Empujada por los efectos económicos de distintos países —Brasil y México, a la cabeza—, América Latina se ha convertido en uno de los mercados más dinámicos. Según datos de CB Insights, las startups latinas ya han recaudado 9.3 mil millones de dólares en los primeros seis meses del 2021 a partir de 414 acuerdos. Solo en el 2020, las nuevas empresas en la región recaudaron 5.3 mil millones, lo que refleja un crecimiento exponencial en el año actual.
Por su parte, el desarrollo de América Latina tiene un correlato en la competencia en los Estados Unidos, que se ha vuelto mucho más intensa. Los inversionistas cuentan con más dinero, por un lado, y cada vez es más caro invertir dentro de ese país, por el otro.
Por este motivo, los fondos de inversiones de riesgo buscan diversificar sus portafolios con oportunidades de alto potencial en otras regiones como Latinoamérica. Mientras que, en paralelo, también crece el número de fondos de inversión locales.
Sin embargo, según un estudio realizado por McKinsey, a medida que las startups crecen, se hace más complejo acceder a nuevas rondas de inversión en Latinoamérica, y aquí es donde entra en juego cómo una empresa puede ser realmente competitiva y diferenciarse para atraer inversiones. De eso hablaremos en esta columna.
En el último informe entregado por The Venture City, donde se hace un análisis del comportamiento del capital de riesgo en los Estados Unidos, Europa y América Latina, se evidencia que las startups están batiendo récords en lo que respecta a cantidad de rondas levantadas y montos en cuestión.
Este aumento récord representa un incremento anual total en estas tres regiones del 491 % en comparación con el segundo trimestre de 2020. Ahora bien, al medir los rendimientos en las diferentes regiones de forma individual en relación con el mismo período del año pasado, la financiación de riesgo en los Estados Unidos aumentó un 128%; en Europa aumentó un 239 por ciento; y en América Latina aumentó un 454 el valor de la transacción en Europa ascendió a 33 mil millones, que es un máximo histórico. Siguiendo esa tendencia, Estados Unidos superó los 80 mil millones en el segundo trimestre, mientras que Latinoamérica alcanzó los 7.2 mil millones en financiamiento, que es un aumento sin precedentes y sin duda un trimestre récord para la región. Esto demuestra el increíble ritmo que la industria está experimentando un repunte en los inicios de la era posterior al Covid y nos permite sostener que nuestra región está viviendo un momentum único.
Por ejemplo, según el portal especializado Fintech Switzerland, en cuatro años, se duplicó la existencia de bancos digitales en América Latina al reportar 52 nuevas firmas, principalmente en México y Brasil. Esta evolución en las herramientas digitales alcanza a los aspectos financieros en un sector tan estratégico como el de las pequeñas y medianas empresas.
Datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) muestran que las pequeñas y medianas empresas representan hasta el 99.5 por ciento del número total de compañías existentes en 2019 en América Latina, las cuales generaron el 60 por ciento de los puestos de trabajo en la región.
Hablamos de un mercado que, si bien es señalado como emergente, logra una mayor proyección que va de la mano con el desarrollo tecnológico y los indicadores de crecimiento en los que respecta a la adopción de estas tecnologías en el día a día de las personas y las empresas. El estudio Latin America Digital Transformation Report de 2020, por ejemplo, concluye que la Latinoamérica logró crecer o potenciarse hasta en un 63 % desde 2003 en lo que respecta a transformación digital. Si retomamos la comparación con Estados Unidos, esto resulta muy superior en contraste con el crecimiento del país norteamericano, que lo hizo solo al ritmo del 11 % durante el mismo periodo, mientras que la economía de China alcanzó cifras del 40 por ciento.
En lo que respecta a este último país, según el World Economic Forum, el gigante asiático aceleró sus inversiones en América Latina y el Caribe, convirtiéndose en la tercera fuente de inversión en las economías de la región. Entre 2015 y 2020, empresas privadas y paraestatales invirtieron alrededor de 74,850 millones de dólares en los países latinos. En particular, China se enfocó en tres economías durante la pandemia: Chile, Colombia y México. Estos concentran cerca del 77 % de su inversión. En comparación, entre 2010 y 2014 Argentina y Brasil atrajeron 6 de cada 10 dólares invertidos por empresas chinas en la región.
Esto empuja a nuestras pymes a estar a la vanguardia. Para ellas, la digitalización de sus diferentes procesos se ha convertido, más que en un valor agregado, en un requisito para alcanzar verdaderos niveles de competitividad. El de la tecnología se coloca como un mercado muy prometedor en la medida en que el mundo precisa soluciones cada vez más innovadoras.
La necesidad que las empresas tienen de ser más productivas hace que este sea el momento y el foco perfectos para resolver problemas de mayor valor cada vez.
El boom de inversión de capitales en negocios tiene el ojo puesto, por ejemplo, en las fintech, compañías que llegan a un mercado que, durante el primer semestre de 2021, alcanzó inversiones por hasta 7 mil 500 millones de dólares, según datos de la firma Latinoamérica Fintech Hub. Y, de acuerdo con el sitio especializado PitchBook, capitales de riesgo invirtieron hasta 8.8 mil millones de dólares en startups del sector fintech en América Latina, lo que equivale a una importante inversión y da muestra del atractivo del sector.
En este contexto, las pymes que más crecen son aquellas orientadas al mercado B2B, en particular, las que ofrecen soluciones de cobro y pagos, servicios TI, servicios de consultoría legal, tecnología para la gestión de marketing, ventas y logística, herramientas digitales para la gestión de documentos y flujos de trabajo, entre otros.
¿Por qué razones es posible pensar en un impulso para el sector de las pymes gracias al desarrollo tecnológico? Entre otros motivos, porque la integración de tecnología como herramienta para las pequeñas y medianas empresas de América Latina brinda la posibilidad de agregar competitividad y otorgar un mayor dinamismo en las distintas organizaciones: un mundo de oportunidades se abre en la medida en que el desarrollo tecnológico provee a las empresas de nuevas recursos para el trabajo y para la optimización de sus procesos, los cuales ayudan a maximizar sus posibilidades financieras.
El potencial de las Pymes en una amplia región conformada por treinta y tres naciones representa grandes oportunidades para la cantidad de compañías que aglutina el mercado latinoamericano.
Según estimaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) se prevé un crecimiento de 5.2 por ciento para 2021, si se compara con el año previo y de acuerdo con los ajustes derivados de la pandemia de Covid 2019.
Una parte importante del valor de las pymes radica en que representan un motor de desarrollo elemental en nuestros países, y ese crecimiento está subordinado, principalmente, a la adopción digital, que se debe reflejar tanto en la atención a clientes como al interior de las tareas de las compañías.
Todos estos indicadores muestran una clara tendencia que se dirige hacia la adopción ininterrumpida de herramientas digitales. Acciones tan importantes y esenciales para toda empresa que se pueden digitalizar, tales como la gestión de recursos, el pago y el cobro de proveedores y de clientes, el manejo de caja, la programación de impuestos, son hoy una realidad.
Si se cruzan los datos expuestos, es posible observar el campo de posibilidades que representa la integración de aplicaciones móviles y otras herramientas digitales destinadas a las acciones financieras, transacciones bancarias, transferencias, remesas, cobranza y demás acciones relacionadas con flujos financieros. América Latina se posiciona, en suma, en un mercado en donde podrán converger la creatividad y la búsqueda de soluciones tecnológicas con el apoyo de las inversiones de capitales de riesgo.
El desafío es convertirnos en una región que adopta las nuevas tecnologías para impulsar nuestros sectores empresariales o solo ver pasar las mejores oportunidades como observadores pasivos del momento de innovación que el mundo está experimentando.
