



En el horno del México virreinal, donde el humo del incienso se mezclaba con sueños de libertad, nació un sacerdote de mirada firme y voz encendida: José María Morelos y Pavón, el Siervo de la Nación. Fue hombre de fe, estratega guerrillero y artífice de la ley; su palabra, escrita con tinta y sacrificio, aún palpita en las páginas de nuestra patria.
José María Teclo Morelos Pérez y Pavón nació el 30 de septiembre de 1765 en Valladolid (hoy Morelia), el segundo de una familia humilde. Estudió latín y teología en el Colegio de San Nicolás y fue ordenado sacerdote en 1797. Su vida dio un giro cuando escuchó el llamado de la libertad y se unió al movimiento de independencia, dejando atrás el altar para empuñar el estandarte insurgente.
Después de la muerte de Hidalgo, Morelos asumió la conducción del ejército insurgente. Lideró con acierto las cinco campañas de 1811 a 1815, logrando el control del sur y parte del centro de la Nueva España. Su proeza más emblemática fue el Sitio de Cuautla, que elevó su figura como defensor decidido de la causa libertaria.
Morelos no solo peleó: imaginó y propuso una nación. Reunió el Congreso de Chilpancingo en 1813, donde presentó los Sentimientos de la Nación, con ideas radicales para su época: abolición de la esclavitud, división de poderes, igualdad entre castas y soberanía americana.
Esto condujo a la promulgación de la Constitución de Apatzingán en 1814.
En noviembre de 1815, el realismo alcanzó a Morelos. Capturado en Guerrero, enfrentó procesos civiles y militares. El 22 de diciembre fue fusilado en Ecatepec tras declinar la alta traición. Su muerte fue dolorosa, pero su legado de justicia y fe pervive como testamento de valor.WikipediaEl País
Su nombre vive en cada plaza, cada escuela, cada estatua. Morelia, el estado de Morelos, el billete de $50, y monumentos como el de Janitzio o su presencia en logotipos institucionales, nos recuerdan que José María Morelos no murió: sigue cabalgando en el espíritu de México.
Morelos fue un puente entre lo divino y lo humano: un sacerdote que abrazó la espada para construir justicia.
Su vida encarna la posibilidad de que el sueño de libertad florezca desde el corazón del sacrificio. Hoy, su ejemplo nos convoca a honrar la dignidad, a proteger la igualdad y renovar nuestra fidelidad a la patria en construcción.