



En un continente donde menos del 35% de los profesionales STEM son mujeres, Laboratoria ha logrado algo extraordinario: formar a miles de mujeres latinoamericanas para conquistar el mundo digital. Desde hace una década, esta organización —hoy dirigida en México por Úrsula Quijano— impulsa el talento femenino en tecnología, rompe estigmas y demuestra que la inclusión también es una palanca de innovación.
Laboratoria nació hace una década en Perú con una misión clara: formar a mujeres con talento y potencial, pero sin acceso a oportunidades laborales, para insertarlas en la economía digital. Hoy opera en México, Colombia, Chile, Brasil y Perú, y es considerada uno de los emprendimientos sociales más influyentes de la región.
“Queríamos cambiar la historia de las mujeres en la región. Vimos una brecha enorme en el sector tecnológico y decidimos actuar”, explica Úrsula Quijano, directora de Laboratoria México.
El impacto de su método se mide en resultados: más de 4,000 egresadas han triplicado sus ingresos al insertarse en la industria tecnológica, muchas en empresas como Google, IBM, Globant o Accenture.
Laboratoria no solo enseña programación, UX o análisis de datos, sino también autoconfianza, liderazgo y habilidades de empleabilidad, pilares que fortalecen la autonomía económica de las mujeres.
“No se trata solo de ganar más dinero, sino de ganar seguridad y propósito”, explica Quijano.
Durante ocho años, el famoso bootcamp de Laboratoria fue su fórmula estrella. Sin embargo, los cambios del mercado —especialmente el auge de la inteligencia artificial y la automatización— obligaron a repensar el modelo.
“Antes nuestras egresadas conseguían trabajo tras siete entrevistas; hoy el mercado exige hasta cincuenta”, reconoce Quijano.
Ante esa realidad, Laboratoria lanzó su programa “Activa tu carrera”, que se enfoca en fortalecer la resiliencia, la empleabilidad y las habilidades digitales que permiten adaptarse a entornos cambiantes.
La irrupción de la inteligencia artificial ha transformado el panorama laboral. Según la UNESCO, el 75% de los empleos emergentes estarán relacionados con ciencia y tecnología, pero solo una de cada tres mujeres tiene acceso a educación STEM.
Por eso, Laboratoria busca preparar a sus alumnas para aprender a aprender, más que para dominar una sola herramienta. “No sabemos qué lenguaje de programación dominará en seis meses, pero sí cómo preparar a las mujeres para que puedan adaptarse a cualquiera”, subraya Quijano.
Laboratoria ha tenido un papel clave en reducir la brecha de representación femenina en tecnología en América Latina. Sus egresadas han pasado de puestos junior a roles de liderazgo en empresas tecnológicas y startups regionales.
“La clave es que ya no solo entran al mercado digital; ahora lo transforman desde dentro”, afirma Quijano.
De acuerdo con datos de ONU Mujeres, si la participación laboral femenina en STEM alcanzara la paridad, el PIB regional crecería un 11% adicional.
Para Quijano, el secreto del éxito de Laboratoria está en su liderazgo colectivo y honesto.
“Las fundadoras —Gabriela Rocha, Mariana Costa y Chamo Arrieta— han sabido mantener la visión y la coherencia incluso en los momentos difíciles”, comenta. Durante la pandemia, la organización tuvo que suspender su bootcamp tradicional, pero la comunidad y su propósito la mantuvieron viva.
“Laboratoria es resiliente porque las mujeres lo somos”, afirma.
A diferencia de otros programas, Laboratoria combina formación técnica con habilidades blandas y liderazgo personal.
“Las empresas buscan a personas capaces de comunicarse, negociar, resolver conflictos o manejar equipos diversos. Las habilidades humanas son el verdadero diferenciador”, explica Quijano.
Las egresadas aprenden a tomar decisiones, liderar proyectos y hablar con convicción, capacidades cada vez más valoradas en la economía del conocimiento.
Uno de los casos que más conmueve a Quijano es el de Sofía Mejía, egresada de Laboratoria y hoy consultora de inteligencia artificial conversacional en Google.
“Hija de comerciantes informales, Sofía rompió el ciclo de precariedad laboral y hoy da conferencias en Estados Unidos”, cuenta. “Ella no solo consiguió el trabajo de sus sueños, sino que ahora inspira a otras mujeres a hacerlo también”.
A pesar del éxito, Laboratoria enfrenta desafíos globales. “El contexto político internacional ha puesto a prueba las iniciativas de diversidad e inclusión. Nos obliga a ser estratégicas y sensibles”, dice Quijano.
Internamente, el reto es crecer sin perder calidad: la meta es impactar a 100 mil mujeres en la próxima década, empezando por 500 nuevas participantes en 2025.
Al preguntar a Quijano por el legado de Laboratoria, no duda: “Hemos demostrado que la movilidad social y la inclusión son el motor de una América Latina más diversa, más fuerte y más humana”.
Para las emprendedoras, su mensaje es claro: el futuro no se programa solo con código, sino con empatía, liderazgo y visión colectiva.
Laboratoria es hoy uno de los ejemplos más inspiradores de cómo la educación, la tecnología y la empatía pueden transformar la vida de miles de mujeres.
A diez años de su fundación, este emprendimiento social se ha convertido en un símbolo del nuevo liderazgo femenino en STEM y en una prueba de que cuando las mujeres avanzan, la región entera progresa.