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08-03-2022, 9:05:28 AM

Cómo las Sufragistas inventaron el marketing político moderno

Con el lema “Hechos, no palabras”, las sufragistas inspiraron el desarrollo de la prensa y la manera de transmitir ideas políticas.

La líder sufragista Emmeline Pankhurst hablando en el Pabellón de Londres en 1912, flanqueada por su hija Christabel Pankhurst y Emmeline Pethick Lawrence.
La líder sufragista Emmeline Pankhurst hablando en el Pabellón de Londres en 1912, flanqueada por su hija Christabel Pankhurst y Emmeline Pethick Lawrence. © Wikimedia Commons / The Women's Library collection
Por Yolanda Morató, Universidad de Sevilla

Suffragettes es el nombre con el que se conocía a las sufragistas británicas de comienzos del siglo XX. La palabra surgió como un insulto, pero ellas le dieron la vuelta. Estar presentes en todos los ámbitos de la ciudad era fundamental si querían difundir su mensaje entre los distintos estratos sociales. “Hechos, no palabras” (Deeds, Not Words) fue su icónico lema.

Las fotografías e ilustraciones que se conservan dan fe de sus fervientes arengas y desfiles, que congregaban a multitudes en las calles de las principales ciudades de Inglaterra.

No era fácil amedrentarlas: hicieron huelgas de hambre y combatieron la violencia con todas sus energías. La policía las detenía y encarcelaba, forzándolas a comer con los procedimientos más violentos. En respuesta, entrenaron a treinta mujeres en técnicas de jiu-jitsu para poder defenderse. Así empezaron a contar con su propio cuerpo de guardaespaldas.

En la prensa de la época se las representaba como personajes grotescos, casi demoníacos o lunáticos: mujeres de escasa higiene, con verrugas imposibles y narices prominentes. La estrategia consistía en atemorizar a los lectores mediante viñetas y dibujos caricaturescos. Había que transmitir la supuesta peligrosidad que suponían para la sociedad.

Gracias a la frenética actividad del movimiento, los grupos feministas lograron vencer estos obstáculos y crecieron en número y fuerza. La historia del periodismo dio un vuelco. Además de dar discursos desde balcones y plazas, las suffragettes encontraron otras maneras de hacer visible su lucha: a las manifestaciones y desfiles por las principales arterias de la ciudad añadieron la imprenta para producir enormes cantidades de material de propaganda con la que inundar las urbes.

En 1912, Christabel Pankhurst fundó The Suffragette, un periódico en el que se divulgaba la actualidad feminista y con el que hacía frente a los periódicos más conservadores de la época. Muchas fueron las mujeres que se involucraron en el desarrollo de este tipo de prensa.

En la Biblioteca Británica, The British Newspaper Archive recoge dieciséis publicaciones periódicas dedicadas a la promoción del sufragismo desde finales del siglo XIX hasta casi la mitad del XX.

Trabajando en las oficinas de la Women’s Social and Political Union (WSPU) con ejemplares del periódico The Suffragette en la pared. Fotografía tomada en mayo de 1913. Wikimedia Commons / The Women’s Library collection

La librería como órgano neurálgico del movimiento feminista

Como cuento en mi obra Libres y libreras. Mujeres del libro en Londres, el 5 de mayo de 1910 un grupo de suffragettes abrió The Woman’s Press Shop, una librería situada en el número 156 de la popular Charing Cross Road, la calle londinense por excelencia para la venta de libros. Eligieron un edificio amplio: contaba con doce salas y fue uno de los centros de mayor actividad para la promoción del movimiento sufragista en los años anteriores a la Primera Guerra Mundial.

En la planta baja montaron la tienda y en la primera, las oficinas de venta de la Women’s Social and Political Union (WSPU). Una fotografía de Searjeant que conserva el Museo de Londres muestra el aspecto del local en torno a 1911. Se destaca que su ubicación era determinante para atraer al viandante común. Pero el establecimiento duró tan solo cinco años y terminó cerrando en octubre de 1912. Salvo las fotografías de archivo, no queda otro testimonio.

En las imágenes de la librería se aprecia el famoso reloj que colocaron en la fachada del local. En la esfera sustituyeron los números por el lema “Votos para las mujeres”. Por desgracia, la manzana en que se encontraba se derribó en los años sesenta para construir un edificio que domina el céntrico distrito londinense con su majestuosa altura y fealdad, el Centre Point.

En The Woman’s Press Shop se vendían todo tipo de objetos, desde ropa y servicios de té hasta juegos y bolsas Emmeline y Christabel, en honor a las famosas sufragistas, las Pankhurst. Predominaban en este merchandising los colores del movimiento (violeta, blanco y verde) y el lema del sufragio femenino, “Votos para las mujeres”.

Al cerrar la imprenta-librería, algunas de las integrantes de la Women’s Social and Political Union (WSPU) se instalaron en una tienda de la zona de Tunbridge Wells, en la que vendían, al igual que habían hecho en el establecimiento de Charing Cross Road, libros y panfletos sobre el derecho al voto, además de su merchandising creativo, con el que promocionaban el movimiento.

Mujeres vendiendo ejemplares de ‘Votes for women’ en Fleet Street, Londres, en 1908. Wikimedia Commons / The Women’s Library collection

El único juego Suffragetto que sobrevivió

Diseñaron chapas y medallas, banderas, bandas y pañuelos y hasta un curioso juego de mesa, el Suffragetto, que popularizaron a comienzos del siglo XX. La Universidad de Oxford conserva en su magnífica Biblioteca Bodleiana el único juego que ha sobrevivido.

Moneda de penique manipulada con el lema Vote for women. Wikimedia Commons / Mike Peel

Las sufragistas británicas inventaron, en definitiva, el marketing político moderno. Consiguieron llegar a las vidas de mujeres de toda procedencia y condición, que se lanzaron a las calles y se involucraron en numerosas acciones para exigir sus derechos. Con sus pancartas, colores distintivos y todo tipo de atavíos nunca pasaron desapercibidas.

No estaban solas. Pronto se fueron sumando las amas de casa y las que trabajaban en los puestos y mercadillos de la ciudad. Habían conseguido lugares en los que reunirse, en los que leer y en los que poder organizarse. Fue así como muchas mujeres dejaron de comerciar con comida y flores para vender ideas y revolución.The Conversation

Yolanda Morató, Profesora Titular del Departamento de Filología Inglesa, Universidad de Sevilla

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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