



En esta ocasión exploramos por qué nos corresponde tomar acciones concretas para impulsar nuestra carrera, revisaremos cómo combinar pensar en grande (una visión ambiciosa) con pasos pequeños y manejables para avanzar de forma sostenida hacia nuestras metas.
Nadie logra el éxito por accidente, y el primer paso para lograrlo —inevitable— es tener una visión clara de lo que buscas. Tal vez quieras convertirte en un líder reconocido en tu industria, fundar tu propia empresa o especializarte al máximo en tu área.
También es posible que tu definición de éxito sea más personal, y busques un estilo de vida que te permita disfrutar tiempo de calidad con tus seres queridos, realizar actividades que te apasionen y garantizar los ingresos suficientes para tener tranquilidad y serenidad.
Una vez que trazas ese gran objetivo, el siguiente paso es “programar” tu mente para reconocer las oportunidades que te acercarán a él. Aquí entra en juego el Sistema Reticular Activador Ascendente (SRAA), un mecanismo de filtro en nuestro cerebro que prioriza la información relevante para nuestros intereses. Cuando decides conscientemente qué es importante para ti, tu cerebro se vuelve más receptivo a los estímulos que pueden ayudarte a progresar.
Para pasar de la inspiración a la acción, pregúntate:
Una meta de gran escala puede ser intimidante, precisamente porque parece inalcanzable. Pero si lo desglosas en metas intermedias y tareas concretas, comienzas a ver avances reales.
Separa tu gran meta en objetivos más pequeños, como “mejorar mi capacidad de hablar en público” o “lograr la certificación que piden para el puesto X”.
Con esos objetivos más alcanzables será mucho más sencillo identificar y comprometerte con acciones diarias o semanales: si tu meta es “comunicar mejor”, tal vez puedas leer 20 minutos al día sobre técnicas de oratoria, inscribirte a un curso breve o grabarte para analizar tus presentaciones.
Así estarás listo para celebra los avances, por pequeños que sean; terminar un informe antes del plazo establecido, inscribirte al curso para capacitarte en un tema nuevo o lograr un contacto importante merecen un momento de reconocimiento. Las pequeñas recompensas refuerzan el comportamiento y te motivan a seguir.
Muchas veces, el mayor obstáculo está en la narrativa que nos contamos: “No tengo tiempo”. “Tendría que organizarme mejor”. “En este momento me es imposible”.
Estas creencias limitantes sabotean nuestros esfuerzos antes de comenzar. Para poder superarlas necesitamos también identificar esas creencias y transfórmalas en afirmaciones positivas: “Voy a organizar mejor mi tiempo” o “Mejoraré por la práctica que habré hecho”
Con lo anterior, un paso que te permitirá reforzar todavía más tu camino al éxito es encontrar una red de soporte. Rodéate de personas con quienes puedas compartir tus objetivos y que realmente apoyen tus metas. Un entorno de apoyo favorece la constancia y fortalece nuestras probabilidades de éxito.
Grace Lordan enfatiza la importancia de establecer plazos fijos para revisar tu progreso. Lo que ella llama una “auditoría de tiempo” semanal o mensual te permite analizar cómo estás invirtiendo tus horas, detectar fugas (reuniones innecesarias, redes sociales sin control, etc.) y reorientar tus esfuerzos hacia lo que de verdad importa.
¿Cómo se ve esto en la práctica?
Exigir a las empresas que proporcionen condiciones laborales dignas y estimulantes es totalmente válido. Después de todo, un entorno laboral justo, respetuoso y bien organizado contribuye de manera significativa a nuestro desempeño y satisfacción. Sin embargo, depositar toda la responsabilidad en “la empresa” nos deja en una posición pasiva.
Nuestro desarrollo profesional y nuestra satisfacción personal también implica un acto de iniciativa, una decisión consciente de cultivar habilidades, trazar metas y llevar a cabo las acciones necesarias para alcanzarlas.
Tener un objetivo claro y dividirlo en pasos asequibles te permite sentir control sobre tu propio crecimiento. Si sabes a dónde quieres llegar y por qué, te resultará más sencillo mantener la constancia y superar los altibajos que se presenten.
La mejor manera de bloquear tu crecimiento profesional consiste en esperar a que te enseñen todo lo que sabes. Vivimos en una época en la que acceder a cursos, talleres o incluso mentores es más fácil que nunca. Invertir (no sólo dinero, sino sobre todo tiempo y esfuerzo) en tu formación constante refuerza tu competitividad y te abre puertas para explorar nuevos caminos profesionales.
El proverbio africano lo dice claramente: si quieres llegar rápido, ve solo, pero si quieres llegar lejos, ve acompañado. Establecer conexiones de valor tanto dentro como fuera de tu organización puede marcar una gran diferencia en tu progreso.
Comparte tus metas con personas que puedan inspirarte o guiarte, y no temas pedir retroalimentación u ofrecer tu apoyo cuando sea pertinente. Construir y nutrir redes sólidas amplía tus posibilidades de colaboración y crecimiento.
Pensar en grande no significa quedarte en la fantasía, sino atreverte a visualizar un futuro ambicioso y luego convertir esa visión en acciones concretas, por pequeñas que sean. El secreto está en combinar una gran meta con la constancia de pasos cotidianos y la consciencia de aquellas creencias que pueden limitarte.
Las empresas, por supuesto, pueden brindar recursos, condiciones y oportunidades; pero la responsabilidad de mover tu carrera y cuidar de tu bienestar laboral recae también en ti. Tú decides cómo dar forma a ese gran objetivo y transformarlo en una realidad palpable, un paso a la vez.