
En la cultura empresarial existe un mito fundacional que, en muchos casos, es totalmente cierto: algunas de las empresas más influyentes del mundo nacieron en cocheras improvisadas, viejos cobertizos y espacios prestados que apenas tenían electricidad. Apple, Google, Amazon, Harley-Davidson, Mattel y Disney comparten este origen humilde que hoy contrasta con su escala global, ingresos multimillonarios y presencia dominante en sus industrias. Esta es la historia de cómo seis gigantes surgieron prácticamente de la nada.
Las empresas más poderosas del mundo comenzaron en espacios mínimos, impulsadas por ideas enormes que transformaron industrias completas.
Apple nació oficialmente en 1976 en la cochera de la casa de los padres de Steve Jobs, ubicada en 2066 Crist Drive, Los Altos, California. Ahí, Jobs y Steve Wozniak ensamblaron los primeros Apple I, computadoras construidas manualmente que marcaron un antes y un después en la computación personal.
Jobs se encargaba de la visión y la venta; Wozniak, del diseño técnico. El pequeño emprendimiento pronto llamó la atención de inversionistas como Mike Markkula, quien impulsó la transición hacia una empresa formal.
Hoy Apple es una de las compañías más valiosas del mundo, creadora del iPhone, la Mac y el iPad.
En 1998, Larry Page y Sergey Brin, estudiantes de posgrado de Stanford, rentaron la cochera de la casa de Susan Wojcicki —quien años después dirigiría YouTube— para instalar los servidores y la operación inicial de su motor de búsqueda.
El proyecto, inicialmente llamado BackRub, evolucionó en Google gracias a un algoritmo revolucionario que organizaba la información de la web con mayor precisión que cualquier otro buscador.
Lo que comenzó como un experimento académico es hoy el núcleo del ecosistema Alphabet: un gigante de internet, nube, publicidad digital e inteligencia artificial.
Jeff Bezos fundó Amazon en 1994 en la cochera de su casa en Bellevue, Washington. Su idea inicial era vender libros por internet aprovechando el crecimiento acelerado del comercio electrónico. La operación consistía en empacar pedidos manualmente y llevarlos personalmente al correo.
El éxito fue inmediato: su selección infinita de títulos superaba cualquier librería física. Con el tiempo, Amazon diversificó su catálogo, creó Amazon Prime, desarrolló AWS —la división de servicios en la nube más grande del mundo— y redefinió la logística global.
En 1903, William Harley y los hermanos Arthur y Walter Davidson construyeron su primer prototipo de motocicleta en un pequeño cobertizo de madera en Milwaukee, Wisconsin.
La estructura era tan precaria que apenas permitía trabajar con herramientas básicas, pero el sueño era grande: crear vehículos accesibles y confiables para un país en plena expansión industrial.
Ese primer modelo, una bicicleta con motor, dio origen a una marca que hoy es sinónimo de libertad, cultura motociclista y manufactura estadounidense.
Mattel fue fundada en 1945 por Harold “Matt” Matson y Elliot Handler en el garaje de la casa de este último, en California. Su primer negocio consistía en fabricar marcos de fotos, pero pronto descubrieron que los juguetes creados con la madera sobrante vendían mejor que su producto principal.
Este giro los llevó a convertirse en una potencia del entretenimiento infantil, creadora de éxitos como Barbie (1959), Hot Wheels y Fisher-Price.
En 1923, Walt Disney y su hermano Roy O. Disney se instalaron en el garaje de su tío Robert en Los Ángeles para producir los primeros cortos que darían vida al estudio animado más influyente del mundo.
Ahí se creó Alice’s Wonderland, proyecto que permitió a los hermanos obtener contratos y mudarse a un pequeño estudio formal.
Con el tiempo, Disney revolucionó la animación con Mickey Mouse, Blancanieves y un vasto portafolio que hoy incluye Pixar, Marvel, Lucasfilm y parques temáticos icónicos.
Las historias de Apple, Google, Amazon, Harley-Davidson, Mattel y Disney demuestran que las grandes empresas no nacen de oficinas impecables, sino de ideas persistentes y de la capacidad de transformar un espacio mínimo en una fábrica de innovación. Sus cocheras y cobertizos se han convertido en símbolos del emprendimiento moderno: recordatorios de que lo esencial no es el tamaño del lugar, sino la visión de quienes lo habitan.





