



Dicen que una niña en México veía el mundo con ojos de científico. Sin embargo, se le cerraban las puertas del conocimiento. Matilde Petra Montoya Lafragua nació entre susurros de igualdad y curiosidad; pero fue su valentía la que rompió los muros del siglo XIX y le permitió convertirse en la primera mujer médica de México.
Nacida en la Ciudad de México el 14 de marzo de 1859, Matilde Montoya creció rodeada de libros detrás de muros que limitaban sus aspiraciones. Al fallecer su padre, su madre la impulsó a estudiar, y a los 16 años obtuvo su título como partera, ejerciendo en Cuernavaca con tanto éxito que despertó tanto admiración como sospechas: se le calificó de masón o protestante, y tuvo que desplazarse a Puebla para continuar sus prácticas.
En 1882, con solo 24 años, Montoya pidió ingresar a la Escuela Nacional de Medicina. Fue rechazada por ser mujer, pero perseveró, escribiendo al presidente Porfirio Díaz. Él intervino, y le permitió presentar examen; el 11 de enero de 1883 quedó oficialmente inscrita, convirtiéndose en la única mujer estudiante de medicina en ese momento.
El 24 de agosto de 1887, frente a críticos y detractores, presentó su examen profesional: recibió su título de Médica Cirujana y Partera en una ceremonia donde incluso Porfirio Díaz y su esposa le expresaron felicitaciones, lo que marcó un hito histórico.
Matilde ejerció la medicina sin olvidarse de sus principios: mantuvo un consultorio gratuito para los más necesitados y otro de pago, siempre equilibrado con la ética. Además, fundó la Liga Médica Humanitaria con consultorios nocturnos y perteneció a asociaciones feministas como la Asociación de Médicas Mexicanas y el Ateneo Mexicano de Mujeres.
Sus logros no solo eran médicos, también simbólicos: desafió normas que consideraban que el estudio causaba “anemia o fragilidad” en las mujeres, proponiendo que las mexicanas podían estudiar sin perder su esencia.
Su batalla marcó el despertar intelectual de múltiples generaciones.
Además de su práctica médica, Montoya fundó talleres y escuelas para hijas de obreras. Formó parte activa del Ateneo Mexicano de Mujeres, dejando una huella en el fortalecimiento del feminismo profesional en México.
Murió el 26 de enero de 1938, a los 79 años. Hoy, su legado es parte de la memoria nacional: honra a las pioneras de la salud pública y es recordada como símbolo de obstinación, principios y visión de un México más equitativo.
Matilde Montoya salió del anonimato de su época para abrir el camino que hoy recorren miles de mujeres en Medicina. Con su tenacidad derribó barreras de género y trayectorias académicas, y puso en práctica una medicina con rostro humano. Recordarla es sembrar valor, dignidad y mejores oportunidades para las futuras generaciones.