La criptografía ha hecho y seguirá haciendo posible una descentralización de Internet, además de cambiar la economía de la banca, las finanzas, los juegos, las compras, el entretenimiento y hasta la interacción humana.
Lo prometedor de esta tecnología se extiende a la parte monetaria, en la que las criptomonedas ya alcanzan valores de hasta 2 billones de dólares. Entonces, ¿puede una industria así de creciente ignorar el problema del calentamiento global y el cambio climático que trae como consecuencia?
El gran reto de esta industria radica en la creación de las criptomonedas: las supercomputadoras que generan monedas a través de la criptografía requieren mucha energía. De acuerdo con datos de un panel de expertos organizado por DealBook, el proceso de creación de Bitcoin (una de las criptomonedas más famosas), para gastar o comerciar consume alrededor de 91 teravatios por hora de electricidad al año, más de la energía que consume Finlandia, una nación de aproximadamente 5,5 millones de habitantes.
Dentro del mismo panel de expertos se expuso que gran parte del impacto ambiental de las criptomonedas proviene de la energía utilizada por las computadoras para generar nuevos tokens digitales, a través de un proceso llamado “prueba de trabajo”, que es uno de los principales mecanismos de consenso que utilizan las criptomonedas para verificar nuevas transacciones, agregarlas a la cadena de bloques y crear nuevos tokens.
Todo inicia con la creación de nuevos bloques para la cadena de bloques de criptomonedas. Esas transacciones devolverán recompensas, pagadas en criptomonedas. El consumo de energía está en la parte en la que intenta completar estos bloques para la cadena de bloques. Alrededor de tres millones de máquinas en todo el mundo participan en un juego masivo de “adivina el número”, que genera 140 trillones de conjeturas por segundo del día, sin parar. Luego, pueden crear la siguiente parte para la cadena de bloques, pero esa es la parte que consume energía. Y no todas las criptomonedas lo necesitan.
Ante los retos que impone cada parte del proceso en la generación de criptomonedas, ¿qué acciones podrían ayudar a reducir el impacto que tienen en el medio ambiente?
Las criptomonedas podrían funcionar como otro tipo de “batería”. Podrían almacenar el valor de la energía renovable al convertir la energía solar y eólica local disponible de forma intermitente en un activo digital comercializado a nivel mundial con una vida útil ilimitada.
Una forma en que la minería de las criptomonedas se puede hacer más sostenible es usar energía “varada” o desperdiciada, por ejemplo, capturando el poder del gas de combustión en parches de petróleo para generar dinero digital.
Dentro de los costos ambientales de las criptomonedas no se suele considerar el hardware de minería, que se vuelve obsoleto rápidamente y genera desechos electrónicos tóxicos.
Aunque se trata de actualizar estos equipos tan rápido como se puede de modo que sus emisiones de carbono sean menores, la cuestión está en que la sobreproducción de hardware requiere cada vez más recursos que para su elaboración usan grandes cantidades de minerales, lo que exige una sobreexplotación de los suelos, contaminación por extracción de dichos minerales y contaminación por los desechos que generan estas máquinas.
Para regular el costo ambiental de la generación de las criptomonedas, se proponen dos opciones: mayor transparencia sobre los costos de carbono al administrar un negocio de criptomonedas y la implementación de algún tipo de impuesto al carbono.
Organizaciones de justicia ambiental como Sierra Club, el Instituto de Mercados Abiertos y el Centro de Acción sobre Raza y Economía, instaron a incluir el uso de energía de las criptomonedas en las nuevas reglas para el sector.
