



La pregunta del millón de dólares.
Jeff Bezos es uno de los hombres más ricos del planeta. Fundó Amazon cuando el internet apenas nacía, con la visión (entonces aparentemente absurda) de crear la “tienda de todo” más grande del mundo. Para lograrlo, tuvo que crear un sitio específico, un algoritmo único y un sistema de distribución que no tiene parangón en todo el planeta. Cualquiera de estos pasos podría ser, en sí mismo, un plan de negocios sustentable; pero para él solo eran partes de un proceso mucho más grande, que era su visión, que se ha mantenido casi intacta desde su nacimiento.
En su reciente libro Invent & Wonder, Los escritos compilados de Jeff Bezos, Walter Isaacson presenta y comparte los textos de las cartas que Jeff le ha escrito a sus accionistas desde el año 1999, cuando aún eran una compañía pequeña, pujante, con una visión de crecimiento a largo plazo y un sistema de cuatro pasos totalmente desarrollado . El libro también presenta una biografía de negocios de Bezos y sus propios trucos personales de dirección.
A lo largo de los años, Jeff ha tenido que asociarse con cientos o miles de otros emprendedores para hacer realidad su visión y generar sinergias de crecimiento. Cuando Amazon.com debe encontrar socios estratégicos, su fundador se empeña en conocer personalmente los fundadores y directivos de las empresas que han de adquirir o conectar y, al conocerlos se hace, ante todo, una importante pregunta: ¿Es esta persona un mercenario o un misionario?
Un mercenario está allí por el dinero; pero un misionario está allí con una misión que forma parte de su realidad personal, de su visión de vida. Un misionario sigue adelante cuando las cosas se ponen difíciles; un mercenario abandona el barco cuando llega la tormenta. Un misionario tiene un propósito que involucra a otros y va más allá de sí mismo; un mercenario usa la empresa para alcanzar sus propias metas personales.
Para un mercenario, el negocio es un fin. Para un misionario el negocio es solo un medio para algo mucho más grande.
Si te encontraras cara a cara con Bezos, ¿qué crees que vería en ti? Y frente a tu propio espejo, en el trabajo en que estás hoy, o en la empresa que has emprendido… ¿eres un mercenario, o un misionario?
Hay una razón por la que las empresas tienen colgado en el lobby un cuatro que dice: Misión, Visión, Valores… Esta razón es que, sencillamente, las empresas sin visión carecen de un propósito verdadero que sustente su crecimiento y su estrategia.
Lamentablemente, muchos negocios desaprovechan la oportunidad de plantearse una Visión real, y se quedan con una frase cliché y un marco barato. “Ser los mejores de la región, producir tal o cual cosa, dar tal o cual servicio…”. Son palabras vanas, vacías, que poco hacen para lograr un verdadero empuje.
El problema en muchas de las “visiones” es que son autorreferenciales, afirma Simon Sinek en su libro The Infinite Game. L a visión que impulsa las empresas que llegan lejos no es una visión de sí mismos, sino del mundo que quieren crear. En otro de sus bestsellers, (Start with WHY), el mismo Sinek define lo que él considera “el círculo dorado” de las organizaciones. Empieza por el POR QUÉ, sigue con el CÓMO y termina con el QUÉ.
Imagen: Cortesía Francisco García Pimentel.
Un misionario tiene un “por qué”, una visión verdadera, un propósito que lo impulsa constantemente a buscar, resolver y dar mucho más. También le permite tomar riesgos que otros, sencillamente, jamás tomarían.
El actual hombre más rico del mundo, Elon Musk, ha estado a punto de la quiebra más veces que cualquiera de nosotros. Desde joven soñó con abrir el espacio a la humanidad, y se puso por objetivo una meta que -aún hoy- parece muy lejana, cuando no imposible: llevar a la humanidad a Marte. Para ello, primero, necesitaba dinero. Tras vender su primer negocio, encontró una necesidad en el mundo virtual y vendió todo lo que tenía para crear una nueva empresa: PayPal. Como sabes, PayPal se convirtió en una empresa gigantesca e hizo a Musk millonario; pero esa no era su misión, así que vendió sus acciones en PayPal y dividió el dinero en dos partes. Con una, fundó Tesla y con la otra, Space X. En la primera se abocaron a desarrollar baterías ultras eficientes con distintas aplicaciones, entre ellas, los autos eléctricos. Necesitaban dinero, así que apostaron todo en una sola carta, un solo auto, el mejor de la historia, y Musk vendió todo para lanzar ese solo auto. El primero fue un total fracaso. Musk una vez más puso todo su dinero para fondear el segundo auto… que fue un éxito. Con SpaceX, igual: dos o tres veces todo el futuro de la empresa ha estado en la línea con un solo lanzamiento, un solo cohete… y Musk se ha jugado el pellejo una y otra vez. Honestamente no puede importarle menos ser “el más rico”. Todo es parte de su gran misión. ¿Está loco? Quizás. Son los locos así los que cambian el mundo.
Quizás tu empresa no va a llevar a la humanidad a Marte, pero seguramente hay dentro de ti un propósito secreto que te impulsa a hacer lo que haces, que te hace levantarte cada mañana, que te hace arriesgar todo una y otra vez por un sueño. ¿Hacer mucho dinero? Quizás el problema no es que pidas demasiado… el problema es que pides muy poco.
Solo una misión real te ayudará a levantarte cada vez que caigas -y créeme, caerás más de una vez- y te impulsará a dar más y mejor, a prepararte, a estudiar, a buscar soluciones creativas, a creer en la posibilidad de lo imposible. Alguna vez un gran santo dijo: Soñad… y os quedaréis cortos .
Así que, dime -o dítelo a ti mismo con honestidad-: ¿eres un mercenario o un misionario? Si tu vida fuera una empresa ¿qué colgarás en el lobby de tu propia vida? ¿Eres capaz de escribir en un papel aquello que te gustaría ver en el mundo antes de morir? Puede ser el primer paso de una nueva misión y una nueva aventura.
El mundo no requiere más mercenarios: personas que solo están allí por las ganancias y cuya vida es más vacía que un jarrón resquebrajado. Tampoco requerimos ilusos soñadores que creen que las cosas suceden solo por desearlas.
Necesitamos esa raza única de individuos que se atreven a soñar y luego toman la pala y el martillo para construirlo: que se ensucian las manos, se agotan los pies y se juegan la vida por un ideal grande y necesario. Si hacer dinero es parte del proceso, aprende a hacerlo y hazlo bien. Pero escucha: nadie escala el monte Everest para juntar las piedras del camino.