



Hace algunos años coincidí con un conocido empresario de Monterrey en un vuelo a Ciudad de México. Alguna vez trabajé en un proyecto de sus negocios, por lo que me reconoció y comenzamos a platicar. Me dijo que iba a visitar a un socio que se había enfermado gravemente.
“Está peleándose cuerpo a cuerpo contra la muerte”, me dijo. Hizo una pausa y luego me empezó a compartir los detalles. Su socio es un emprendedor nato. Es inquieto y explora todas las opciones, todas las oportunidades, todos los riesgos. No deja nada al azar. Trabaja 16 o 18 horas diarias. No conoce a nadie tan dedicado como él.
Y todo eso está bien. El problema es que, su pasión por el trabajo lo mantenía lejos del descanso y la vida social. No tenía un balance de vida óptimo. Por eso está enfermo, me dijo, porque no supo encontrar el balance.
“Espero que se recupere”, contesté. “Lo logrará. Pero está costándole mucho trabajo”, me dijo.
Tiempo después supe que su socio se recuperó, pero ahora debe vivir bajo condiciones nuevas: tiene que descansar más, tomar medicamentos y asistir a consultas médicas con regularidad.
Es fácil concluir que toda persona “debe cultivar un balance de vida óptimo”. Sin embargo, hay un problema. Esto es más complicado de lo que parece.
Coincido con quienes sostienen que emprender es un acto irracional por excelencia. Si partimos del hecho de que nuestros pensamientos están “programados” para mantenernos lejos del riesgo y cerca de la seguridad, ¿no es irracional elegir un camino desconocido y que nos enfrenta a muchas adversidades?
Emprender es ir en contra de las reglas de sobrevivencia más básicas e instintivas. Por eso, muchas veces los emprendedores son calificados como “locos”.
¡Bendita locura! ¡gracias a ellos hay empleos, innovación, avance, prosperidad, competencia, productos, servicios nuevos y mejores!
Bueno, algunas personas dirán que no es para tanto.
El emprendedor se caracteriza no solo por su temeridad, su valentía, sino también por su inteligencia. Y una persona inteligente es aquella que identifica amenazas, como la pérdida de salud y de calidad de vida, y hace lo necesario para evitarlas.
Si bien es lógico buscar el balance al emprender, creer que es posible alcanzarlo desde el inicio es poco realista.
Emprender es una montaña rusa, con muchas vueltas inesperadas, con subidas tremendas y, claro, toda subida tiene su bajada… Pero el proceso de adaptación no es inmediato. Toma tiempo.
Así es como se construye la experiencia.
Al principio, es normal que los emprendedores carezcan de recursos y deban esforzarse más para conseguir sus objetivos. Tienen que hacer sacrificios.
Desvelarse, posponer viajes o proyectos personales. Sin embargo, no todo debe ser privación ni sacrificio. Hay algunas cosas que ayudan a balancear tu vida en momentos en que el negocio demanda todo de ti:
Estoy convencida de que la energía es nuestra mina de oro.
Podrás no tener conocimientos, experiencia o destreza. Esas las adquirirás. Sin embargo, si no tienes energía, lo más probable es que nunca obtengas lo que buscas.
No es una ciencia oculta. Para tener energía, es necesario vigilar tu salud (alimentación, ejercicio, sueño) y la calidad de tu relación con los demás. Al principio, será necesario hacer sacrificios. Pero no postergues lo importante por lo urgente. Si no tomas medidas a favor de tu salud y balance de vida, tarde o temprano te llegará la factura.
Te encontrarás peleándote cuerpo a cuerpo contra la muerte.
Por supuesto, eso no tiene que ocurrir.
Depende de ti.