Previo al arranque del juego contra Croacia, durante la ceremonia del himno, Lionel Messi, uno de los máximos futbolistas de la historia, se tocaba la cabeza en un gesto que supuestamente describía entre frustración y derrota. Aquel aparente lamento resultó un presagio de la actuación más triste que se le recuerde en una Copa del Mundo , de un partido para el olvido, de una goleada digna de un guion de terror.
Messi pasó de ser el genio heredero de los mejores solistas de la historia del deporte, a un niño perdido en un terreno dominado por croatas indescifrables.
Las comparaciones son inevitables y pronto se convirtieron en sorna: “Que el Papa Francisco bautice a Messi para hacerlo Cristiano”, era la cruel referencia hacia Cristiano Ronaldo, el otro gran héroe de la época contemporánea y uno de los jugadores mejor pagados del mundo.
Ronaldo, que en la escala del talento es más bien un soldado que respira, come y duerme para perfeccionar la técnica, ha vivido un Mundial de Rusia totalmente distinto: dos partidos, dos victorias y cuatro goles –el 100% de las anotaciones lusas–.
El goleador portugués se ha ocupado, en apenas dos fechas de la Copa, de confirmar lo que escribió Jorge Valdano hace cuatro años: “en una cancha de futbol, la distancia más corta entre dos puntos es aquella entre la que está Cristiano y la portería contraria”.
Pero en un deporte que se juega once contra once, ni Cristiano Ronaldo ni Lionel Messi podrían, por sí solos, afianzar los resultados para que sus respectivas selecciones avancen a la siguiente fase. Aunque así lo parezca.
Es ahí, en el juego en equipo, en donde podría estar la principal diferencia entre los dos monstruos que protagonizan la gran rivalidad del futbol.
El escritor argentino Martín Caparrós recuerda, en el libro Ida y Vuelta (Seix Barral 2012), que el Mundial es una pausa democrática que reúne a estelares con actores de reparto.
“Las estrellitas multimillonarias tienen que compartir la camiseta y los fideos con segundones que, en sus clubes, no servirían ni para alcanzarles la pelota”, escribe el periodista.
Que las figuras de la talla de Cristiano y de Messi estén acostumbrados a socios de mayores capacidades provoca que algunos pierdan la brújula y ese parece ser el caso de ‘La Pulga’.
Son momentos en los que Argentina no necesita un técnico más de los 40 millones que ya habitan el país, ni Portugal otro del que tiene en Rusia; sin embargo, no está de más analizar el trabajo en equipo como la clave del Mundial dispar que viven Ronaldo y Messi.
Antes de los 5 minutos del debut portugués en la Copa del Mundo, Cristiano Ronaldo ya había dado el primer latigazo.
El goleador luso tomó el balón, entró al área española por la banda izquierda y provocó un penal casi ingenuo de Sergio Busquets. El propio Ronaldo sentenció el 1-0 y marcó el gol que le imprimió confianza al país ibérico, al equipo portugués y al mismo Ronaldo.
CR7 terminó con tres anotaciones que se convirtieron en lección para el resto de los jugadores portugueses: si ellos hacían su trabajo, Ronaldo estaría allí para concluirlo con las dos cosas que mejor sabe: hacer goles y meter goles.
El arranque de Argentina frente a una sorprendente Islandia se fue tornando gris para una albiceleste que no se esperaba la respuesta de su rival.
Lionel Messi tuvo al 64’ su oportunidad. Sin embargo, fue el arquero Halldórsson quien se terminó vistiendo de gloria. Con un penal atajado, ‘La Pulga’ ya no jugó con el atrevimiento inteligente del genio, sino con la prisa atrabancada de quien busca resarcir un error.
Un penal fue la diferencia para ambos. Por un lado, Cristiano, especialista desde los once pasos, contagió de credibilidad a su selección, mientras que Messi, que no es un tirador de penales tan certero, quedó tocado en la confianza que transmitió hacia su equipo y en la que demostró que sentía con ellos.
Croatas y argentinos se enfrentaron en la segunda jornada de Rusia 2018. Hasta los 7 minutos del segundo tiempo el partido era un impasse en el que los croatas arañaban la posibilidad y los argentinos se mantenían esperanzados a alguna individualidad.
Willy Caballero, el arquero sudamericano, entonces, se encargó de firmar una de las pifias más grandes que recuerde el futbol argentino. En un arranque de irresponsabilidad, quiso tocar un pase flotado por encima de Ante Rebic, quien más bien recibió una asistencia soñada y marcó el primero de lo que terminó siendo una zurra monumental.
Portugal tampoco tuvo una segunda jornada tranquila. Recibió un baile de un rival improbable: Marruecos, y con un Cristiano que marcó el único tanto del partido, pero que estuvo desaparecido la mayor parte del tiempo.
Ronaldo, sin embargo, no cargó con errores de sus compañeros. Mientras el balón era dominado por el equipo africano, el área fue bien defendida por el carnicero Pepe y por el central Fonte. Rui Patricio, el arquero luso, fue clave en el encuentro con sus atajadas.
Cuando se habla de trabajo en equipo, cada pieza debe cargar con la misma proporción de responsabilidad y compromiso, y no olvidar que su papel es tan importante como el de la estrella del conjunto.
Lionel Messi ha cargado con una responsabilidad que excede sus funciones en el campo. Si Argentina falla, por alguna razón, ‘La Pulga’ es el primero en ser señalado: esa carga se ha traducido en una presión inédita para un solo jugador, y la explicación más probable a ese gesto que todo el mundo vio durante la ceremonia de los himnos.
Una nota del sábado del periódico El Clarín devela lo que se interpreta en la cancha argentina: el vestidor de los subcampeones del mundo está tan roto que el técnico, Jorge Sampaoli, no se habla con ninguno de sus jugadores.
La rebelión, al parecer, ha empezado por un grupo de jugadores liderado por Lionel Messi.
No sería la primera vez que se habla de un Messi desafiante. Incluso, en el Barcelona se han escuchado voces que lo describen como un “dictador”, un personaje por el que podrían haber pasado las decisiones de despidos de técnicos como Luis Enrique y de jugadores como Zlatan Ibrahimovic.
La selección argentina parece tener un solo dueño, en el que juegan los amigos de Messi y quedan fuera de la convocatoria aquellos que no tienen una buena relación con él.
Del otro lado, Cristiano ha demostrado ser un líder más democrático, un rey elegido por votación. El hambre de superación que ha llevado a CR7 a ser uno de los ídolos del futbol mundial lo acredita como capitán en el terreno de juego, más que a aquel cuya autoridad proviene de una gracia concedida de nacimiento.
El liderazgo europeo de Cristiano también es la contraparte del espíritu dictatorial del argentino.
En lo que va de la Copa, el portugués ha permitido el lucimiento en la zaga de Patricio, de Fonte y de Soares, mientras la media cancha pertenece a William y Moutinho; Portugal juega para Cristiano.
Messi juega para Argentina; hasta ahora, las jugadas de la albiceleste parecen necesitar que transcurran, en algún momento, por los botines de Messi para tener validez y cobrar existencia, no importa si eso sucede en el primer cuarto de cancha.
Argentina y Portugal se juegan su continuidad esta semana. Más unos que otros. Este lunes, los lusos enfrentan con ventaja de puntos a Irán, mientras que los sudamericanos llegarán como víctimas y con el equipo destrozado el martes frente a Nigeria.
