



Más allá de los momentos coyunturales de un país o globales, sigue totalmente vigente la famosa estadística que indica que 9 de cada 10 empresas cierran antes de cumplir sus primeros cinco años.
Si le agregamos que, en promedio, en países hispanos se pierde un 40% del tiempo en reuniones ineficaces, con el dinero y esfuerzo que esto significa, no hay que ir demasiado lejos para saber que la desorganización es uno de los peores males que afectan a todo tipo de iniciativas.
Cuando se pone en marcha un proyecto de negocio, muchas veces se da prioridad al aspecto creativo y de producto o servicios, y luego se ve la necesidad de prestar especial atención al servicio al cliente.
Sin embargo, la estructura interna es la que, por lo general, no ha terminado de ser diseñada ni de consolidarse, y esto puede atentar contra el funcionamiento de la empresa.
Para quienes conforman la organización, desde la alta dirección y todos los puestos laborales, convivir en estos entornos corporativos resulta sumamente complejo, porque la falta de planes, de estrategia, y de una estructura clara y funcional lleva al estrés, a la confusión de roles y a las tareas duplicadas, por mencionar algunas manifestaciones.
Algunos síntomas de las empresas desorganizadas son:
De todo este cocktail surge un nuevo género dramático del mundo empresarial: el “Organidrama”.
Le llamo así al conjunto de síntomas de cualquier empresa donde la mesa directiva no tiene una estrategia ni rumbo claro, y quienes trabajan allí no saben el propósito y solo se limitan a recibir indicaciones verticalistas de jefes que no saben liderar.
He intervenido acompañando en su ordenamiento a empresas de distintas industrias donde el organidrama se había instalado como una forma de gestión. En algunos de casos, ese estado de las cosas se produjo por efecto de las famosas crisis de crecimiento.
Ahora que ya sabes lo que es el organidrama, ¿Será acaso una manifestación de la teoría del caos controlado? ¿Se genera este estado interno a propósito, para que nadie sienta la más mínima seguridad en su rol, y eso genere sospechas, confrontaciones y dudas permanentes?
Porque cuando una organización es manejada en forma caótica está en un estado de revolución permanente, vive en la incertidumbre e inestabilidad, y le parece natural que el día a día se desenvuelva en medio de la crisis permanente.
Otro aspecto relevante es el de que muchas personas se agotan, sufren de estrés sostenido en el tiempo, que puede derivar en el síndrome de Burnout, y hay frecuentes estallidos emocionales como el enojo, la ira y la competencia más cruel.
Cualquier empresa, si lo desea firmemente, puede disolver el problema del caos y el desorden si se propone encararlo con contundencia, coherencia y consistencia.
¿Quiénes pueden ayudar? Asesores de negocios, expertos organizacionales y de gestión del talento, incluidos coaches empresariales y mentores, son algunas de las profesiones apropiadas para acompañar a la alta dirección en este proceso de reordenamiento del caos.
Con un plan sólido, concreto, medible, consensuado y bien comunicado internamente, contribuirán para que, progresivamente, se implanten las mejoras generales y por áreas.
En base a la experiencia con clientes, recomiendo que siempre se considere una mirada de 360 grados, que incluya a todos los niveles en las decisiones que se tomen.
De esta forma se logrará que se incrementen los niveles de adhesión, confianza y participación activa, para que, en el tiempo, la transformación deseada sea una realidad.
Así, la empresa empezará a vivir en una nueva cultura de mayor impacto positivo y alta productividad.