



Imagínalo cabalgando por las sierras, moreno como la tierra, con la mirada encendida y la voz de promesa: ese fue Vicente Guerrero, insurgente tenaz y primer presidente afromexicano de México. De orígenes humildes, forjó su leyenda en guerrillas y tratados, y alzó la espada del abolengo que abrió paso a la libertad y la igualdad.
Vicente Ramón Guerrero nació el 10 de agosto de 1782 en Tixtla, Guerrero, fruto de un padre afromexicano y una madre indígena nahua. Creció ayudando en el negocio familiar de mulas, lo que le permitió conocer el terreno y las lenguas del sur, herramientas que más adelante usaría contra el dominio español.
Cuando México despertó en revuelta, Guerrero se unió al movimiento liderado por Morelos, destacándose en campos de batalla como Izúcar y la resistencia tras la caída de Cuautla. Usó la guerra de guerrillas para mantener vivo el fuego rebelde hasta consumar la independencia.
Ascendido presidente en abril de 1829, Guerrero impulsó, con conciencia social y coraje político, la abolición de la esclavitud el 15 de septiembre de ese mismo año. Fue un decreto simbólico que buscó encarnar la igualdad consagrada en el ideal independentista.
Guerrero gobernó apenas ocho meses. La oposición conservadora y la economía vacía conspiraron en su contra, y una rebelión liderada por su vicepresidente Anastasio Bustamante lo obligó a renunciar.
Sin rendirse, se refugió en el sur, proclamando “la patria es primero”.
En 1831 fue capturado mediante artimañas y fusilado en Cuilápam, Oaxaca. Terminado el conflicto, en 1842 sus restos fueron trasladados a la Ciudad de México. Hoy su vida es memoria viva en el estado que lleva su nombre, monumentos, y en la justicia social por la que luchó.
Vicente Guerrero fue más que un militar: fue la encarnación de un México mestizo y resiliente. Su presidencia y su abolición de la esclavitud encendieron una chispa de justicia que sigue viva. En el México actual, su ejemplo inspira las luchas por inclusión y equidad: su historia nos enseña que la patria es de todos, sin importar el color ni el origen.