



En la fría mañana del 29 de enero de 2015, el Hospital Materno Infantil de Cuajimalpa vivió un estruendo que conmocionó a México. En medio del caos, una enfermera llamada Ana Lilia Gutiérrez Ledesma actuó con valentía: regresó al área de cuneros para rescatar bebés pese al aviso de evacuación. Su acto final quedó marcado en la memoria colectiva: dio su vida por salvar a quienes más dependían de su cuidado.
El 29 de enero de 2015, alrededor de las 7:15 a. m., se produjo una explosión en el Hospital Materno Infantil de Cuajimalpa, Ciudad de México. La causa fue una fuga de gas de un camión cisterna de la empresa Gas Express Nieto que abastecía al hospital. La explosión provocó el colapso parcial de las instalaciones, daños estructurales graves y dejó al hospital inoperante.
Ana Lilia Gutiérrez Ledesma, llevaba siete años laborando en ese hospital como enfermera. En la mañana del siniestro ya había finalizado parcialmente su turno, pero se quedó para ayudar. Cuando se dio la orden de evacuación, ella regresó a los cuneros —área donde estaban recién nacidos— para asegurarse de que los bebés estuvieran fuera del peligro.
Durante la explosión, Ana Lilia protegió con su cuerpo a uno de los bebés: según testimonios familiares, el bebé le cubrió el torso, lo que amortiguó parte del daño, pero ella sufrió quemaduras y falleció. La identificación de su cuerpo mostró que sus manos estaban dañadas, mientras que el bebé estaba intacto en esa zona, lo que refuerza la versión del abrazo heroico.
Además de Ana Lilia, otras enfermeras como Mónica Orta Ramírez y el camillero Jorge Luis Tinoco Muñoz también sacrificaron su vida tratando de salvar a bebés y madres. En total, cinco personas murieron: dos bebés, dos enfermeras y un camillero. Más de 70 quedaron heridas.
Años después, la familia de Ana Lilia y otras víctimas han denunciado que no han recibido compensaciones adecuadas ni reconocimientos proporcionales. En particular, su hija ha señalado que autoridades prometieron becas para los hijos de las enfermeras fallecidas, pero algunas promesas no se cumplieron. También persiste el dolor, las secuelas emocionales y el reclamo de una infraestructura hospitalaria segura.
Ana Lilia Gutiérrez Ledesma representa lo mejor de la vocación y el coraje humano en momentos extremos: entregó su vida para salvar a los más vulnerables. Su historia no sólo conmueve, sino que exige reflexión seria sobre la seguridad en instalaciones de salud, las garantías laborales del personal médico y el reconocimiento justo del sacrificio. En México, recordar actos como el suyo es también una forma de luchar por hospitales seguros, justicia para las familias y memoria para los héroes cotidianos.