No es descabellado pensar que el próximo Silicon Valley podría estar en México, ya sea en Guadalajara, Querétaro o en la capital del país.
Cada vez son más los empresarios y empresas que apuestan por México para catapultar industrias que son punta de lanza del desarrollo tecnológico mundial. Recientemente sonó en medios de comunicación la llegada a Guadalajara de la empresa de inteligencia artificial del pionero de Silicon Valley, Thomas Siebel, con miras a reclutar ingenieros y científicos de datos en un centro de desarrollo que se incorpora al sector de tecnologías de la información, que avanza a pasos agigantados en el occidente mexicano.
Lo interesante de la noticia es que no es un caso aislado. La inversión de capital de riesgo en México está alcanzando niveles extraordinarios: en 2021, de acuerdo con información de Transactional Track Record, hubo un aumento de 294% en este tipo de inversión en startups en relación con el año anterior. Esto coincide con crecimientos en industrias como fintech, inteligencia artificial y tecnologías de la información.
Por ello, no es descabellado pensar que el próximo Silicon Valley de Latam podría estar en México, ya sea en Guadalajara, Querétaro o en la capital del país. Esto por supuesto que puede traer consigo grandes beneficios, pero también requerirá de esfuerzos mayúsculos para lograrlo.
Silicon Valley en México: Innovación y desarrollo
En su libro Industrial Development in Mexico (Routledge, 2019), el investigador regiomontano Walid Tijerina retrata con precisión los esfuerzos que se necesitaron para que Aguascalientes, Monterrey y Querétaro se transformaran en clústers industriales de alto calibre. Se requirió tiempo y planeación, además de trabajo conjunto entre Gobierno e iniciativa privada.
Sin embargo, el tamaño de la misión fue sólo equiparable al tamaño de sus frutos. Puesto que trajo consigo espirales positivas de innovación y desarrollo. En la medida que el ecosistema era el ideal para privilegiar el avance tecnológico -tanto de empresas nacionales como internacionales-, se consolidaron espacios de intercambio y colaboración al interior de las industrias que encallaron posteriormente en la implementación de ideas altamente creativas.
Goteo y derrama
Algo fundamental de este tipo de articulaciones industriales es que terminan por generar un goteo y derramas económicas para más sectores de la sociedad. Mediante la generación de empleos y la llegada de tecnologías habilitadoras, poco a poco otras empresas pueden florecer aprovechando el apalancamiento que ofrecen estos clústers.
Además, conforme más empresas de un ramo en expansión se aglomeran en una región, se va requiriendo de más talento, mejor preparado, lo que ofrece una oportunidad para que las instituciones educativas aledañas fortalezcan su oferta.
Un Silicon Valley mexicano bien podría generar estas espirales positivas en las que emprendedores puedan aprovechar el contexto para explotar su creatividad, encaucen sus ideas y colaboren para solucionar los problemas de la región. La conjunción de talento, industria e innovación podría llevar a México a ser un referente a nivel mundial.
¿Qué nos falta?
En buena medida falta apoyar con más ahínco los impulsos iniciales de los emprendedores. Que tengan acceso a financiamiento múltiple y flexible. Incentivar todas las formas de financiamiento es vital para que las nuevas propuestas no mueran en los primeros años de vida.
Aunado a esto los espacios de acompañamiento y networking son clave para que entre emprendedores puedan impulsarse y apoyarse, con base en su experiencia y conocimientos porque, ¿quién conoce mejor a un emprendedor que otro emprendedor?
El próximo Silicon Valley bien puede estar en México. Pero si algo se puede aprender de la historia y de los casos de éxito anteriores, es que se necesita colaboración, innovación, creatividad y, sobre todo, fuentes de financiamiento. ¿Será el país capaz de acompañar a las empresas en ciernes en su camino a una transformación enorme? Los elementos están puestos para que así sea.