La creatividad se ha convertido en uno de los grandes generadores de valor. Además, es el motor principal para crear muchos negocios. El Banco Interamericano de Desarrollo destaca que a través de ella se puede generar riquezas y acelerar la innovación.
Se trata de una pieza clave de las industrias creativas y culturales, parte de lo que se conoce como economía naranja, un modelo productivo en el que los bienes y servicios que se comercializan tienen un valor intelectual, debido a que surgen de las ideas y del conocimiento de sus creadores.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) destaca que la economía creativa representa el 3% del PIB mundial y emplea a más de 30 millones de personas en todo el mundo.
En México no son pocos los ejemplos de emprendedores en las industrias creativas. Malena Díaz es una de ellas. Se trata de una artista tlaxcalteca que utiliza la fotografía para proteger el maíz.
A través de la documentación visual, esta artista plasma el trabajo arduo de los productores de maíz y de los artesanos con el objetivo de preservar las 259 razas del cultivo originarias de territorio mexicano, especialmente las 12 variedades que se siembran en San Juan Ixtenco, Tlaxcala, donde sus habitantes preservan este cultivo prehispánico.
Malena Díaz cuenta con dos exposiciones emblemáticas: Guardianes del Maíz, que se expone en el complejo cultural de Los Pinos desde febrero de este año y La Trenza, inaugurada a finales de septiembre en la hacienda Santa Bárbara en Huamantla, Tlaxcala.
En entrevista, la artista explica que La Trenza representan el tejido social que se crea durante el intercambio de semillas y cosechas. “Mi obra es un canto a la vida, a los sueños, a la gente que cree todos los días en lo que hace, en el amor a la tierra, a los animales”.
“Hago énfasis porque en México la gente está dejando el campo porque ya no es redituable, ya que está dejando de llover, porque se están yendo los jóvenes a trabajar a las fábricas y al presentar el maíz de esta forma tengo esperanza en que más gente ponga atención para ir a comprar ese maíz a mejores precios”.
Explica que antes solo se vendía el maíz amarillo y blanco, sin embargo, existe una gran variedad de maíces de colores. Tan solo en Tlaxcala hay 180 colores de 12 variedades endémicas.
La artista nació en Tlaxcala, aunque es hija de campesinos poblanos. Se fue a vivir a la Ciudad de México a los 16 años. Regresó a su tierra natal seis años después y a los 22 años regresó a la gran capital en busca de convertirse en fotógrafa. Trabajó con Pedro Baltierra en la revista Cuarto Oscuro, aunque primero hacía solo trabajo administrativo y poco a poco aprendió la técnica. Después, partió a Francia, donde vivió 10 años y se perfeccionó en la fotografía.
A su regreso a Tlaxcala llego a Ixtenco donde dice “fue amor a primera vista”, al ver todos los maíces de colores. “Desde entonces no hay un día que no vea mazorcas”, comenta.
Y es que asegura que siempre está viendo oportunidades de hacer cosas diferentes con el maíz. Al principio, dice, su búsqueda era más documental, pero ahora es más artística y busca transmitirlo a las comunidades. Por ejemplo, explica que hay personas que elaboran aretes y collares con la semilla. Ahora también se elabora papel y otros artículos que salen del maíz. Se trata de agregar valor y hacer cosas diferentes para que en vez de que vendan solo 20 pesos, puedan elaborar pectorales y ganar 300 pesos.
“La idea es que la gente diga ¿a poco hay maíces así? Me gusta que la gente se los quiera llevar a su cocina y cada vez quiero buscar cosas menos retóricas”, comenta.
Malena Díaz asegura que se puede vivir del arte si amas lo que haces, pero necesitas foro y trabajar mucho para que te vean. “Desde los veintitantos estoy en la fotografía. Antes hacía muñecas de arte, instalaciones; siempre veo las posibilidades y compartirlas; por eso puedo vivir del arte”, comenta.
¿Su mayor reto? Considera que el mayor reto es uno mismo y creer en lo que estás haciendo. “Todo es inventiva e imaginación. Siempre va a haber cosas, el mercado, el galerista, pero como cualquier empresario o campesino, siempre tiene uno que ser muy inventivo para salir, vender y crear”
La Trenza se exponen en Hacienda Santa Bárbara, que opera una galería que lleva su nombre desde hace tres años. Será una exposición permanente con la que se busca difundir el maíz de la región, a los campesinos. Representa muchas historias, de quién siembra, de quien vende, de quién compra, de quien come, explica la artista.
“Si tejemos grandes trenzas, tejemos grandes esperanzas, que en mi entendimiento es caminar con felicidad en esta vida, aunque hay momentos que la tierra y el cuerpo enferman. Es parte de nuestra naturaleza, no demos tanta importancia a la enfermedad, pongamos nuestra atención en cómo salir de ella. Que nuestro espíritu no se quede dando vueltas repitiendo la misma historia”.
“Si todos estamos aquí es porque nos toca ser parte de este eslabón trenzado que no debe deambular en la oscuridad. La Luz nos espera como las trenzas de tu abuela que te esperaban con un plato caliente de quelites solo hervidos, así sin aceite. Como cuando tu madre trenzaba tu pelo para que no se enredará y te llevaba a la cama para dormir en un lugar seguro”.
Malena Díaz trabaja actualmente con Ánfora para lanzar una vajilla especial bajo el nombre La hija del maíz. “Va con mi nombre, pero siempre viene conmigo toda la comunidad porque cuando hablo del maíz siempre hago referencia a ella, de la que me estoy inspirando y haciendo mi trabajo”.
