



¿Sabes qué es el ego positivo? Seguramente ha escuchado las frases “un poco de ego hay que tener” y “tienes que creértela”. Se repiten como si fuera una verdad incuestionable. En muchos casos, esta expresión es una justificación para actitudes egocéntricas disfrazadas de gran autoconfianza que, a veces, avasalla a los demás.
Desde el punto de vista psicológico, el ego es una parte fundamental de la estructura psíquica humana y no se puede eliminar. Por eso es que pretender deshacerse del ego es una utopía poco realista que ignora su función dentro de la composición de quienes somos. El verdadero desafío no radica en eliminarlo, sino en aprender a convivir con él y gestionarlo de manera saludable. Es decir: transformarlo en ego positivo.
El ego es una instancia fundamental de la mente. Aunque se lo asocie con una expresión de vanidad o de arrogancia, es un mecanismo esencial para la construcción de la identidad personal.
Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, desarrolló una de las teorías más influyentes sobre la estructura de la personalidad. Según él, la mente humana está compuesta por tres instancias:
Freud definió al ego como el punto de equilibrio entre las fuerzas opuestas del ello y el superyó. No es un enemigo interno, sino un regulador que permite a la persona desenvolverse en el mundo sin dejarse arrastrar por sus impulsos más básicos: el ello.
Carl Jung, por su parte, amplió la noción del ego al considerarlo la parte consciente de la personalidad. Para el célebre psiquiatra suizo, el ego es el núcleo de la identidad individual y es el punto de referencia desde donde una persona experimenta la realidad. Sin ego, no habría identidad ni sentido del yo.
Erik Erikson y Alfred Adler también enfatizaron el papel del ego en la formación de la personalidad y el desarrollo del individuo. Adler, por ejemplo, sostenía que el ego es el motor que impulsa la búsqueda de la superación y la autoafirmación. Justamente este concepto es el que ha sido traducido, y tergiversado, a lo largo de las décadas, para justificar cierta actitud egoica de una persona, puesto que se relaciona directamente con lo mencionado al inicio, “algo de ego hay que tener para poder ser alguien en la vida.”
En línea con los orígenes planteados por Freud, Jung, y especialmente Adler, para los contemporáneos, el ego se interpreta como una construcción de las funciones mentales -lo cognitivo- que influye en la autoestima, la toma de decisiones y la forma en que una persona se relaciona con el mundo.
Existe la creencia errónea de que sin ego no hay posibilidad de desarrollo personal o profesional, y que se puede eliminar por completo. Sin embargo, eliminar el ego implicaría perder la capacidad de reconocer la propia identidad. Precisamente la identidad es la que le da sentido al “yo soy” de la persona, y le ayuda a entenderse, a vincularse y a ser único e irrepetible, con sus cualidades y aspectos para mejorar.
La identidad funciona como una brújula interna que nos permite diferenciar entre el yo (quien soy) y el otro (quienes son los demás), y sirve para establecer límites y desarrollar una percepción coherente de nuestra propia existencia.
Por otro lado, muchas veces el ego irascible, expuesto y sin límites, es una respuesta automática primitiva cuando algo por dentro se siente tocado o amenazado; ahí reacciona de la forma inconsciente que conoce.
Las corrientes de tipo espiritual y de autoconocimiento que promueven la disolución del ego, en realidad se refieren a la reducción del ego descontrolado, no a su eliminación total, lo que psicológicamente no es posible.
Entonces, no se trata de anular la identidad del ego de la persona, sino de trascender sus aspectos más limitantes, por ejemplo, estar mirando siempre el propio ombligo.
Un gran contrasentido es que la inmensa mayoría de autodenominados ‘gurús’ manifiestan, en lo observable, un ego hacia afuera, indomable y centrado en sí mismos, mientras su discurso va por otro lado.
Para reflexionar propongo preguntarse: ¿Qué parte de mí, de la infancia, de la juventud o del presente, se siente amenazada o tocada por esta situación? ¿Para qué reacciono desde un ego supuestamente superior a los demás? ¿Qué puedo hacer para disminuir mis reacciones automáticas inconscientes?
Esto último se relaciona con el principio de reactividad versus proactividad constructiva que ha planteado por el escritor estadounidense Steven Covey, como una forma de aumentar el sentido de autogestión personal y mejorar la relación con los demás.
El problema no es la existencia del ego, sino las maneras cuando se manifiesta en exceso. Un ego descontrolado puede convertirse en un obstáculo para el bienestar personal y las relaciones. Las principales características del ego negativo incluyen:
Como es fácil de deducir, un ego en estas condiciones genera relaciones conflictivas, encierra a la persona en su propio mundo aparentemente superior a los demás, bloquea el aprendizaje y limita el crecimiento personal.
Cuando el ego está equilibrado, se convierte en una herramienta poderosa para la autoconfianza y el autoliderazgo, incluso como condición para liderar a otros. Las características de un ego positivo trabajado constructivamente, incluyen:
Manejar el ego no significa reprimirlo o contenerlo con un chaleco de fuerza, sino equilibrarlo y saber conducirlo mejor. Aquí van algunas estrategias respaldadas por la psicología y quienes trabajamos con el comportamiento humano: