El artesano otomí que rompió estereotipos para poder bordar tenangos
Conoce la historia de Samuel García y su empresa de bordado y comercio justo Më M’onda que buscan proteger una propiedad mexicana.
Por Rodrigo Osegueda
Samuel García es originario de la comunidad San Pablo el Grande del municipio de Tenango de Doria, Hidalgo. Creció con los bordados y fue su madre quien le enseñó a bordar a la edad de los seis años, con lo cual ocupó la cuarta generación de bordadores dentro de su familia y se convirtió en el primero de sexo masculino.
“Mi mamá fue quien me enseñó desde los seis años a hacer esta puntada porque en realidad es un sustento para las familias que saben hacer este trabajo. Más adelante quise experimentar la parte del dibujo, ya que muy pocas personas de la región saben hacer este dibujo”, relata Samuel.
Con su talento y años de práctica, Samuel perfeccionó sus diseños, los cuales se hacen a pulso y sin patrones. Por si fuera poco, decidió emprender con la formación de Më M’onda, su propia empresa, y hacer frente al comercio injusto de los intermediarios, quienes pocas veces favorecen realmente a los artesanos.
De acuerdo con el testimonio de Samuel, con los revendedores un artesano sólo gana el 20% de las ganancias de su producto. Asimismo, recuerda que hace apenas veinte años un bordado podía ser pagado en tan solo cinco pesos, pese a que el trabajo se llevara varias semanas. Gracias a la independencia gestada con su empresa, hoy ve mejoras en la retribución económica por sus bordados.
Los retos de Samuel para poder bordar tenangos
Sin embargo, no se trató de una tarea fácil. Samuel relata que para poder dedicarse a los bordados, el primer reto lo encontró dentro de su familia.
“Familiares y vecinos tenían muy marcado ese machismo. Pensaba que el bordado era solo para mujeres y que uno como caballero tenía que hacer otras cosas como dedicarse al campo”, comenta entre risas nerviosas.
Samuel dice que aún le es difícil poder borrar de su mente las palabras con las que la gente lo ofendía. Recuerda que como su casa se encontraba muy cerca de la avenida, los vecinos podían ver lo que hacía y lo acosaban constantemente.
“Hasta mi papá, que hoy nos ayuda aquí en el proyecto, también me decía que eso era de mujeres, que mejor le ayudara con otras cosas en el campo”, relata.
Hoy, con orgullo sostiene que si hubiera quitado el dedo del renglón, jamás hubiera roto con los tabúes. Tras trasladarse a la Ciudad de México, Samuel estudió la licenciatura en Contabilidad en la UNAM, carrera que ejerció para particulares hasta que su propio proyecto le demandó tiempo completo. Actualmente, Më M’onda trabaja con doscientos cincuenta personas, muchos de ellos hombres.
“Las mejores manos bordadoras son las de los caballeros. No es por hacer menos a las mujeres, pero los hombres tenemos una habilidad paciente y más tranquila para hacer los bordados. Ya somos varios caballeros haciendo bordados”, sostiene.
Hoy los hombres pueden bordar con libertad
La pandemia por COVID-19 –como en todo el mundo– torno difícil labores como las agrícolas y ganaderas en Hidalgo. Ante ello, los bordados de tenangos y Më M’onda se han vuelto una alternativa económica para hombres y mujeres de la región.
Sin embargo, Samuel reconoce que no todo lo hizo solo. Ante las críticas y los intentos de censura en años pasados, Samuel contó con el apoyo incondicional de su madre, quien lo alentó a seguir bordando.
“Ella es la mentora de lo que ahora soy o represento con nuestro trabajo. Ella siempre levantaba la voz y decía: “dejen a mi hijo”. También mis hermanas me apoyaron con esta vocación.”
Samuel encontró el respeto de su propia comunidad cuando migró a la Ciudad de México e inició su proyecto. Hasta entonces, las organizaciones de artesanos estaban constituidas y eran dirigidas sólo por bordadoras. Inicialmente su comunidad se sorprendió, ya que no sabían que Samuel bordaba y no entendían porqué él debía representarlos.
“Yo creo que ya han cambiado mucho las cosas. La mayoría ya me conoce en la comunidad como el artesano que está creando e innovando con los bordados fuera de la región. Eso ha incitado a varios caballeros a poderse dedicar a este trabajo”, contrasta
Aunque la participación de los hombres en los bordados del tenango de Doria ha aumentado, Samuel aclara que casi la mitad se dedican exclusivamente al dibujo de la artesanía. El resto hoy goza la libertad para poder bordar.
El tenango de Doria es algo más que colores: Samuel García
Ante los recientes intentos de plagio del tenango de Doria por parte de casas de diseño trasnacionales, Samuel sostiene que aunque es algo aparentemente negativo, también ayuda a llevar esta artesanía a otras partes del mundo. Sin embargo, no deja de denunciar el plagio de los diseños y la apropiación cultural.
“Es una apropiación cultural porque es nuestra esencia como indígenas otomíes, que no se reconozca no lo entiendo y no estoy de acuerdo. Pero gracias a esos plagios nuestros trabajos se dan a conocer. Llegan muchas veces a nosotros clientes internacionales que buscan comprar trabajos auténticos”, comenta reflexivo.
Respecto al trabajo artesanal, Samuel García nos dice que no sólo se trata de colores, patrones o imágenes. Según sus palabras “cada trabajo tiene su propia historia” y todo lo que le sucede al artesano influye en los diseños y el trabajo final.
“De mis animales siempre dicen que están sonriendo; yo no me había dado cuenta. Efectivamente, eso es lo que trato de transmitir con mis diseños: la alegría con la que los hago”, dice convencido.
Tradición e innovación del bordado
En cuanto al origen del tenango de Doria, Samuel nos comparte que hay dos versiones canónicas. La primera –cuenta– tiene como origen un periodo de escasez en la región de San Nicolás, ante el cual la señora Patricio decidió comercializar su pequeño bordado de colibrí. Con el éxito, las réplicas comenzaron y se volvieron una fuente económica para la comunidad. Sin embargo, el tenango no era tan colorido como hoy lo conocemos, pues sólo se hacía con hilo rojo y negro.
La segunda versión, menos fundamentada, recurre a las pinturas rupestres de la región de El Cirio, las cuales muestran distintos tipos de animales.
Gracias a un proyecto escolar durante sus estudios de licenciatura, Samuel decidió expandir los horizontes comerciales de los tenangos con su empresa. Posteriormente, se dio cuenta de que existía un gran nicho en productos novedosos como playeras, gorras, carteras, etcétera, los cuales también produce.
“Me metí a otro tipo de cursos, como de corte y confección para hacer productos más contemporáneos. La gente los estaba pidiendo y no era algo imposible. Hoy por hoy estamos llegando a la alta costura, hacemos vestidos de novia o para XV años. Estamos siempre a la vanguardia.”
En sus planes para el futuro está el que Më M’onda tenga impacto internacional, para lo cual ha plantado las bases con su tienda de tenangos a las afueras del Metro Tláhuac. A sus 31 años, Samuel García es un ejemplo de que tradición e innovación no están pelados si lo que se hace, se hace con pasión.
“Amo nuestros tenangos porque mi mamá me enseñó que no hay mejor labor que la que se hace con el Corazón”, finaliza.
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