



Los ajolotes ―esos carismáticos anfibios originarios de Xochimilco― vuelven a sorprender a la ciencia: un equipo liderado por el biólogo James Monaghan de la Northeastern University descubrió la “brújula química” que permite a estas criaturas regenerar extremidades y órganos completos con precisión milimétrica.
El secreto reside en un gradiente de ácido retinoico (RA) que actúa como GPS celular; cuando la enzima que lo degrada se bloquea, los ajolotes “arman” las piezas equivocadas. El hallazgo abre nuevas vías para la medicina regenerativa humana.
El ajolote puede volver a formar patas, cola, corazón, pulmón e incluso porciones de cerebro sin cicatrices. Esto lo convierte en el modelo de oro para estudiar regeneración, aun cuando la especie está en peligro crítico en la naturaleza.
Monaghan mostró que las células del muñón “leen” cuánta RA hay para saber si deben construir un dedo, una mano o todo un brazo. Al añadir RA extra en la zona de la mano, los animales desarrollaron una extremidad duplicada: prueba de que la molécula dicta la identidad del tejido.
La precisión depende de CYP26B1, la enzima que destruye el exceso de RA. Si se inhibe, el gradiente se distorsiona y la extremidad se regenera con segmentos fuera de lugar —por ejemplo, un hueso del brazo donde debería ir un dedo—.
El equipo creó ajolotes transgénicos que emiten fluorescencia al detectar RA. Así filmaron en tiempo real cómo el gradiente aparece y desaparece durante el proceso, revelando la coreografía química que orquesta la reconstrucción.
Otros estudios recientes muestran que una lesión en la cola activa neuronas a distancia en el cerebro, indicando que la regeneración implica comunicación sistémica y no solo local.
Para las personas, perder un brazo implica cirugía y prótesis; para el ajolote, es cuestión de meses. Si se descifra cómo regular RA y enzimas como CYP26B1 en tejidos humanos, podríamos impulsar la reparación de hueso, piel e incluso órganos internos.
Para saber más: La UNAM estima que ajolote desaparecerá de Xochimilco en 2025
Comprender el “mapa químico” que guía a los ajolotes a reconstruirse acerca a la medicina a un viejo sueño: activar la capacidad latente de regeneración en los seres humanos. El viaje apenas empieza, pero cada molécula descifrada acerca un futuro donde amputaciones y daños severos ya no sean permanentes.