



La mayoría de los adultos deseamos tener experiencias que nos otorguen el éxito, es decir, que nos hagan sentir competentes, inteligentes y efectivos. Nos sentimos empoderados cuando tenemos el control de ciertas situaciones y respondemos con las habilidades necesarias para lograr lo que nos proponemos. Por ello, es importante seguir fortaleciendo este sentido de logro y éxito.
A través del éxito y del sentido de logro se incrementa el nivel de autoconfianza y satisfacción de vida. El éxito que realmente nos conduce a la felicidad, aumenta nuestro bienestar y nos ayuda a lograr nuestro “flourishing”, es el que tiene que ver con nuestra autenticidad.
La autenticidad tiene que ver con qué tan alineados están nuestros comportamientos, con nuestros valores, y con la manera en la que diseñamos nuestra vida alrededor de las cosas que son importantes para nosotros.
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Generalmente el éxito es el resultado de una estrategia personal y profesional bien reflexionada. Para crear dicha estrategia hay que tener una visión auténtica sobre el futuro deseado y elegir con cuidado las metas que nos servirán para llegar al camino del éxito. Tener metas bien planteadas nos puede impulsar a lograr algo extraordinario y conseguir nuestro desarrollo a mediano y largo plazo.
Más del 70% de las personas en todo el mundo han experimentado el síndrome del impostor en algún momento de sus vidas, de acuerdo con el International Journal of Behavioral Science. Aunque este fenómeno afecta más a las mujeres que a los hombres a nivel profesional.
El síndrome del impostor es un fenómeno psicológico por el cual, personas exitosas tienen la sensación de no ser merecedoras de sus logros y se sienten un fraude o un impostor; a pesar de tener logros y éxitos evidentes, se genera una persistente sensación de no merecer el reconocimiento o el éxito obtenido.
Quienes experimentan este síndrome tienden a atribuir sus logros a la suerte o a factores externos, minimizando sus propias habilidades y capacidades. Es más común que las mujeres padezcan este síndrome que los hombres, debido a los estereotipos de género. A lo largo de la historia a las mujeres se les han dado roles de género relacionados con la crianza y las labores domésticas, y por ello con frecuencia se les considera poco aptas para tener puestos de alto rango, como ser directoras o gerentes en grandes empresas o incluso ser jefas de estado o de gobierno.
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En contextos laborales, los estereotipos de género son muy comunes, ya que se asocian ciertas habilidades o roles a un género específico. Si una mujer se encuentra en un campo profesional en el que se espera que haya hombres, es común que se cuestione su valía y sufra del síndrome del impostor al dudar de sus habilidades y de su experiencia.
Actualmente se sabe que la gente exitosa no es necesariamente aquella que tiene un IQ más alto, o que tiene talentos determinados; sino quienes llevan a cabo una estrategia para fortalecer su sentido de logro y éxito, es decir, quienes se esfuerzan para mantenerse enfocados en su estrategia.
La doctora Heidi Grant-Halvorson, experta en motivación y éxito, considerada una de las pensadoras con mayor influencia global, da algunos consejos y hábitos que ayudan a desarrollar el éxito:
Todos podemos conseguir nuestras metas, pero para ello debemos concentrarnos en construir nuestros hábitos y en desarrollar sistemas que nos mantengan enfocados hasta alcanzar nuestros objetivos.