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27-12-2021, 12:32:53 PM

Él quemó el horno de su casa haciendo pruebas para su producto y ahora vende lentes de PET

Tener una novia optometrista, la necesidad de crear lentes accesibles para personas sin tantos recursos y su pasión por cuidar el ambiente, llevó a este emprendedor de 25 años a descubrir cómo hacer armazones con plástico reciclado.

© Cortesía de Leo Spina

Ángel Ramírez tenía una idea: crear armazones de lentes hechos de PET reciclado. Se preparó y empezó el experimento en el horno de microondas que tenía en su casa. En ese momento no logró más que quemar la estufa, pero el tropiezo sirvió para que el emprendedor se diera cuenta de que podía intentarlo de otra manera para descubrir cómo reducir la contaminación y ayudar a los demás.

Así nacieron los primeros lentes Leo Spina, nombre que nace de la fusión de dos de sus ídolos, Leo Burnett, reconocido publicista y Alejandro Della Spina, conocido como  el padre de las gafas.

“En la casa empecé a meter plástico al horno de la estufa y al horno de microondas, eché a perder la estufa y me di cuenta de que contaminaba más al quemarlo porque emitía dióxido de carbono. Entonces se nos ocurrió hacerlos cómo chocolates, a baño de maría”, comenta Ángel en entrevista exclusiva.

¿Dónde surge una idea de negocio? En una habitación silenciosa, en el baño, en la cocina o en una fiesta. En el caso de Ángel, encontró la inspiración perfecta en las conversaciones de su novia con sus amigos. Crear lentes de tereftalato de polietileno (PET, por sus siglas en inglés) reciclado fue un proyecto que surgió en 2017 en las pláticas que su novia, hoy licenciada optometrista, hacía junto a sus colegas cuando aún era era estudiante. En estas tertulias, los jóvenes hablaban sobre la salud visual de sus pacientes, la problemática de este asunto en México y el mundo y sobre cuán contaminantes podrían llegar a ser los anteojos, así como los muchos intermediarios que se necesitan en la cadena de suministro para los mismos.

Ángel, además de dar opiniones, también escuchaba atentamente todas las ideas que estos alumnos de optometría compartían. Hasta que en un momento les dijo “Vamos a hacer una marca de lentes, pero que se destaque del resto” y junto a su novia Yazmin Olea inició el proyecto al cual se uniría un año más tarde Verónica Hernández, experta en salud visual.

Con capital propio y recolectando basura, la pareja comenzó a reunir el plástico. Consiguieron un permiso del gobierno de Quintana Roo para limpiar una de sus playas y obtener una mayor producción de lentes.

“Nosotros al tener un alcance mayor podríamos ayudar a que no haya inundaciones, a que más tortugas lleguen al mar, a que no se mueran pelícanos o delfines al quedarse atorados en un plástico, una botella, un popote, etc. Desde nuestro lugar quizá lo que tenemos que hacer es aportar ese granito de arena al medio ambiente y si podemos hacer algo que funcione que se vea bien y que además  le ayude a la sociedad en temas de salud, pues, ¡qué genial!”, expresa Ramírez.

Cortesía de Leo Spina

Este negocio establece cuatro ejes para su funcionamiento: impacto social, medio ambiente, salud visual, diseño y calidad.  “Sin uno de ellos el modelo pierde potencial y carácter”, explica el emprendedor. Agrega que las interacciones y correlaciones entre cada uno de estos aspectos forman parte importante de la compañía ya que no se puede pensar en ayudar a la sociedad sin incluir salir y medio ambiente.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el mundo se estima que aproximadamente mil 300 millones de personas viven con alguna deficiencia visual. Por su parte con respecto a la visión de lejos 188.5 millones de personas tienen una deficiencia visual de moderada a grave y 36 millones son ciegas. Otro de los objetivos de Leo Spina es ayudar a las comunidades que más lo necesitan. Por esta razón, cuando la empresa alcance una producción más alta como la que espera tener para este año, que es de entre ocho mil y diez mil lentes, por cada lente que se venda planea regalar uno a quienes más lo necesitan.

Este es un tema que personalmente afectó a Ángel ya que comenta que su padre es una persona que perdió la visión por no tener dinero para tratarse la salud visual. Su meta es hacer esto más alcanzable para gente de bajos recursos.

Actualmente, este producto varía mucho en los precios. Leo Spina posee lentes con antireflejantes y micas de primera a un costo de mil 900 pesos mexicanos. Para obtener estos anteojos es necesario entrar a la página web de la marca y hacer un pedido de manera online, además realizan pruebas en casa y el envío del paquete es completamente gratis.

Los fundadores de este emprendimiento realizaron una alianza con Facebook y desarrollaron la “Prueba Tech” una propuesta tecnológica que te permite ver cómo se ven sus modelos de lentes en tu cara mediante de las historias de la red social.

“Este desarrollo no lo tienen ninguna empresa de lentes en todo el mundo, ninguna empresa tiene esta facilidad para tomar medidas y pruebas a través de una simple foto y esto también ayuda a la optimización y la tecnología”, dice Ángel.

El conocimiento como aliado

La historia de emprendimiento de Ángel Ramírez no empezó con los lentes de PET. A sus 25 años, este ingeniero en físico-matemático y licenciado en comunicaciones, ya tiene una maestría en innovación de negocios. Fue mentor de emprendimiento en Startup México y se desarrolló como director en un área de la rama local de Microsoft.

Acostumbrado a dar conferencias de innovación, decidió juntos a sus dos socias fundadoras aplicar todos los conocimientos posibles para crear un modelo de negocio y tratarlo con gente experta, pero en lugar de crear un producto viable mínimo (MVP , por sus siglas en inglés) en físico para recibir retroalimentación de expertos, su prototipo se encontraba en papel junto a todos los conocimientos de optometría y salud visual proporcionados por sus cofundadoras.

Una vez que descubrieron el secreto para producir los lentes y seguir adelante los emprendedores se enfrentaron a dos cosas: “Una, nadie nos conocía, y dos, el gobierno u otras instituciones no te apoyan”, explica Ramírez. De hecho, el emprendedor tuvo que vender los dos carros que poseía en ese momento, relojes y otras cosas de valor, además de pedir ayuda a sus padres, para poder financiar la operación inicial de Leo Spina.

Confiesa que fue un momento muy difícil porque empezó desde cero. Pero ahora, después del camino emprendedor que ha recorrido y luego de dos años, ahora su sueño ya está cumplido, y cada día que pasa se da cuenta de que realmente valió la pena el esfuerzo. Y tú, ¿ya estás pensando en emprender?

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autor Comunicóloga y Maestra en Narrativa y Producción Audiovisual egresada de la Universidad Panamericana. "Me gusta contar historias" es una frase que digo muy a menudo. Persona con fuertes convicciones de un mundo mejor, lectora.