



Hablar en público número de personas no es sencillo. Aunque no estés consciente de ello, tu público te evalúa todo el tiempo. No tendrá compasión de ti y decidirá en segundos si desea escucharte o no.
Una imagen inapropiada, evitar el contacto visual o la mala dicción pueden hacer que tu audiencia pierda el interés, así que para evitar que tus presentaciones al hablar en público sean una mala experiencia, te comparto los 10 errores más comunes y cómo corregirlos.
La primera impresión que provocas la determina tu postura. ¿Se nota que sabes de lo que vas a hablar? Tu lenguaje corporal lo refleja. La seguridad de tu postura está en tu torso, pero no creas que elevar los hombros lo resuelve.
Todo mensaje sin estructura se derrumba. Hablar por hablar lo hace cualquiera, pero atrapar a la audiencia desde el momento en que abres la boca lo logras al nunca olvidar que toda historia tiene una introducción, desarrollo y conclusión o cierre, este último es el más importante de tu mensaje.
El contacto visual es tan importante en la comunicación no verbal que, cuando hablas en público, si lo omites, dirás sin palabras “estoy nervioso” y además la audiencia dejará de ponerte atención, pues sentirán que no les estás hablando a ellos.
Tu expresión corporal es energía. Si hablas con poca energía el público te responde de la misma manera, en cambio, si exageras tu energía la audiencia podría rechazarte por percibir que no eres auténtico. Los ademanes son los adjetivos de tus palabras, por ello, deben de ser dosificados, pero jamás brillar por su ausencia.
Tres de cada cuatro oradores hablan con un volumen bajo. Esto genera un impacto pobre. No se trata de gritar sino de proyectar seguridad con tu voz. Existen dos momentos cruciales para hablar con un volumen más alto: el inicio y el cierre.
Éste es uno de los errores más desastrosos. Cada vez que doy una capacitación, empodero a mis clientes a atreverse a hablar con emociones, no sólo con la lógica. No debes confundir la entonación con el volumen, son dos cosas totalmente diferentes. La entonación es la emoción específica que transmites al decir algo, por ejemplo, imagina que saludas con un “buenos días” con una emoción distinta cada vez: alegre, enojado, serio, inseguro, sorprendido, temeroso. ¿Verdad que no es igual en cada ocasión? Ese es el poder de la entonación. Conecta de manera emocional.
El ritmo es la velocidad al hablar. Hay gente que habla muy rápido, y otra que habla muy lento. ¿Cuál es mejor? Ninguna. Lo ideal es aprender a hablar en distintas velocidades según te convenga para lograr el objetivo de tu mensaje. Cuando desees despertar a la acción di una frase más rápido, en cambio, cuando quieras relajar a la audiencia o despertar su curiosidad habla más lento.
Una vez que sabes de la importancia del ritmo al hablar tu dicción debe de ser perfecta. Si la audiencia no entiende claramente lo que dices de nada sirve saber las técnicas anteriores. En mi experiencia como entrenador para hablar en público, he descubierto que en ocasiones las palabras con diptongos o triptongos (augurar, murciélago, neurolingüística) son las que cuestan más trabajo decir. ¿Por qué sucede esto? Porque no estamos acostumbrados a vocalizar ni a adoptar correctamente la abertura de la boca al decir cada vocal.
En materia de imagen importa lo que el público perciba, no lo que tú sepas. Cuando divagas o dudas parecerá que no sabes o no estás seguro de lo que hablas. En este error caen muchos. Se confían en que como tienen un título profesional y el tema del que van a hablar lo conocen, la audiencia se emocionará de su sapiencia y se pondrá de pie. Puedes dominar un tema, pero lo que cuenta es la “conexión” que logres con tus ideas y emociones. Los nervios al hablar en público han destrozado al más fuerte de carácter.
¿Cómo se refleja el liderazgo y la seguridad al hablar en público? Cuando has corregido todos los puntos anteriores tu sensación de control te brinda seguridad. No podrás evitar los nervios por arte de magia.