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El queso de bola, también conocido como queso Edam, es mucho más que un ingrediente en Yucatán: es el alma de platillos como las marquesitas, el queso relleno y las empanadas de chaya. Sin embargo, en los últimos meses, este producto ha pasado de ser un básico de la gastronomía local a convertirse en un lujo casi inalcanzable.
La crisis se ha desatado por una combinación de factores: un aumento de la demanda y problemas logísticos en la cadena de importación, principalmente. También han afectado los recientes aranceles comerciales impuestos por Estados Unidos, que han encarecido el producto y reducido su disponibilidad.
Los precios se han disparado más del 100% en apenas cinco meses, alcanzando hasta los $800 pesos mexicanos por pieza. Esto ha encendido las alarmas entre comerciantes, restauranteros y consumidores, que reportan escasez y dificultades para mantener sus menús tradicionales.
Por su parte, los consumidores expresan su preocupación y nostalgia ante la posible desaparición de sabores emblemáticos. Esta crisis afecta no solo el bolsillo, sino también la identidad culinaria de la región, poniendo en jaque a emprendedores y empresarios que dependen de este insustituible ingrediente.
En un recorrido reciente por los mercados tradicionales de Mérida, comerciantes confirmaron que el precio del queso de bola ha alcanzado cifras récord. Actualmente, una pieza completa se vende entre $700 y $800 pesos, y la media pieza ronda los $370 pesos.
Esto representa un incremento de más del 100% respecto a los $350 pesos que costaba en enero de este año.
“Por los aranceles, está tardando en llegar (el queso de bola) porque no quieren pagar, es el único problema que hay. Sí hay el producto pero Holanda tiene que pagar a Estados Unidos. Baroudi, la empresa tiene que pagar a Estados Unidos”, señala Alicia Guadalupe, una comerciante del mercado citada por Infobae.
La situación ha obligado a restaurantes y negocios de comida a limitar la oferta de platillos tradicionales o aumentar los precios de sus menús, afectando directamente a sus ventas y a la satisfacción de los clientes. El temor de quedarse sin queso de bola ha llevado incluso a la especulación en redes sociales y plataformas de venta, donde los precios también se han disparado.
La escasez del queso de bola no es un fenómeno aislado, sino resultado de una compleja cadena de obstáculos.
Aunque el queso Edam es originario de los Países Bajos, no llega directamente a México, sino que primero pasa por Estados Unidos. Los recientes aranceles impuestos por el gobierno estadounidense a las importaciones desde México han encarecido el producto y ralentizado su llegada a Yucatán.
Además, los retrasos aduanales, los ajustes en los impuestos federales mexicanos y la variación en el tipo de cambio, ya que el queso se paga en dólares, han agravado la situación.
Importaciones Baroudi, empresa encargada de abastecer el estado desde 1982, reporta dificultades para regularizar el suministro, aunque prevé que la situación podría estabilizarse hacia finales de junio. Mientras tanto, la incertidumbre persiste tanto entre los proveedores como entre los negocios que dependen de este ingrediente.
El queso de bola es mucho más que un insumo: es un símbolo de identidad para Yucatán. Desde su llegada en la época colonial, el Edam holandés se fusionó con ingredientes locales y europeos para dar vida a platillos como el queso relleno, las marquesitas y las empanadas de chaya.
“La maravilla del queso de bola es que acentúa todos los sabores, sean salados o dulces. Lo sientes, se impone, pero a la vez permite una mezcla para el paladar exquisita”, afirma un comerciante local según cita Diario de Yucatán.
La ausencia de este ingrediente no solo afecta el sabor, sino que pone en riesgo la autenticidad de la gastronomía regional. Restaurantes y consumidores temen que, de prolongarse la crisis, platillos emblemáticos pierdan su esencia, afectando la experiencia tanto de locales como de turistas.
La crisis ha generado una ola de reacciones en redes sociales y en los mercados, donde los consumidores expresan su preocupación y nostalgia.
“Hasta las tortas del primo en el parque no van a saber igual sin esa particularidad de queso que reúne salinidad, dulzura, firmeza y cremosidad en el punto justo para ofrecer una explosión de sabor”, se lamenta un cliente habitual.
Aunque algunos comerciantes, como Alicia Guadalupe, esperan que el precio se regule hacia finales de junio, advierten que difícilmente volverá a los niveles de enero. Mientras tanto, los negocios buscan alternativas para no perder clientes, pero la mayoría coincide en que el queso de bola es insustituible en la cocina yucateca.
La crisis del queso de bola en Yucatán es un recordatorio de cómo factores globales pueden impactar la vida cotidiana y los negocios locales. Mientras la región espera la normalización del suministro, la gastronomía yucateca enfrenta el reto de adaptarse sin perder su esencia.