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El empresario más brutal de la historia: cómo la dinastía Vanderbilt perdió toda su fortuna

Fue la familia más rica del mundo, pero los nietos gastaron el dinero. Su historia es una lección básica para todas las empresas familiares.

La legendaria familia Vanderbilt.
La legendaria familia Vanderbilt. © Especial

Los Vanderbilt alguna vez fueron la familia más rica del mundo, pero seguramente no has escuchado mucho de ellos últimamente. A diferencia de otros nombres multimillonarios legendarios como los Rockefeller, hoy los Vanderbilt no son dueños de empresas, patentes o universidades.

En su momento de mayor poderío la familia Vanderbilt llegó a tener 200 millones de dólares en sus arcas, que, ajustados a la inflación, hoy serían 400 mil millones de dólares. De hecho, serían mucho más ricos que la familia más adinerada de la actualidad, los Walton.

¿Cómo fue que la familia que alguna vez tuvo más dinero que el Tesoro de Estados Unidos lo perdió todo?

Cornelius “El Comodoro” Vanderbilt

La familia Vanderbilt tuvo sus inicios con Cornelius Vanderbilt, un hijo de inmigrantes holandeses que llegaron a Estados Unidos persiguiendo el sueño americano en el siglo XIX. Su familia tenía dificultades económicas, por lo que el joven Cornelius tuvo que dejar de estudiar a los 11 años para trabajar en los ferris que conectaban a Nueva York con Staten Island.

Poco antes de cumplir 16 años, Cornelius hizo un trato con su mamá: Ella le prestaría 100 dólares (aproximadamente 2,300 dólares actuales) y él trabajaría un campo descuidado de 3.2 hectáreas que tenían para hacerlo productivo. La señora pensó que sería imposible, pero Cornelius organizó a todos sus amigos para labrar la tierra y el día de su cumpleaños entregó el terreno listo para cosechar.

Con ese préstamo de 100 dólares Cornelius fue al puerto para comprar un bote. Era tanto su entusiasmo por ser reconocido que otros marineros comenzaron a apodarlo “El Comodoro”, un sobrenombre que se le quedaría toda la vida.

Cornelius Vanderbuilt / Imagen: American Portrait Gallery

Cornelius comenzó a transportar pasajeros por 18 centavos el viaje. Fue en esa época cuando los barcos de vapor empezaron a ganar terreno y el joven empresario identificó la oportunidad. En pocos años “El Comodoro” había pasado de ser dueño de un bote a tener toda una flotilla.

Gracias a su astucia “El Comodoro” se volvió rico, pero tenía un problema: era un nuevo rico. No poseía un linaje ni la educación de la alta sociedad para ser aceptado en las esferas de poder de Nueva York. Sabiendo esto, el empresario regresó a la granja de sus padres, construyó una mansión gigante y desde ahí manejó su imperio.

A los 56 años, “El Comodoro” era el dueño de la compañía naviera más grande del mundo. Pero no era suficiente.

Apostarlo todo por una meta

En esa época Estados Unidos estaba a punto de entrar en su Guerra Civil y el clima político sugería que hacer grandes inversiones sería suicida. Cornelius hizo lo impensable. A sabiendas de que se estaba construyendo el primer tren transcontinental de la Unión Americana, “El Comodoro”, confiando ciegamente en su instinto, vendió todos sus barcos e invirtió todo en la industria ferrocarrilera. En los siguientes años los trenes serían fundamentales para transportar soldados, armamento y provisiones durante el conflicto.

Al finalizar la guerra, Vanderbilt era el hombre más rico de Estados Unidos gracias a una fortuna de 68 millones de dólares (sería un billonario en la actualidad).

El hombre era un empresario de temer que no dudaba en jugar sucio. Él era el dueño de la única vía ferroviaria que entraba a Nueva York y cuando sus competidores empezaron a robarle clientes, trató de hacerles pagar una cuota por cada pasajero. Estos jóvenes dueños de empresas se negaron y Vanderbilt puso un bloqueo en la vía para que ninguno de sus competidores pudiera salir o entrar del estado, haciéndoles perder millones de dólares.

Con estas pérdidas, los accionistas de las compañías rivales de Cornelius empezaron a vender sus participaciones en tiempo récord. Vanderbilt mandó a uno de sus hijos a Wall Street a comprar todas las acciones posibles y en cuestión de días, la familia se había adueñado de las empresas de sus competidores.

Los Vanderbilt poseían el monopolio de vías ferroviarias en Estados Unidos. Construyeron estaciones monumentales como la icónica Grand Central Station de Nueva York que sigue en pie y en marcha hasta nuestros días.

El heredero al que no querían

Cuando Cornelius tenía 71 años de edad comenzó a pensar en quién sería su sucesor en la empresa familiar. Su hijo favorito, George, había muerto en la guerra y ahora solo le quedaban sus otros dos hijos: William y Cornelius Jr. Ninguno de los dos era bueno con las finanzas, pero “El Comodoro” tenía que elegir. Fue así que designó a William, el mayor, como el encargado de continuar con su legado.
Cornelius Vanderbilt murió a los 82 años con una fortuna de 100 millones de dólares (unos 2.7 mil millones de dólares modernos). Todo este dinero fue heredado a su hijo William Vanderbilt para que lo administra. Antes de fallecer, el patriarca le dijo:

“Cualquier bobo puede crear una fortuna, pero se necesita un hombre con cerebro para mantenerla”.

William “Billy” Vanderbilt era el hijo menos querido de “El Comodoro”. Su padre lo menospreciaba tanto, que cuando se casó lo mandó a vivir a una granja para no verlo. Sin embargo, cuando su hermano George falleció y Cornelius lo mandó llamar para entrenarlo.

Cuando el patriarca murió, Billy demostró su tremenda habilidad para hacer negocios y networking. Gracias a sus asociaciones (y a un carácter más amable que el de su padre), en tan solo ocho años el heredero Vanderbilt dobló la fortuna familiar. Vendió parte de las vías ferroviarias y de Grand Central Station e invirtió en bonos gubernamentales.

William Vanderbilt / Imagen: Harper’s weekly

Billy nunca fue un empresario de sangre fría como su padre. Lo único que deseaba era vivir en paz con su familia. Odiaba ser el hombre más rico del mundo e incluso solía decir que “No cruzaría una calle solo para ganar un millón de dólares”.

Cuando llegó el momento de retirarse, Billy dividió la fortuna Vanderbilt entre sus dos hijos. Lo que no sabía es que él sería el primer y último heredero Vanderbilt en hacer crecer la fortuna familiar. Sus hijos y nietos se dedicarían a despilfarrar sus herencias.

Alva Vanderbilt, la que quería ser aceptada por la alta sociedad

El nieto de Cornelius Vanderbilt, William Kissam Vanderbilt, se casó con una mujer llamada Alva. Se puede decir que el ocaso de la familia comenzó con ella.

Cuando Alva se casó con William, la familia Vanderbilt, aunque multimillonaria, no era parte de la alta sociedad de Nueva York. Sus miembros eran vistos como nuevos ricos sin la sofisticación necesaria para pertenecer a las listas de familias importantes de la zona. Esto era inaceptable para Alva.

Alva Vanderbilt / Imagen: Granger Historical Picture Archive 

La mujer se enfocó en organizar una fiesta masiva y llena de elegancia para reintroducir a la familia Vanderbilt en sociedad. El evento tuvo más de mil invitados y costó 6 millones de dólares. Y así, los Vanderbilt se volvieron parte de la clase alta.

Sin embargo, ser de la high social significa mantener cierto estilo de vida. Alva siguió gastando el dinero para cultivar la imagen de la dinastía. Construyó una mansión gigantesca en el campo y compró un yate de 500 mil dólares con su nombre.

Cualquier dinero que los hijos de Billy podían sumar a las arcas familiares, Alva lo gastaba para mantener el “buen nombre” de los Vanderbilt.

Los problemas se presentaron cuando Alva comenzó a gastar más dinero del que los Vanderbilt generaban y las nuevas generaciones de la dinastía comenzaron a seguir su ejemplo.

El dinero se fue volando

Los gastos de la familia no tenían ninguna función empresarial. En alguna ocasión la familia compró toda una cuadra en la 5a. Avenida en Nueva York para hacerla una mansión gigante. Afortunadamente, se decidieron a “solo” hacer dos mansiones medianas.

Se cuenta que cuando un joven Vanderbilt heredó 15.5 millones de dólares, celebró perdiendo 70 mil en una sola apuesta. No es de sorprender, ya que la tercera y cuarta generación de los Vanderbilt solo sabían hacer una cosa: gastar.

Viajaban por todo el mundo disfrutando del dinero que “El Comodoro” y Billy habían hecho con tanto trabajo. El problema era que ninguno de ellos hacía nada para aumentar las ganancias y no se daban cuenta de que el mundo estaba cambiando.

Durante el siglo XX, los Vanderbilt se vieron golpeados por la llegada de los impuestos modernos, la Gran Depresión y la popularidad de los automóviles como método de transporte. La gente simplemente ya no tenía que viajar en tren, pero la familia no había diversificado sus inversiones.

Después de la Segunda Guerra Mundial, los Vanderbilt vendieron lo que les quedaba de propiedad de la Grand Central Station, pero jamás invirtieron su dinero en nuevos negocios o industrias para refrescar sus fuentes de ingresos. Gastaron tanto que, para la reunión familiar Vanderbilt de 1973, ni uno solo de ellos poseía un millón de dólares.

La última figura de importancia de la familia fue Gloria Vanderbilt, una popular diseñadora de modas que trabajó duro a sabiendas que solo tenía un apellido que sonaba rico, pero no lo era. Cuando tuvo un hijo, desde pequeño le enseñó que no había herencia ni fideicomisos para facilitarle la vida y que tendría que trabajar muy duro para forjarse una carrera. Ese joven es el popular periodista estadounidense de CNN Anderson Cooper.

Gloria Vanderbilt con sus hijos Anderson y Cartewr / Imagen: Librería Universidad Cornell

Mala planeación, poca diversificación y un gusto desmesurado por las apariencias fue lo único que se necesitó para que en solo 150 años la dinastía Vanderbilt lo perdiera todo.

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autor Martha Elena Violante (March Violante) es editora en jefe y cofundadora de Emprendedor.com y tiene más de 10 años de carrera en periodismo digital. Ha entrevistado a figuras de la talla de Randi Zuckerberg, Daniele Lamarre, Zoe Saldana, entre otros. Ha trabajado en medios como Entrepreneur en Español e Inglés, Alto Nivel, Cine PREMIERE, México Desconocido, entre otros. "Somos emprendedor.com"