
En México carecemos de información sistemática y comparable sobre innovación empresarial.
La innovación se ha convertido en un mantra recurrente en el ámbito de los negocios. Bajo su paraguas caben todo tipo de actividades relacionadas con la creación de nuevos productos, servicios y modelos de negocio. Sin embargo, el reciente Premio Nobel de Economía 2025, otorgado a Philippe Aghion, Peter Howitt y Joel Mokyr, nos recuerda que innovar es mucho más que eso: es el verdadero motor del crecimiento sostenido de los países. Su investigación demuestra que el progreso económico surge de la “destrucción creativa”, es decir, de la capacidad de generar algo nuevo y reemplazar lo obsoleto.
Con todo, la innovación no se da por generación espontánea; deben existir instituciones que fomenten la competencia, el conocimiento y el dinamismo empresarial.
Para conseguir innovar tampoco basta con proponérselo. Como toda actividad estratégica, la innovación debe medirse. Esto incluye identificar los factores que la hacen posible y los resultados que genera. Solo así las empresas podrán pasar del discurso inspirador a una gestión efectiva de la innovación y de su impacto real en la economía.
Para ello, es necesario evaluar los dos planos en los que opera la innovación y cómo se retroalimentan:
Un marco de medición nacional permite observar si el tejido empresarial está construyendo capacidades esenciales —inversión privada en I+D, adopción tecnológica o formación de capital humano especializado— y si esas capacidades se traducen en acciones concretas como impulsar el emprendimiento corporativo, las compras públicas innovadoras, la transferencia tecnológica y el capital de riesgo.
Como resultado, aumenta la productividad sectorial, la complejidad económica, el empleo de calidad y las exportaciones de mayor valor agregado. Los países que han conseguido mejorar su productividad en décadas recientes construyeron sistemas de datos para ver, con granularidad, qué funciona y dónde intervenir.
Las compañías que dominan la innovación generalmente miden factores como la gobernanza, los portafolios, el aprendizaje, los ingresos, la cooperación con startups y centros de investigación, etc. Esta disciplina exige tableros comparables entre unidades de operación y el mercado, y una jerarquía clara de métricas, dado que sin esa arquitectura la innovación queda al vaivén de anécdotas.
En México, carecemos de información sistemática y comparable sobre innovación empresarial. Si bien existen algunos esfuerzos valiosos —encuestas transversales, estadísticas de ciencia y tecnología—, dichas mediciones no conectan de forma explícita lo que hacen las empresas con los resultados obtenidos cuando hablamos de innovación.
En la práctica, esto significa que tanto líderes del sector privado como público toman decisiones con cifras incompletas o, en el peor de los casos, sin cifras.
Para contribuir a cerrar esa brecha, el estudio “Radiografía de la innovación corporativa en México”, impulsado por EGADE Business School del Tecnológico de Monterrey, busca entender y mapear cómo innovan las empresas y qué mecanismos están realmente asociados con mejores resultados. Este proyecto propone evaluar, con base en tres pilares —habilitadores, mecanismos y resultados—, a una muestra de empresas medianas y grandes del país.
La metodología combina encuestas a líderes de innovación con casos de estudio de compañías destacadas. Su objetivo es construir un análisis comparativo a escala nacional y, a partir de él, identificar patrones claros: desde organizaciones líderes en innovación hasta seguidores frugales, gigantes dormidos o empresas francamente rezagadas. Esta clasificación no es un fin en sí mismo, sino una guía para orientar inversiones, capacidades y políticas que fortalezcan el ecosistema de innovación.
Los resultados de este estudio permitirán a los directivos empresariales y a los responsables de la política pública:
La innovación no es mística: es medible, comparable y gestionable. Y México necesita —con urgencia— pasar de las intenciones a los datos. El estudio “Radiografía de la innovación corporativa en México” nace para eso: para abrir la “caja negra”, identificar lo que funciona y acelerar el crecimiento empresarial que el país merece.


