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21-02-2022, 11:00:00 AM

La oficina virtual del CEO que era un ‘dictador’

Desde que asumió la dirección, este CEO fue criticado, tanto por sus resultados económicos como por su inflexibilidad, pero eso cambiaría.

El nuevo CEO incluso callaría a los que lo llamaban ‘dictadorzuelo’.
El nuevo CEO incluso callaría a los que lo llamaban ‘dictadorzuelo’. © Depositphotos.com

Vaya que soy un tipo disruptivo —pensaba en sus adentros el poderoso director general en el 2021 cuando decidió cerrar las oficinas físicas. Nunca innovó en absolutamente ningún aspecto relevante de la empresa. Pero ante el encierro, aun con miedo e incertidumbre, fue iluminado por alguna inteligencia superior, probablemente extranjera, y se dio cuenta que el futuro era 100% virtual gracias a Zoom. Se dio cuenta que era mucho más productivo y que en general era más fácil controlar sus asuntos.  Asumió que probablemente sería criticado por algunos, como siempre, pero que él daría paso a un cambio nunca visto en 40 años de existencia de la firma. Un cisma. Su momento estelar. Era claramente la tendencia mundial que solo unos cuantos vislumbraban; así se lo hacían ver sus pares de Europa. Los socios, al final, serían convencidos de tan determinante y atrevido acto al mostrarles las bondades financieras de hacerlo: renta, luz, servicios, gastos y más gastos ahorrados en un santiamén.

Desde que asumió la dirección, fue criticado, tanto por sus resultados económicos como por su inflexibilidad y falta de ideas novedosas, pero eso cambiaría. Era su momento de cambiarlo todo. Incluso acallaría a los que lo llamaban “dictadorzuelo” por despedir a los que no le gustaban. Estaba tan seguro de que su decisión era la adecuada, que lo sometería a la opinión de toda los colaboradores. Esto fue gracias a un sueño revelador que tuvo: una encuesta de satisfacción en línea.

Instruyo a recursos humanos para que preguntaran si la gente “estaba feliz” trabajando desde casa. La respuesta fue rotunda: el 96% de los mil colaboradores contestaron que sí. Claro que había comentarios sobre la incomodidad que producían el niño llorando en plena junta, el marido neurótico, los perros del vecino… pero la gente expresó que ya se había acostumbrado y que ahora prefería el “home office” por todas las bondades que representaba. Al recibir los resultados, graficados, el CEO dio varias vueltas con la mano en la barbilla, y al final sonrió como hace mucho no lo hacía: con éxito.

Había subido quince kilos y se había dejado la barba, las canas ya no le importaban ni su otrora distintiva vanidad. Ya no tenía que posar en fotos para entrevistas o presentarse ante clientes importantes, por lo que ya no le importaba ser tan pulcro. El CEO se puso un saco y una camisa sin corbata, y grabó el importante anuncio en la oficina que estaba a punto de desocupar. Era un edificio hermoso, en un lugar privilegiado cerca de un pequeño bosque en la ciudad más importante del país. Quedó vacío en unos cuantos días.

Hoy, enero del año 2023, las cosas no van bien. La empresa se contrajo en un 50% pero no solo es un tema de ingresos; la gente ha estado renunciando masivamente. En importantes juntas que el CEO tiene con pares de Europa, otros directores le comentan que la situación se presentó de manera semejante para ellos en 2022. Se le llamo por los expertos el resignation syndrome.

Preocupado, y con más humildad que la que acostumbraba, el CEO le pidió una junta al antiguo CEO Fundador: un hombre mayor que en su momento invirtió fuertemente en tecnología, talento humano, y que incluso había instalado a la firma en el flamante edificio que abandonaron. El antiguo CEO aceptó la reunión, pero lo citó en el campo de golf. El nuevo no sabía jugar, pero de igual forma asistió ante la desesperación de pedir un consejo. El antiguo se conservaba en forma mientras el nuevo, sudoroso, pedía tregua tanto de su ridículo como jugador como de la demanda física de caminar en el hermoso circuito. Finalmente, en el hoyo 19, el nuevo CEO expresó su problema: El mal desempeño financiero se la adjudicaba a las políticas populistas del presidente en turno, con la respectiva culpa a la economía mundial… y el tema de “fuga de personal”, como le llamaba él, lo adjudicaba a una tendencia… mundial también.

El antiguo CEO lo escuchó atentamente, era un tipo sabio pero un tanto burlón / Imagen: Depositphotos.com

El antiguo CEO lo escuchó atentamente, era un tipo sabio pero un tanto burlón. Sonrió de la forma que el nuevo siempre odió e hizo una pausa que le pareció eterna.

Finalmente, con una mirada penetrante y seria, le dijo:

—La culpa es toda tuya.

El nuevo se puso pálido. No esperaba escuchar eso. El antiguo continuó:

—En nuestro país la economía nunca ha estado bien, pero por 30 años crecimos porque apostábamos al talento y a las mentes, no a las “tendencias”. Tú te dedicaste a despedir a los que pensaban diferente a ti, a los que amaban su trabajo y daban lo mejor. En tu círculo interno, te quedaste con corifeos miedosos, y por eso eres menos rentable. Ahora bien… la gente que ahora se va, es en mucho, porque no tiene oficina.

—Pero yo les pregunté en una encuesta en línea. Dijeron que estaban contentos. ¡Además es la tendencia con internet, por Dios! Esas ideas son cosas del pasado —espetó el nuevo con un aire de superioridad tecnológica.

— A la gente no se le “encuesta”, se le observa y se le escucha activamente. Si tú le preguntas a alguien si es racista, te va a decir que no. Que, si discrimina a mujeres, igual te dirá que no. Que si es homofóbico, que si es violento, que si es lo que sea… dirá que no. Pero sus acciones hablan, siempre. La gente dirá que no, pero… necesita ver rostros, juntas de trabajo absurdas, saludar la mano sudada, encontrarse a alguien en el baño llorando, y cualquier otra manifestación humana que se te pueda ocurrir que solo pasa cuando reúnes a personas en un lugar. Como el liderazgo… por ejemplo —el antiguo fijó su mirada en él… como si quisiera enviarle un mensaje telepático, y continuó:

 —A ti que te gustan las tendencias… te apuesto que pronto las empresas volverán a tener oficinas —aspiró su cigarro electrónico, y sonrío de lado.

—Justo tuve una junta con Londres y están pensando en ello, quiero adelantarme y en nuestro país hacerlo. Las oficinas que teníamos ya no están disponibles, pero ya pedí a RH que busque una oficina —balbuceó el nuevo, con el rostro amarillo de coraje y cierta vergüenza.

—¡Que innovador! —finalizó el antiguo director, tras sonreír burlonamente y tomar un largo sorbo de whiskey.

Si les hubiera preguntado a las personas lo que querían, me habrían contestado que un caballo más rápido”.

Henry Ford

Home Office liderazgo manejo de personal
autor Especialista en persuasión, comunicación y mercadotecnia para empresas y personalidades. Graduado como LAE y maestro en mercadotecnia del Tec de Monterrey. Es catedrático en maestría de El Colegio de Imagen Pública y autor bestseller de El Libro Negro de la Persuasión, La Estrategia del Principito y Piensa Fuera de la Caja.