En 1968, al pescador de camarón Rudesindo Cantarell Jiménez no dejaba de darle vueltas en la cabeza el recuerdo del manchón oscuro que siete años atrás había visto salir de un punto del mar campechano.
No lo sabía entonces, pero en aquella idea dentro de su cabeza estaba la clave para tener el México que tenemos en la actualidad: con sus carreteras, las instituciones y cuatro de cada 10 pesos que los mexicanos tenemos en el bolsillo, entre muchos otros beneficios.
Sacó el poco dinero que tenía guardado para emprender un viaje a Coatzacoalcos, estado de Veracruz, con el propósito de informar a los representantes de Pemex acera de las burbujas negras que brotaban del fondo del mar en la zona conocida como Sonda de Campeche.
Pero probablemente los especialistas al principio no le hicieron mucho caso o le restaron importancia, pues sería hasta tres años después que acudieron a ese punto marino para comprobar el dicho del señor Rudesindo.
Lanchas, hombres con el logotipo de Petróleos Mexicanos en las camisas, toma de muestras, mediciones, transportación del agua extraída a los laboratorios de Pemex en el DF. Los resultados estuvieron listos en poco tiempo: efectivamente era petróleo puro.
De inmediato se dieron cuenta del tremendo potencial de esta fuente petrolífera, pero fue hasta 1979, cuando en verdad el gobierno mexicano cayó en cuenta de la mina de oro negro que tenía en sus manos.
El nuevo campo llamado Cantarell, en obvia alusión a su descubridor, pronto alcanzó la producción diaria de poco más de dos millones de barriles de crudo, convirtiéndose en la más grande fuente en México, Hispanoamérica y el segundo a nivel mundial, solo después del complejo Ghawar, de Arabia Saudita.
Cantarell se convirtió en la más grande fuente de ingresos para el país. En 1976, el petróleo de Cantarell metió al país 340 millones de dólares, mientras que para 1980 la cifra subió a mil millones de dólares. En los siguientes años los números continuaron creciendo.
Los políticos envolvieron en elogios a don Rudesindo Cantarell, le prometieron que nunca le faltarían recursos a él ni a su descendencia, también se le proveyó de un empleo en Pemex como encargado de limpiar la zona donde se realizaban los estudios a las muestras.
Sin embargo, su nombre y lo que hizo, fueron quedando en el olvido con los años. El descubridor del segundo campo petrolero más grande del mundo murió en la miseria a los 83 años.
