



Que el mundo cambió y para siempre, es una realidad que todos vivimos. Pese a ello, empresas, gobiernos, instituciones y organizaciones de cualquier tipo, y las personas que las conforman, suelen padecer del mal de la resistencia al cambio.
Esta afección deteriora gravemente la evolución humana, porque la estanca y no permite fluidez en aceptar o adaptar lo nuevo.
Justamente la inteligencia adaptativa, aquella de la que hablaba el físico Stephen Hawking antes de morir, es la que nos ayuda a incorporar los cambios sin el costo personal que pagamos cuando oponemos resistencia. Es, sencillamente, la que nos permite actuar con más agilidad y eficacia.
La inteligencia adaptativa es un aspecto central en épocas de incertidumbre, turbulencias y desconcierto. Es un modo de actuar que no va permanentemente hacia el pasado para comparar con el presente, sino que crea una plataforma hacia el futuro sin resistencia y con disposición a capitalizarlo como nuevas experiencias.
Si nuestro sistema de creencias y modos de actuar, lo que se conoce como modelo mental -que se aplica a personas y también a organizaciones- no es lo suficientemente adaptativo, posiblemente se padezcan las consecuencias de ser obtusos y aparezca una carga de sufrimiento mayor al resistirse a lo nuevo, que, indefectiblemente, sucederá.
Así como contamos con el coeficiente intelectual para medir el nivel de conocimiento de una persona, y la inteligencia emocional para evaluar las habilidades en ese campo, la inteligencia adaptativa es la que produce en el cerebro distinto tipo de impulsos y conexiones en las neuronas que pasan la información de una a otra.
En el cerebro se produce el efecto de la neuroplasticidad, la capacidad plástica que tiene para modificar las rutas habituales de pensamientos e ideas que, luego, son llevadas a la acción. Esta función específica permite ampliar las posibilidades de conexiones de neuronas, para generar resultados diferentes. Aunque si el circuito que elige recorrer una persona es siempre el mismo, se caería en el estancamiento.
Hay cuatro tipos de neuroplasticidad:
Dentro de la inteligencia adaptativa hay dos conceptos que suelen pensarse como sinónimos y no lo son: el cambio y la transformación.
La acción del cambio es producir resultados algo distintos, alterando el orden de ciertos elementos con los que se cuenta. Así, un reordenamiento en el organigrama de la empresa es un cambio, como también lo es mudar de trabajo.
Diferente es la transformación, que incluye al cambio, aunque no se limita a alterar el orden de las cosas: va más profundo y de raíz, ya que da vuelta todo lo conocido hasta el presente, para ser un dínamo que produzca una nueva energía, una nueva consciencia, una nueva forma de vivir.
Los procesos de transformación marcan la vida, porque no se trata solamente de reordenar los muebles de la oficina, o estructurar el organigrama, sino, literalmente, de re-fundar (volver a fundar) todos los principios que dieron origen a nuestra vida, relaciones, acuerdos en el trabajo y, por ende, se producirán resultados completamente distintos.
El camino de la transformación es totalmente incierto; y por eso genera mucha aprehensión en las personas y organizaciones. Le tienen miedo, por la incertidumbre innata acerca del resultado final.
¿Y por qué se produce esta resistencia? Básicamente porque cambiar es incómodo.
El asunto es que, si no lo haces, frenas la evolución e indefectiblemente quedarás en una jaula de pensamientos, ideas y acciones desfasadas con la realidad. Has generado más reactividad que proactividad hacia lo nuevo.
Como ayuda para crear las mejores condiciones de inteligencia adaptativa, tanto en ti como en cualquier tipo de organización, estas cinco ideas serán fácilmente aplicables para ir moldeando la nueva realidad que quieras:
Es la clave de la inteligencia del futuro. Así como existe una inteligencia artificial, ya tienes un poder totalmente humano, que puedes ejercitar diariamente.
Cambia de rutinas, modifica lo establecido, busca alternativas, reúnete y comparte con personas totalmente diferentes, plantea soluciones desde puntos de vista inéditos y originales. De esta manera, estarás estimulando las nuevas conexiones neuronales del cerebro y observarás cómo vas moldeando nuevas respuestas a problemas diferentes cada vez que ocurren.
Muchos de los sistemas sociales -como gobiernos y cualquier negocio o empresa- aún piensan con esquemas antiguos, que quizás funcionaron en otros tiempos. Esto sucede porque se observa la realidad desde el sesgo de confirmación: “Si ya funcionó una vez, volverá a hacerlo ahora” o el que subsiste y genera peores consecuencias. “Siempre lo hicimos así”.
Lo que sucede es que, como los contextos cambian completamente, ocurre lo que afirma la frase de Einstein, “No podemos resolver un problema con la misma lógica que lo creó”.
La solución es identificar los sesgos que aparecen en cada momento en tu mente, y en la cultura de las organizaciones, para desafiarlos con estos cuatro pasos:
En la Inteligencia Adaptativa es fundamental aprender a distinguir emociones y sentimientos, dos aspectos que están impregnados dentro de la mente subconsciente.
Las emociones son de corta duración y representan la respuesta permanente a lo que sucede: somos emociones viviendo, tomando decisiones, conversando e incluso conviviendo dentro de nuestra mente. A esto se suma el lenguaje y el cuerpo, como actores que ayudan a la expresión de las emociones.
Los sentimientos tienen más larga duración, y constituyen la forma de adherencia a las emociones que vamos sintiendo, prolongadas en el tiempo.
Cuando quieres cambiar la mentalidad puedes relacionar las situaciones con emociones contributivas, de apoyo y expansión. Son las que te impulsarán hacia adelante, en vez de estancarte en lo que pasó o en formas del estilo “esto siempre se hizo así y por eso no lo voy a cambiar”. Desafíate sin temores.
Como si fuese una nueva amistad que estás haciendo, los aprendizajes que surgen de aplicar la Inteligencia Adaptativa son los que te llevarán a un nivel de expansión novedoso.
Por ejemplo, la curiosidad y la intuición son dos herramientas fundamentales para poder desarrollar esta nueva inteligencia en ti y en tu entorno.
Recuerda que hay una gran diferencia entre formarse en algo, es decir, captar la información en un curso o carrera, por ejemplo.
En cambio, el aprendizaje que se da cuando internalizas aquello en lo que te has formado y lo pasas a la práctica, a la acción, lo pruebas, ensayas, te equivocas, corriges y avanzas.
Así se produce una de las dimensiones más importantes de la Inteligencia Adaptativa, que es la experiencia práctica.
Le llamo modelado a la habilidad que tenemos de formatear nuestro esquema de pensamiento para facilitar la adaptabilidad. Imagina que eres artista de la alfarería y que moldeas las piezas de acuerdo con tu gusto. Aquí tienes tres formas para lograrlo:
En cambio, cuando te eriges frente a la realidad con nuevas herramientas, sin excusas, asumiendo el rol protagónico que implica adaptarte a lo nuevo, empezarás a crear las condiciones para moverte, expandirte y conseguir más y mejores logros, sin sufrimiento de por medio.
La ejecutiva y autora Pearl Zhu, en su libro “100 ingredientes de creatividad”, afirma que “la adaptabilidad impone la creatividad, y la creatividad es adaptabilidad”, y que “una mente adaptativa tiene una mejor capacidad de aprendizaje”.
Esto significa, ni más ni menos, que cuanto más apliques la Inteligencia Adaptativa estás contribuyendo en más hacia las transformaciones que quieres ver plasmadas en la realidad en tu vida y en la sociedad, y no te quedarás simplemente en el cambio.