detalles a nuestras propuestas. Además, dice que es indispensable que las ideas no sólo sean sobre crecimiento, sino sobre cambio. Siendo más precisos: “si quieres vender cinco manzanas en vez de cuatro, busca también ayudar a la comunidad que las produce e inspira a otros a ser mejores”.
Rodolfo quiere ayudar a que México entienda bien el proceso de innovación y, a pesar de reconocer que en el país ésta se mide por el número de patentes que tiene registradas, sugiere crear un nivel de conversación en el que las empresas, individuos y gobiernos entiendan que la innovación se puede medir a partir del valor que generan. Esto puede ser desde incrementar una venta anual. “Si nos fuéramos por los estándares, ejemplos como los de Uber no podrían ser considerados como innovación”, concluye.
HACIA UNA ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO
Fabiola Campos, del Programa de Patentamiento IMPI-Fumec-Nafin,
y César Rojo, de la coordinación de Propiedad Intelectual del mismo programa, reconocen que México se encuentra en un periodo de transición hacia una economía basada en el conocimiento. “Cada vez se busca más cómo incentivar la creatividad e innovación en las empresas. Aunque es cierto que lento, ha ido cambiando la perspectiva. También hay incentivos y diversos programas que apoyan el patentamiento”. Desde el año 2011 a la fecha se han registrado entre 20 y 25 patentes por año. “Las ideas y ocurrencias no son patentables. Tienen que estar en un producto tangible y se vuelven innovación cuando llegan al mercado y logran sus fines comercia- les”, advierten los expertos. Algunos ejemplos de empresas innovadoras en México que han patentado sus innovaciones con el apoyo de Fumec son las siguientes:
- IDZ Technologies. Control de herramientas y gestión de activos con tecnología RFID.
- Agro Operadora de Silos y Bodegas. Ozono para fumigar granos y alimentos almacenados.
- Lumed. Telemedicina para democratizar el acceso a los servicios de salud.
- Bea Transit Technologies. Soluciones para facilitar el transporte de pasajeros.