



“En medio del caos y las crisis, la falta de profesionalismo se nota más en los colaboradores. Hay cosas que son, y no pueden ser a medias. Y una de ellas es el profesionalismo”, me comentó uno de mis clientes, empresario del sector automotriz.
Es en estos momentos donde se caen las máscaras y se revelan quiénes son los que verdaderamente las tienen. En el mundo laboral se es o no se es profesional; sin medias tintas. Y sabemos que poseer un título profesional no garantiza tener profesionalismo.
Se trata, entonces, de contar con la cualidad de la excelencia aplicada al desarrollo de determinada actividad, donde se destacan los valores, la responsabilidad sobre el proceso y el resultado, el compromiso puesto en la tarea y la calidad superior en todo momento.
Si bien conceptualmente se habla de profesionalismo en personas con títulos académicos, también se aplica para todo tipo de profesiones, disciplinas como el arte y el deporte, los oficios más diversos, y sería muy bueno que también se lo asuma en los ámbitos de alta conducción de empresas y de gobiernos.
En medio de las crisis suelen desatarse otro tipo de micro crisis que afectan notablemente la dinámica que se ha visto alterada por completo por los acontecimientos.
Con este marco, se percibe a la distancia a aquellos profesionales de verdad; esos que, puestos sobre los desafíos, poseen capacidad de maniobra, equilibrio emocional, habilidades para la toma de decisiones y, a la vez, los aspectos fundamentales de su rasgo de excelencia en el desempeño.
Entendiendo que las crisis producen desvíos en la productividad y en el mundo emocional de todas las personas, los verdaderos profesionales lo asumen como un reto a superar, algo que los motiva e impulsa a liderar con mayor esfuerzo y entusiasmo.
No es menor hablar de profesionalismo en medio del caos y la incertidumbre, ya que, en medio de la tormenta, son estas personas las que pueden sostener el rumbo lo mejor posible, y acompañar a quienes, por falta de compromiso o por comodidad o imposibilidad emocional sobre cómo afrontar los problemas, se quedan paralizados sin capacidad para actuar.
El afrontamiento de una situación difícil en extremo depende en gran medida de la actitud. Por lo general, las personas tienden a catalogar todas las experiencias como “buenas” o “malas”, y desde allí actúan en consecuencia. En momentos de desafío la tendencia es que el signo que prevalece es el negativo.
Partiendo de la base de que las emociones, en esencia, son neutras, y que lo que las hace positivas o negativas es cómo acciono o reacciono frente a ellas, podemos también pensar que un buen rasgo de profesionalismo es adoptar el tercer tipo de actitud: la neutral.
En este caso, no significa quedarse estancado viendo cómo transcurren los acontecimientos, sino que nos apartaremos un momento del torbellino del caos y las emociones encontradas para tomar distancia, observar sin juicio ni interpretaciones apresuradas, sin reaccionar en automático. El objetivo es tener una visión ampliada para que, a partir de allí, puedas aplicar una atención intencionada sobre la decisión que tomes.
Lo usual en las crisis es reaccionar y sobre reaccionar. Otra conducta es huir, alejarse o esconderse del problema.
El profesional de verdad sabe cómo accionar, graduando su energía y la de su entorno para poder moverse aún en terrenos inciertos. Y es la sumatoria de detalles lo que los hace consistentes, otra cualidad que va de la mano de la integridad en las competencias que posee.
Estas diez actitudes marcan una gran diferencia entre quien es un verdadero profesional, y los demás:
Y tú, ¿tienes profesionalismo?