



A principios de la década de 1990 la industria automotriz dio a conocer una innovación en la fabricación de automóviles: el airbag (bolsa de aire). Para octubre de 2001, la Administración Nacional de Seguridad del Tráfico en Carretera de Estados Unidos calculó que los airbags habían salvado más de 7 mil 500 vidas. Pero estos primeros airbags también causaron la muerte de 195 personas durante este período, en su mayoría niños y mujeres de menos de 1,70 metros. La fuerza del impacto del airbag sobre cuerpos pequeños era brutal y hasta entonces se desconocía este dato.
¿La razón? En esos años, las pruebas de airbags se hacían con maniquíes con características exclusivamente masculinas y no con medidas de cuerpos femeninos con menor estatura o de niños. Fue hasta 2011 que el gobierno estadounidense comenzó a exigir a la industria automotriz ensayos con dummies “mujeres”. En Suecia, la experta en seguridad vial Astrid Linder, tenía la solución pues junto con su equipo de trabajo diseñó a EvaRid, el prototipo femenino que ayudó a los fabricantes a desarrollar vehículos que protegieran, tanto a hombres como a mujeres.
La historia del primer maniquí femenino creado por Linder reafirma la importancia de la inclusión de más mujeres en los equipos de trabajo de diversas corporaciones. Sin la visión de Astrid Linder, la industria automotriz podría haber tardado más tiempo en desarrollar una opción de manejo segura para nosotras.
La diversidad y la inclusión femenina en las compañías no es un capricho, sino una necesidad que beneficia a la sociedad y también a las empresas. El estudio global Diversity wins: How inclusion matters de McKinsey & Company –en la que se encuestaron a más de 1.000 empresas de 15 países–, descubrió que las organizaciones que cuentan con equipos de trabajo diversos e incluyentes, tienen 25% o más posibilidades de tener ganancias por encima del promedio, en relación a otras compañías similares.
Afortunadamente durante estos meses de pandemia, el 78% de las empresas medianas ya están impulsando acciones en pro de la deseada paridad de género y con ello, generar un cambio cultural. Un 34% se están enfocando en crear una cultura inclusiva y asegurar acceso equitativo a más oportunidades de desarrollo y un 31% apuesta por continuar con trabajo flexible para el beneficio de más mujeres.
Sabemos que las transformaciones culturales no ocurren de la noche a la mañana, pero la prioridad es que para 2022 las industrias aceleren sus procesos de inclusión femenina. La pandemia trajo algunos retrocesos que hay que paliar. Como si se tratara de un coro donde voces diversas y con cualidades armónicas diferentes trabajan por un bien en común; así las compañías deben aprovechar en igualdad de oportunidades tanto el talento de mujeres, como el de hombres.
En un mundo post-pandemia se necesita de la empatía, creatividad, compromiso y versatilidad del liderazgo femenino, así como de la comunicación asertiva y la predisposición al cambio. También se necesitan más mujeres en los equipos de trabajo porque precisamente ellas son las que más apoyan los esfuerzos de diversidad, equidad e inclusión de las organizaciones.
Crear un entorno inclusivo en las empresas puede comenzar con algunas acciones concretas como las siguientes:
En unos días celebraremos el arribo del 2022. Muchas empresas preparan su plan de acción en temas de igualdad e inclusión porque saben que crear equipos de trabajo diversos y que impulsen una cultura inclusiva tiene un impacto positivo tanto en la sociedad, como en sus estrategias comerciales. Somos más fuertes cuando manejamos un negocio que se preocupa por sus comunidades y el mundo en el que vivimos.