No es secreto que la reina Isabel II fue una apasionada de la hípica durante sus 70 años en el trono de Reino Unido. Sus caballos de carreras no solo eran su orgullo, también eran sus animales más amados, cuidados y preciados, junto con sus icónicos corgis, claro. Ahora, solo un mes después del fallecimiento de la monarca y de ser nombrado rey, Carlos III decidió poner a la venta 12 de los mejores caballos que heredó de su madre.
A su muerte, la soberana contaba con una fortuna privada de 500 millones de dólares. Se sabe que a su nieto, el príncipe William, le heredó terrenos con valor de mil millones de dólares. La mayoría de sus joyas personales pasaron a manos de su nuera Kate, duquesa de Cambridge, y su nieta, la princesa Charlotte.
Parte de su cuantioso patrimonio, eran sus 37 caballos de carreras, los cuales le dejó a su hijo como parte de la herencia. En total, el nuevo rey tiene ahora una colección de 60 caballos de carreras y 38 yeguas de cría en Sandringham.
Según revelaron fuentes de los establos reales al Daily Mail, los adorados purasangre de Isabel II se subastarán este mes de octubre en Tattersalls de Newmarket, una famosa y exclusiva casa de subastas equinas.
Entre los caballos reales que serán vendidos destaca Love Affairs, que le dio a la monarca una de sus últimas alegrías, al ser el gran ganador en las carreras de Goodwood dos días antes de su fallecimiento. También está el campeón Just Fine, el primer caballo en ganar una carrera para el nuevo rey a principios de este mes.
Aunque la reina Isabel II solía vender alrededor de 7 caballos cada año, la gente no ha tomado nada bien que su hijo lo haga. Al monarca no solo le llueves críticas por vender un tercio de los queridos animales de su madre, también porque eso no es todo.
La subasta sería solo la primera de varias entregas, ya que el monarca pretende reducir el número de caballos de la familia real.
Un informante del Royal Sandringham, en Norfolk, comentó al medio británico que “el plan es terminar con la operación de cría de caballos en un plazo de tres años, hasta que deje de ser una operación comercial”. Agregó que: “El Royal Stallion (establo real) podría ser un museo en tres años. Sería una verdadera vergüenza”.
A pesar de la decisión, las fuentes afirman que la familia real no romperá su relación con el mundo hípico.
“La conexión entre la familia y la industria de las carreras de caballos continuará. El deseo es continuar con las tradiciones y las conexiones con Royal Ascot, pero no en la misma escala que Su Majestad, porque ella tenía una pasión”, dijo el informante.
El rey Carlos III también estaría a punto de despedir a John Warren, el mánager de carreras ecuestres de la reina, reporta The Sun. Warren también fue el asesor más cercano y amigo personal de Su Majestad durante muchos años.
Si bien los corgis reales son un ícono y hay toda una industria inspirada en ellos, la crianza de equinos para venta y para competencias era el negocio personal más entrañable de la soberana.
De hecho, el Royal Stallion se puede considerar su emprendimiento propio. Lo inició como un proyecto personal en la década de 1950 con solo 2 entrenadores y 20 caballos. El dinero para el funcionamiento de las caballerizas reales salía del bolso de la reina, no de las arcas de la corona, y generalmente registraba más pérdidas que ganancias.
Sus magníficos ejemplares participaban en competencias, carreras y exhibiciones. A principios de octubre, ganó un premio póstumo en la exhibición Caballo del Año, un galardón que nunca consiguió en vida.
El año pasado, los caballos de Su Majestad lograron 36 triunfos y le reportaron 590,000 libras en premios. Es decir, unos 13.4 millones de pesos mexicanos al tipo de cambio actual.
Los 30 potros que esperan para 2023 “alcanzarán altos precios como los últimos criados por la reina”. Afirman que los hipódromos del Golfo Pérsico son los principales interesados en adquirir ejemplares del criadero real.
El reporte calcula que, durante su vida, la reina Isabel II ganó premios estimados en 10 millones de libras (228 millones de MXN).
Sin embargo, todo indica que al rey Carlos III no le interesan los caballos tanto como a la anterior monarca, ni como negocio, ni como pasatiempo, ni como ícono de la realeza. De hecho, su intención es “liberar a las arcas familiares del elevando gasto que supone la antigua pasión de su madre”, afirma Daily Mail.
