EL desempleo (la tasa de desocupación general es del 5.2% y entre los jóvenes llega al 8.1%, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía) y los trabajos precarios que afectan a un gran número de mexicanos han propiciado que muchas personas vean en emprender una opción para salir adelante. Se entiende: poco más de 13 millones de personas laboran en el sector informal y sólo el 14% de quienes lo hacen en el sector formal acceden a vacaciones pagadas, aguinaldo y reparto de utilidades.
Hoy, las micro, pequeñas y medianas empresas (MiPymes) representan 4.1 millones de unidades económicas (el 95% del total en el país). Dos terceras partes están concentradas en el sector de comercio y servicios y dan empleo, en promedio, a 10 personas cada una.
La mala noticia es que la mayoría ha surgido como emprendimientos de escasa especialización e innovación , que por lo mismo generan empleos de poca calidad y baja remuneración. Esta situación contribuye poco a la producción bruta nacional, advierte Roberto Caballero, coordinador académico de la carrera de Contaduría de la Universidad Panamericana.
Por eso, hoy la apuesta de los programas gubernamentales y privados de apoyo a emprendedores es propiciar la creación y transformación de las unidades económicas en negocios de alto valor, que crezcan como resultado de la planeación y la visión a largo plazo.
El momento es propicio para lograr este cambio, coincide Pilar María Aguilar, directora ejecutiva de Endeavor México , una de las aceleradoras de negocios más importantes y con presencia a nivel mundial. La experta observa un crecimiento en la clase media del país, lo que aumenta la capacidad de compra de productos y servicios innovadores, además de un mayor acceso a capital para emprender y para hacer más competitivos los negocios existentes.
Las áreas que presentan mayores oportunidades son aquellas en las que se busca hacer las cosas de manera distinta e innovar dentro de los sectores tradicionales, dicen los especialistas. Es decir, aquellas donde se busca satisfacer las necesidades de los clientes con ofertas integrales, con productos y servicios que no son sólo una moda o novedad.
La nueva ola emprendedora gana fuerza entre personas de 18 y 34 años, con formación académica y menor aversión al riesgo. Según diversos estudios, más del 20% de los universitarios mexicanos piensa en poner un negocio en el corto o mediano plazo.
También es una opción que consideran las personas de entre 45 y 68 años, que por su edad ya no son contratadas tan fácilmente o a las que les ofrecen salarios que no toman en cuenta su experiencia, considera Caballero.
Afortunadamente, emprender no es una tendencia exclusiva de las grandes ciudades y además se presenta cada vez con más frecuencia entre las mujeres , señala Aguilar.
Sin embargo, la mesa no está del todo puesta. Todavía existen grandes retos a superar.
El primero es el acceso al capital humano . “Hay muchos emprendedores con grandes ideas, pero para hacerlas posibles y escalables necesitan tener acceso al talento y saber dirigirlo”, comenta.
El segundo tema es el dinero . Cada vez surgen más fondos gubernamentales y de capital privado que se destinan a nuevos negocios. No obstante, aún falta que los emprendedores reconozcan las ventajas del financiamiento externo y se preparen para trabajar con inversionistas que no sólo aportarán dinero, sino su experiencia y visión de negocios.
“Si bien cada vez hay más apertura al capital de la banca, también hace falta aumentar el acceso de los empresarios al mercado de deuda”, reflexiona Aguilar.
Un tercer tema fundamental es la educación . Los especialistas consultados coinciden en que se deben propiciar las condiciones para que más personas se preparen e inicien un negocio que perdure y crezca con el tiempo, que genere empleos y sea competitivo a nivel nacional e internacional.
