México es un país de emprendedores. Basta con recorrer sus calles y platicar con su gente para poder darse cuenta.
Hay un ejercicio que me gusta hacer con mis alumnos muy al inicio del semestre, para luego repetirlo al final. Hago una encuesta preguntándoles quien es la primera persona en quien piensan al escuchar la palabra “emprendedor”. Al inicio del semestre, las respuestas son bastante predecibles: Elon Musk, Mark Zuckerberg, Jeff Bezos. Sin embargo, al final la perspectiva cambia radicalmente y me encuentro con respuestas más como: mi mamá / papá, algún amigo, familia… alguien más “cercano”.
Y es que, en los últimos años, con el “boom” del emprendimiento hemos sido testigos del proceso de creación de grandes empresas, impresionantes levantamientos de capital, crecimientos exponenciales que han cambiado la manera en que hacemos prácticamente todo, es normal que hemos llegado a enaltecer la figura detrás de todo esto (al tan famoso “fundador”). En este proceso natural de celebrar todo lo que se ha hecho bien, y, sin duda alguna, a la persona que tuvo la visión y guió a sus equipos a conseguirla, considero que hemos relegado un poco una realidad diferente de emprendimiento: millones de personas que mueven este país, con su trabajo diario y que, si bien no utilizan la tecnología o tienen modelos de negocio tan escalables, siguen siendo emprendedores.
Para ejemplificar lo anterior, haré un “homenaje” a mi emprendedora favorita; esa que me motiva y que es, para muchas cosas, mi ejemplo a seguir. Su nombre es Lupita y, si platicas con ella, te puede contar acerca de la cantidad de negocios que ha tenido a lo largo de su vida. Diferentes situaciones la han llevado al extremo y, a pesar de esto, ella nunca ha perdido la esperanza ni la fortaleza para salir adelante. Es experta en identificar necesidades: desde hacer moños para la escuela a juego con el uniforme y forrar libros al inicio del ciclo escolar para toda una escuela; hasta ver que hacer tareas y estudiar suele ser una situación estresante tanto para hijos como padres de familia, ofreciendo una solución integral.
A Lupita siempre le ha apasionado la educación. Cientos de personas, de todas las edades, han sido testigos del compromiso que siente por esta causa y la paciencia con que la practica. Marcando vidas en su camino, se ha especializado en ofrecer soluciones a la medida de cada cliente a los que ayuda, no solo a aprender, sino a aprender a aprender y enamorarse del proceso.
A pesar de todos los negocios que ha tenido, es probable que, si le preguntas, te diga que su emprendimiento más importante y del que más orgullo siente, es su familia. Y es que formar a cinco seres humanos no es un reto menor, aunque si muchas veces subestimado. Afortunadamente, para este emprendimiento (y como apoyo para todos los demás), ha tenido un socio incondicional con el que ha hecho un equipo que, con todo y sus altas y bajas, se ha consolidado a lo largo de los años. Para hacerle justicia a este socio, habrá la posibilidad de escribirle todo un homenaje; pero juntos, han sido capaces de complementarse, impulsarse y de, con una visión en común, trabajar cada día por conseguirla.
Lupita nunca saldrá en la portada de una revista y, seguramente, sino fuera por esta columna, poca gente fuera de aquellos cuyas vidas ha marcado, se enterarían de su existencia. Así como Lupita, existen millones de personas a nuestro al rededor, cuyas historias de lucha, de creatividad, de buscar sumar más que restar, de resolver problemas, son, también, no solamente dignas de visibilizarse, sino de presumirse. México es un país de emprendedores. Basta con recorrer sus calles y platicar con su gente para poder darse cuenta. Son estos emprendedores los que han escrito la historia de nuestro país; los que han generado empleos; los que han sacado adelante familias. Y si bien, probablemente sus negocios nunca llegarán a ser unicornios, no son menos emprendedores. Ojo, esto no es una crítica a aquellos que si llegan a portadas de revistas o tienen una visibilidad mayor. Mi total admiración para cada uno de ellos, así como a todos de los que no nos enteramos.
Estoy segura de que, mientras leías estas palabras, tú también pensaste en una “Lupita” o “Lupito”. Probablemente, si tienes tanta suerte como yo, tienes el privilegio de llamarle a tu “Lupita”, “mamá”. Si ese es tu caso, creciste sabiendo, y viendo el ejemplo de alguien que tiene la certeza de que los problemas son más bien retos esperando a ser resueltos; de que tienes la capacidad para enfrentarte a cualquier reto que te ponga la vida y salir fortalecida; de que la voluntad es tu mayor motor; de que es necesario estar atento a las necesidades de los demás para poderles ofrecer solución; entre muchas otras cosas que, desde mi punto de vista, son las principales características de un emprendedor o emprendedora.
Ojalá aprendamos que todo emprendedor es digno de celebrarse y de admirarse. Tanto los founders que cambian la vida de millones de personas, rompen paradigmas y revolucionan industrias, como cada emprendedor/a que impacta la vida de las personas que se cruzan por su camino y que, a través de su testimonio, motivan a muchos más a buscar cambiar el mundo. Ojalá, también, que podamos crear mecanismos para apoyarlos y darles las herramientas necesarias para que puedan explotar todo el potencial que tienen y puedan cumplir sus metas, logrando así, democratizar el emprendimiento.