La ‘ilusión de Zuckerberg’: Por qué tu idea de negocio no vale un peso
¿Crees que Facebook se hizo de la noche a la mañana? Piensa de nuevo.
¿Has oído hablar de la “Ilusión de Zuckerberg“? Este término usa la idea generalizada de que el éxito llegará porque es nuestro destino, independientemente de nuestro esfuerzo o talento. Solo hace falta tener una gran idea.
Esta ilusión la encuentro a cada paso, en casi cualquier lugar, cuando platico con otros jóvenes, presento una conferencia, un libro o un proyecto; cuando doy clases en la universidad o cuando observo los feeds en redes de mis amigos y conocidos.
La Ilusión de Zuckerberg se alimenta de biografías mal explicadas y silogismos mal entendidos, en virtud de que, en efecto, existen personas que se han convertido en millonarios (aparentemente) de la noche a la mañana con ideas supuestamente sencillas.
El silogismo fallido funciona de esta manera:
- Mark abandonó la escuela.
- Mark tuvo una gran idea (porque es inteligente y creativo)
- Mark se hizo multimillonario en tiempo récord.
Por lo tanto…
- Como yo soy inteligente y creativo (como mis papás me lo han dicho).
- Y no me gusta la escuela, pero al fin y al cabo no es tan importante.
- …Yo inventaré algo brillante que me haga millonario de la noche a la mañana.
O en resumen:
Si Mark pudo ¿por qué yo?
El problema con este silogismo tan atractivo y motivante es que ignora todas las causas operativas del éxito de Mark Zuckerberg y las reduce a una sola noción: que una buena idea basta.
“Tengo esta idea de libro, pero no sé por dónde empezar”. Esta frase la oigo, a lo menos, una vez por semana. Es una noción que admite muchas respuestas, pero solo una útil: empieza por escribir.
En la serie de comedia más exitosa de todos los tiempos, Seinfeld, existe un personaje, Kramer, que siempre tiene ideas de negocio disparatadas: Cátsup y Mostaza en el mismo bote, un perfume que huele a playa, un protector de hule para buques petroleros, un dispensador automático de corbatas, una pizzería en donde cada quien hace su propia pizza… Cada vez, Kramer está seguro de haber encontrado “la idea del millón” que lo hará rico. Después, obviamente, sus ideas fracasan, por distintas razones.
¡Esta idea me saca de pobre!
“The Million Dollar Idea” es un concepto sobrevalorado que lleva a muchas personas a considerarse “creativas” porque tienen ocurrencias que suenan geniales. Yo mismo en mis muchos ratos de ocio me he preguntado por qué no venden jamón que sea del exacto tamaño del pan Bimbo, o un servicio de abarrotes por suscripción, o un Facebook para perros o una app para intercambio de libros universitarios. Quizá cualquiera de estas ideas sea factible; quizás alguna de ellas sea rentable. Pero la triste realidad es esta: una idea no vale absolutamente nada.
Las ideas no son registrables ni se pueden proteger, porque sencillamente las ideas carecen de valor económico hasta que se llevan a cabo.
Tres frases sin valor: “Tengo una idea genial para un libro. Tengo esta idea para un negocio. Esta idea podría revolucionar a México”. Ok, tú y otros varios miles.
La verdad es que la idea del libro no vale nada; el libro y su distribución sí. La idea de negocio no vale nada; su ejecución e implementación sí. Tus ideas para mejorar a México no valen nada, lo siento, a menos que seas capaz de llevarlas a cabo. Kevin D. Johnson en su libro la Mente Emprendedora afirma que las ideas por sí mismas no valen nada. La ejecución, en cambio, lo es todo.
Todo el mundo cree ser más creativo que los demás, y más inteligente que el promedio. ¿Y qué? Quizás estemos confundiendo “creativo” con “imaginativo”. El creativo imagina. El creador, en cambio, CREA. Y la creación es la única prueba posible de valor.
Steve Jobs no “inventó” la idea del iPod. Ya existían otros aparatos con premisas similares. Pero Jobs supo crearlo, diseñarlo y sobre todo, venderlo. Allí radica su genialidad. J.K. Rowling no “inventó” la idea de los magos o la magia. Por el contrario, existían ya miles de libros al respecto. Pero Rowling supo escribirla de forma atractiva y después tocó cientos de puertas hasta que una se abrió. La idea de justicia social no es nueva en absoluto. Genio será el que la logre hacer realidad.
Sabes quién SÍ tuvo la idea del iPod? ¿No? – Yo tampoco. A nadie le importa.
De creativo a creador
El problema es que ser creador es mucho más difícil que ser creativo. Mi hijo de dos años es creativo. En cambio, hacer el trabajo, conseguir los medios, hacer las llamadas, armar el equipo, planear y ejecutar; eso es lo que convierte tu súper idea en algo útil. Recuerda que de sueños está pavimentado el camino a la mediocridad.
Si ya eres creativo ¡bien! Llevas la primera parte del camino andado. Ahora, si tienes ese libro en el cajón; o esa idea en una servilleta; o ese sueño en tu cabeza, te invito a que dejes de ser creativo y te conviertas en creador. Pon a andar a la ardilla; levanta el teléfono; arma un prototipo; busca un equipo; apuéstate a ti mismo. Si fallas no habrás perdido nada y habrás aprendido mucho. Y si aciertas, entonces las puertas del mundo estarán abiertas para ti.
Pero si tu idea es de verdad buena y no la llevas a cabo, entonces otros lo harán por ti. Para ellos será el éxito y la riqueza; para ti el permanente solaz de poder decir: yo pensé primero en esto o aquello. Crear es emprender, y emprender es transformar tu entorno para bien. Parafraseando a Emiliano Zapata, la idea no es del creativo, sino de quien la trabaja.
Fue precisamente Steve Jobs quien lo resumió con absoluta claridad: “La mayoría de la gente no levanta el teléfono y llama. Y eso es lo que separa a la gente que hace de la gente que solo sueña. Tienes que actuar”