Si a mí me preguntan, el siglo XXI empezó en 1995, cuando Toy Story llegó a las salas de cine.
“Este verano… no te pierdas… la película que trata sobre el vacío existencial que precede a un proceso de cambio paradigmático que pone de manifiesto una probable amenaza en el orden jerárquico en una organización secreta”. Suena… ¿Divertido?
Y sin embargo, lo fue.
Si bien la revolución tecnológica que inició en los ochentas ya había logrado excepcionales cimas en comunicaciones, computadoras y procesadores, todas estas cosas seguían siendo “cables”, “circuitos” y “programas” que aún no descubrían todo su potencial social. Expertos y geeks podían usarlos y desarrollarlos; el público en general aún era externo a la magia.
Toy Story le dio alma a la revolución tecnológica. Le dio voz y la puso en todos los hogares aún antes de que la iMac, el iPad o el iPhone hicieran su aparición. Fue brutal, fue brillante y fue mágico. Los que la vimos en el cine quedamos estupefactos.
Si bien Disney nos tenía ya acostumbrados a las grandes historias animadas, fue Pixar quien logró, por fin, conectar todas las cosas que definen nuestro siglo para darles personalidad y poner los temas más complejos y la tecnología más avanzados en lenguaje que todos podemos comprender.
¿Un apasionante estudio psicológico sobre la complejidad intrínseca del ego que se manifiesta a través de los impulsos intracorpóreos contradictorios? Brillante. ¿Un manifestó futurista sobre el destino de la humanidad inutilizada y en manos de la inteligencia artificial pos apocalíptica? ¡Ideal para niños de 4 a 8 años!
Fue precisamente Steve Jobs quien descubrió la veta y reunió un equipo de los mejores contadores de historias de su era para darles la herramienta del futuro. Consiguió a los mejores pilotos y los montó en un Ferrari. El resultado es materia de leyendas. Rompieron el planeta y se hicieron multimillonarios en el proceso. El mundo no volvería a ser igual.
¿Cuál es el secreto? El secreto está en el Storytelling
El Storytelling es el proceso de contar historias, y es tan antiguo como el hombre mismo.
La escritura es un invento relativamente nuevo para el hombre. Para cuando los seres humanos comenzaron a dejar memoria escrita de sus historias y pensamientos, hace unos 20 mil años, el homo sapiens llevaba en la tierra más de 200 mil.
Esto significa que el cerebro del ser humano evolucionó por millones de años para adaptarse a otra manera de transmitir conocimiento, antes que la escritura. Esta forma es contar historias. La sabiduría y la ciencia se transmitieron a través de historias a través de muchos siglos y toda nuestra cultura tiene sus bases en historias habladas: los mitos griegos, las parábolas de Cristo; las fábulas de Esopo. Los grandes maestros cuentan historias: no explicaciones.
Las estructuras cerebrales que generan y procesan las historias se encuentran en una parte más antigua y, por tanto, más primitiva del cerebro., que antecede y habitualmente supera otras estructuras más modernas que controlan el lenguaje y la escritura. Por tanto las historias nos mueven y conmueven sin pedir permiso a la lógica . Es por eso que son tan poderosas para transmitir una idea y para persuadir, incluso al público más difícil.
Tú también puedes usar el poder del Storytelling en tus presentaciones de negocios, en tus procesos de ventas o en motivación para tus empleados.
La forma más sencilla de lograr que tu público confíe en ti y en lo que dices es contando historias.
Una historia activa partes en el cerebro que permiten al que escucha transformar la historia en ideas propias y adquirir experiencias como si él las hubiera vivido. Literalmente, aprendemos en cabeza ajena.
Cuando procesa historias, el cerebro activa las mismas partes que cuando está viviendo experiencias reales . Áreas como la corteza motora, la corteza sensorial y la corteza frontal se unen para crear memorias más profundas y duraderas.
Además, el cerebro libera dopamina y oxitocina (las hormonas del amor y del placer) cuando experimenta un evento con alta carga emocional; lo que lo hace fácil de recordar y replicar. La oxitocina nos ayuda a sentirnos conectados y confiar en las personas.
Por otra parte, los que escuchan una historia y los que la cuentan experimentan una actividad neuronal similar a través de las neuronas espejo: los cerebros se alinean unos con otros y sienten lo mismo.
Por regla general, una historia propia y real es más poderosa que una ajena o ficticia; sin embargo, cualquier historia que logre interesar a tu público cumplirá con la misión deseada.
Busca historias breves y sencillas que muevan a una emoción concreta. Ya sea que transmitas una historia triste, o feliz o dolorosa, no tengas miedo de conectar con tu público a nivel emocional. De hecho, esta es la única forma de moverlos o convencerlos.
Elije historias con imágenes visuales claras y con las que la gente pueda relacionarse. Por ejemplo, para hablar de aventuras, puedes pintar barcos, aviones o montañas. Son metáforas sencillas y universales. Si tienes que explicar demasiado, busca otra imagen.
Respuesta breve: siempre que puedas hacerlo. Acostúmbrate a llevar contigo una pequeña libreta en donde apuntes no solo las ideas, sino las anécdotas con las que te encuentras todos los días. Una vez que lo hagas todos los días encontrarás historias que luego podrás aplicar en tus presentaciones, clases o conferencias.
¿Un cliente enojado? Allí hay una historia. Una buena película, un accidente en el tráfico, un viejo amigo que llama. Historias, historias, historias. Estamos hechos de historias, y aprender a contarlas de forma atractiva transformará la manera en que te relacionas en tu familia, en la sociedad y en los negocios.
Trata de contar una anécdota en la siguiente reunión de la oficina. No tiene que ser sabia o particularmente espectacular , simplemente interesante. ¿Saben? Mi gato me arañó los pies esta mañana … Busca respuestas y ve afinando tu habilidad como contador de historias.
Aunque cada historia no sea digna de una ovación de pie, todas irán, igual, generando una relación de confianza y contacto entre ti y tus interlocutores.
Inténtalo una, diez, cien veces hasta que te sientas cómodo contando historias, y estarás listo cuando venga la siguiente oportunidad.
Para que sean efectivas, las historias deben de poseer una curva completa. Inicio – Desarrollo – Nudo – Desenlace. El cerebro humano aborrece los espacios vacíos, y en cambio disfruta las relaciones lógicas de causa y efecto.
No te preocupes demasiado en estructurar cada historia que cuentas; simplemente acostúmbrate a no dejar las cosas a medias. Poco a poco irás aprendiendo cuáles historias causan mayor impacto o mejores respuestas.
Quizás puedas contar la historia completa… o permitir que tu público te ayude a terminarla. ¿Saben? Mi gato me arañó los pies esta mañana … ¿ustedes qué harían? Busca que cada historia tenga sus consecuencias y un claro final, del que se pueda aprender alguna cosa, aunque sea pequeña.
Esa es la magia del Storytelling . De esas historias que crean preguntas nacen los mejores negocios, las mejores presentaciones, los cambios más profundos… y las mejores películas familiares.
