Ferran Adrià es considerado como el cocinero más influyente de los últimos 20 años. Fue por las altas dosis de innovación y creatividad que le imprimió a su negocio que El Bulli , localizado en la Costa Brava, en España, se convirtió en el mejor restaurante del mundo en la década pasada. Pero ésta no fue la aventura de un genio solitario, reconoce Ferran, sino la obra de un gran equipo.
El restaurante llegó a la cima gracias a sus innovadoras técnicas gastronómicas conocidas como “cocina molecular” . En julio de 2011 dejó de operar para convertirse en El Bulli Foundation , un centro de creación e investigación culinaria en el que trabaja un equipo multidisciplinario. Reabrirá sus puertas en 2014. “Lo hará como un espacio completamente nuevo, donde transformaremos la relación entre creatividad y sociedad gracias al aprovechamiento de las nuevas tecnologías”, adelanta el empresario catalán.
Todo ya existe de alguna manera. Pero crear no significa copiar, sino ver lo que no todo el mundo percibe. El creador original será capaz de acceder a lo que muy pocas personas ven y con la ayuda de sus conocimientos ofrecerá algo nuevo. Pero innovar no se trata de hacer cosas raras, hacer controles presupuestales es innovar, al igual que crear pasión en el equipo. Por ejemplo, el 90% de los restaurantes no tienen control de su inventario y este negocio es como una casa, donde sin un control empieza a faltar el dinero. Tiene el mismo problema el que factura US$500 millones que el que factura US$500,000 millones, la diferencia son las proporciones.
Los proyectos personalistas se convierten en proyectos de todos. John Harvard, el fundador de la universidad, ya no está hace años, pero su espíritu perdura. El nuestro se va convirtiendo en un proyecto de este tipo, donde no soy sólo yo. La mayoría de los cocineros influyentes han pasado por El Bulli y están compartiendo lo que vieron ahí o montando un restaurante. No hay ningún proyecto que si no se transforma dure muchos años.
Para mi no es importante el éxito, sino la felicidad. La mayoría de las personas que conozco que tienen éxito no son felices. Ni cantantes, actores o deportistas, porque buscan el éxito. Soy una persona normalmente ambiciosa y quiero una independencia económica por motivos de mercado, pero no deseo tener negocios por motivos de éxito. No busqué ser reconocido como el chef más influyente, aunque siempre ha sido un reto.
