



Mucho se ha hablado de una nueva economía, de olvidar los modelos antiguos o de encontrar una nueva forma de hacer las cosas. Esto porque muchos de los problemas de la actualidad –cambio climático, inequidad, sobre explotación de los recursos– se le han atribuido al capitalismo y en especial a las empresas.
La pandemia solo expuso aún más todas estas problemáticas encendiendo la conversación sobre los modelos económicos que los causaron y sobre si el sistema de consumismo bajo el cual hemos vivido es la causa de muchas de las problemáticas sociales que hoy nos toca enfrentar.
Pero, así como las empresas son parte de la causa, también son una parte importante de la solución de los problemas sociales que enfrentamos. Al menos así lo creemos quienes hemos apostado a un nuevo modelo económico en el cual las empresas tienen un rol clave para la creación no sólo de valor económico sino también de valor social.
Desde ganadores del premio nobel como Muhammad Yunus, que promueve el capitalismo social, hasta expertos en negocios y académicos como Michael Porter creen que desde las mismas empresas y aprovechando los mismos mecanismos del capitalismo –leyes del mercado, capital privado, escalabilidad, competitividad, etc.– se pueden resolver las problemáticas sociales.
Esta visión se ha venido desarrollando desde hace varios años en los que se ha concebido un nuevo tipo de empresas que no sólo buscan generar riqueza, sino que también han priorizado generar bienestar, a las que se les conoce como empresas sociales.
Esta visión contradice muchos discursos sobre la maldad de las empresas, el abuso del poder, la explotación de las personas y los recursos naturales, el desinterés por el medio ambiente y la descomposición social que pueden crear. Y no es que no existan empresas así, pero hay muchas que han decidido cambiar las formas de hacer las cosas.
En muchos países se ha puesto a prueba el modelo que promueve las empresas sociales, apostando a una nueva economía, gracias a la creación de un marco jurídico regulatorio que defina tanto la figura legal como la reglamentación para que puedan operar y sobre todo prosperar. Tan solo en América Latina Colombia, Ecuador y Perú ya cuentan con una ley de empresas sociales y en Argentina, Chile y Uruguay ya se está discutiendo en los congresos.
Pero en México hasta el momento no hay discusiones ni propuestas “formales” para una ley de empresas sociales, aunque sí existen empresas que, por sus actividades y no por su forma legal, se han definido como sociales. Las mismas han tenido que operar sorteando los aspectos legales y fiscales como cada una de ellas ha considerado y lo que ha impactado la forma en que generan ingresos o bien de conseguir financiamiento.
Esto ha limitado su crecimiento al no contar con leyes que faciliten su operación y brinden beneficios para continuar generando impacto o para atraer el capital adecuado. Estas leyes, que deberían contemplar desde la figura legal, así como la reglamentación sobre su operación e incentivos o beneficios fiscales, son el primer paso para movernos a una nueva economía.
Hasta el día de hoy se han tenido muchas mesas de trabajo y de dialogo tanto con actores políticos como con algunas autoridades para impulsar la ley. Desde hace varios años la Asociación de Emprendedores de México (ASEM) incluyó la ley de empresas sociales dentro de su Emprendecálogo, el compendio de propuestas de ley necesarias para impulsar el emprendimiento en México.
Con el Emprendecálogo y gracias a un trabajo constante con la “bancada emprendedora” conformada por 10 senadores de distintos partidos, se han logrado avanzar varias leyes como la “ley de creación de empresas en un día” o la “ley de reemprendimiento”. Sin embargo, aún están pendientes al menos seis propuestas de leyes entre las que se encuentra la ley de empresas sociales.
A su vez, la Alianza por la Inversión de Impacto formada por un grupo de organizaciones y empresas a favor de promover las inversiones éticas y sustentables, también ha llevado a cabo esfuerzos para identificar oportunidades de creación de políticas públicas que fomenten la inversión de impacto para no sólo asegurar un crecimiento de las empresas sociales en México sino también para atraer los capitales extranjeros que buscan inversiones éticas y sustentables al país.
De igual manera Sistema B México, se ha dado a la tarea de promover la ley de empresas sociales en la región y asesorar a gobiernos para que pueda ver la luz del día. En particular su herramienta de certificación ha sido un referente para medir el impacto positivo de las empresas.
Y este año la Secretaria General de Iberoamérica con el apoyo del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo y el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (IDRC) de Canadá así como actores relevantes del ecosistema de emprendimiento social han trabajado y presentado una de las investigaciones más completas sobre el tema titulada “Las empresas con propósito y la regulación del cuarto sector en Iberoamérica” que sin duda será un parteaguas para trazar el camino a seguir para lograr tener una Ley de Empresas Sociales en México.
Como lo mencione al principio mucho se ha discutido recientemente sobre una nueva economía, pero es algo que ya se viene construyendo desde hace varios años en el país.
En 2020 se llevó a cabo un esfuerzo para realizar un censo de empresas sociales, en las cuales se identificaron 305 empresas sociales, aunque hubo cerca de 1,000 empresas que participaron reconociéndose como empresa social. También podemos considerar como una buena señal el crecimiento de las empresas B certificadas en México, las cuales han ido en aumento año con año y hoy en día se acercan al centenar.
México ha visto un crecimiento de programas y estudios relacionados con el emprendimiento social y las empresas sociales, con incubadoras, aceleradoras, fondos de inversión que durante los últimos 10 años han apostado a esta nueva forma de hacer negocios, de crear empresas, de impactar positivamente el mundo.
Gracias a ello hoy las empresas sociales en México han logrado impactar a más de un millón de personas con acceso a servicios básicos y de calidad, aumento de ingresos, construcciones de vivienda, disminución del impacto al medio ambiente, a la vez que han generado cerca de 100 mil empleos directos y atraído más de mil millones de pesos en inversiones.
El potencial de generar empresas de rápido crecimiento, que además de crear valor económico también generen valor social y contribuyan con ello a la solución de las problemáticas sociales en México es enorme. Y el país está en una coyuntura de factores sociales y económicos propicia para que pueda avanzar una ley de empresas sociales.
Lo importante de que exista en México un marco jurídico y una regulación sobre las empresas sociales no sólo servirá para que las que ya están operando puedan ser más eficientes y crecer, sino también para que las empresas existentes o nuevas empresas puedan considerar tomar el camino para convertirse en empresas sociales y ayudar al impulso de una nueva economía.