



Toda empresa que está en una posición privilegiada debería de estar haciendo algo por alguna comunidad necesitada del país. Hace 8 años, en 2016, la compañía Unilever que tiene marcas como Dove, Axe, Knorr, jabones Zest o Hellmann’s, eligió a un grupo de mujeres tejedoras de palma de Tlamacazapa, Guerrero para apoyarlas.
Pero Unilever no lo hizo solo. Se unió a Enactus, una ONG que impulsa a universitarios para desarrollar negocios sustentables. Juntos crearon el “Programa de Empoderamiento de Mujeres Artesanas de Tlamacazapa Guerrero” que beneficia a 150 tejedoras de palma y con los miembros de sus familias suman 800 personas.
Este es un ejemplo de cómo todo emprendedor puede apoyar a una comunidad y crear un programa social. Con el paso de los años, seguramente podrás ver todo el impacto positivo que esto tiene. No solo en las mujeres, como en este caso, sino en vida de sus familias.
Juan Pablo Galindo, director general de Unilever México, explica que, lo primero que hicieron con las artesanas de Tlamacazapa, Guerrero, fue aportarles habilidades empresariales, por ejemplo, estrategias de comercialización para sus productos.
Lo segundo que parece simple, pero son acciones de alto impacto: hablarles de nutrición con los chefs de Knorr, del adecuado lavado de manos para prevenir enfermedades y sobre autoestima. Hoy las artesanas de Tlamacazapa, Guerrero están mucho más empoderadas y seguras de sí mismas.
Los que tienen recursos o posiciones de privilegio podrían aportar, ayudar y trabajar juntos para hacer modelos de negocio sostenibles en el tiempo.
Juan Pablo Galindo, director general de Unilever México
Laura Bonilla, directora de Comunicación y Asuntos Corporativos de Unilever México, le platicó a Delia González, una apasionada del diseño y la joyería, que en Unilever querían hacer un programa con una comunidad pues la misión principal de la compañía es mejorar la calidad de vida de las personas.
Delia me dijo: ‘Hay una comunidad en Tlamacazapa que valdría la pena que las conocieras’. Hablamos con ellas y no dudamos que eran mujeres guerreras.
Laura Bonilla, directora de comunicación de Unilever México
Así que, cuando Laura Bonilla estuvo por primera vez con las artesanas, le contaron sus necesidades y la directiva vio el gran talento y potencial de su arte y diseño. Juntas armaron el plan de lo que podían hacer. “Lo único que hicimos fue darles las herramientas porque ya tienen el talento, las ganas y la pasión”, comenta Laura.
Tlamacazapa es parte del municipio de Taxco. Es una comunidad que tiene tanta necesidad. Por eso, hay que apoyar a los pueblos indígenas y sobre todo a las mujeres.
Delia González, diseñadora mexicana
Las mujeres artesanas de Tlamacazapa, Guerrero han recibido capacitación en nuevas técnicas. Por ejemplo: aprendieron a pintar con pigmentos naturales. También les ayudaron a desarrollar un manual para las nuevas aprendices. Asimismo, les enseñaron a usar un sistema métrico decimal para lograr que en un pedido grande todas las piezas midan lo mismo.
También se les diseñó una tabla que mejoró la postura al tejer. Asimismo, les donaron fogones más eficientes que reducen el consumo de leña en 45% y disminuyen el humo en 60%.
También les proporcionaron contenedores para el agua de lluvia a través de Isla Urbana, un sistema que ha sido de gran ayuda por los problemas de agua que han sufrido en la comunidad de Tlamacazapa.
Tlamacazapa es un pueblo muy necesitado y desde que llegó este programa social, todas hemos cambiado nuestras vidas. Nos hemos superado y somos otras personas.
Fátima y Sara Flores, artesanas.
Angélica Cifuentes, coordinadora nacional de responsabilidad social de UVM y UNITEC, señala que las comunidades necesitadas son las más ávidas de conocimiento y aprendizaje. “Se vuelven tierra fértil para todos los que estamos dispuestos a enseñarles. Pero la constancia es fundamental para que se generen lazos y crecimiento”.
Por su parte, el presidente de Enactus México, Jesús Esparza, expresa que tiene muy presente esas primeras reuniones donde hablaban de lo que podían hacer y de lo que podían lograr trabajando con la comunidad de Tlamacazapa.
Hemos ayudado a las artesanas a hacer un negocio sustentable y un producto de alta calidad merecedor de exportación.
Jesús Esparza, presidente de Enactus
El reto más difícil fue ganarse la confianza de las artesanas. Pero lo lograron yendo constantemente a la comunidad y colaborando con ellas llevándoles talleres, sobre todo, de temas de salud. “Ellas conocieron y comprendieron los riesgos que tienen cuando trabajan y también aprendieron a protegerse”, explica Angélica Cifuentes.
Fátima y Sara Flores, tejedoras de palma, aseguran que con el “Programa de Empoderamiento de Mujeres Artesanas de Tlamacazapa Guerrero”, aprendieron a trabajar con más calidad y medidas de seguridad. “Todas nuestras piezas han mejorado de calidad y precio”.
El regateo de los precios es otro de los desafíos, así como combatir el fenómeno de pelear al cliente bajándole de cinco en cinco pesos a una pieza y terminar malbaratándola en 10 pesos cuando cuesta producirla 30 pesos. Afortunadamente, Unilever y Enactus las han llevado a nuevos clientes y a conquistar nuevos espacios. El apoyo de Inmujeres y la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP) también ha sido clave.
Y tú, ¿a qué comunidad te gustaría ayudar con tu propio programa social?
Conocer estos nueve pasos provoca valorar el trabajo de las tejedoras de palma.