



Si hablamos de comercio electrónico, México es el segundo mayor mercado online de la región, solo por detrás de Brasil. Durante 2024, el e-commerce nacional superó los 97 mil millones de dólares en ventas (en cifras de PCMI / Banco Mundial). Comprar desde una app o navegador ya no es exclusivo de los jóvenes ni de las grandes ciudades; es parte del día a día para millones de mexicanos.P ero junto al crecimiento del consumo también crece la amenaza del fraude online.
En México, cerca del 2.8% de las transacciones terminan en chargeback por fraude. Para ponerlo en perspectiva: mientras que en países como Alemania o Estados Unidos ese número es de apenas 0.5%, aquí estamos casi seis veces por encima de esa cifra.
¿La razón? Una mezcla de alta bancarización con baja cultura digital, una infraestructura tecnológica aún fragmentada y una estrategia de prevención que, en muchos casos, sigue basada en apagar incendios, no en anticiparse al humo.
La ironía es que en este escenario, el miedo al fraude está provocando un daño mayor que el fraude mismo. Muchas tiendas online, en su afán de protegerse, rechazan transacciones legítimas por error. Es decir: clientes buenos expulsados por sistemas mal calibrados. Y esto cuesta. Porque cada carrito que se queda sin convertir, cada cliente que no vuelve, es una pérdida invisible… pero muy real.
El impacto financiero es demoledor. Según datos recientes del estudio El Impacto del Fraude Online en América Latina, el costo total del fraude online (incluyendo tanto las pérdidas por estafas como los gastos en prevención) puede representar hasta el 1.9% de los ingresos de una tienda online. Pero la buena noticia es que también hay una enorme oportunidad:
La mejora de la conversión de los carritos tiene un impacto directo y exponencial en la rentabilidad de la tienda: una mejora de 5 puntos porcentuales en la conversión puede aumentar su rentabilidad operativa hasta en un 50%.
Reducir a la mitad los costos asociados al fraude puede elevar el margen operativo en un 30%.
La clave está en una prevención inteligente. No se trata solo de frenar al estafador, sino de no castigar al cliente honesto. Para lograrlo, es necesario adoptar soluciones basadas en análisis de datos, inteligencia artificial, machine learning y calibración continua. Soluciones que comprendan el contexto local, que aprendan del comportamiento del consumidor mexicano, y que se ajusten dinámicamente para interpretar el riesgo real de cada transacción de forma ajustada y precisa.
La prevención del fraude ya no puede verse como un gasto inevitable. Es una herramienta de negocio, una ventaja competitiva.
Por eso, las empresas que lo entiendan y actúen a tiempo podrán no solo proteger sus ingresos, sino multiplicarlos.
En esta nueva etapa del comercio digital, crecer no será solo cuestión de vender más. También será cuestión de perder menos.
Y en la lucha contra el fraude, la pasividad no es prudencia: es pérdida asegurada.