Ante la complejidad de los problemas globales que vivimos, debemos buscar nuevos caminos para fortalecer no sólo las capacidades materiales e intelectuales del emprendedor, sino también su nivel de consciencia. Para ello hay que romper los paradigmas actuales para llevarlo a ser un líder con un enfoque holístico, más exitoso y feliz.
Existe una gran cantidad de condiciones externas al emprendedor que influyen en la posibilidad de éxito, pero también características intrínsecas a la persona que influyen en su toma de decisiones y forma de actuar; como valores y creencias; y en un sentido más profundo su nivel de consciencia y espiritualidad.
El profesor danés Peter Pruzan de la Copenhagen Business School, plantea un concepto de líderes basados en espiritualidad, que son personas en la búsqueda de una mayor conexión consigo mismos, con otras personas y con lo divino, que se sienten parte de la totalidad y son capaces de contribuir a ella.
Esto implica desafiar la mentalidad tradicional de los negocios, que usualmente considera que la espiritualidad se contrapone a la generación de valor económico. La distorsión probablemente provenga de la definición de avaricia como pecado capital que nos lleva a un materialismo extremo, y que contrasta con reglas más bien morales que espirituales; conceptos particularmente arraigados en culturas tradicionales y colectivistas como lo es la de México.
A su vez, una investigación empírica del psicólogo estadounidense Tim Kasser sustenta que las personas más enfocadas en metas materiales reportan menores niveles de bienestar y de felicidad, además de tender menos a las actitudes compasivas.
El bienestar se puede percibir y definir desde diferentes perspectivas: podemos verlo como salud física y mental, bienestar material o económico, y también podemos hablar de un tipo de bienestar que bien podría ser la base de todos los demás: el bienestar espiritual.
El Dr. John W. Fisher de la Federation University Australia propone en su definición, un estado dinámico del ser, que se muestra en la medida en que las personas viven en armonía dentro de las relaciones en cuatro dominios:
Esta definición nos refiere al bienestar espiritual como una vivencia y como un balance entre los diferentes aspectos de la vida.
Como parte de mi formación doctoral en el Tecnológico de Monterrey, recientemente tuve la oportunidad de entrevistar a tres exitosos emprendedores mexicanos de diferentes industrias (moda, vinos y marketing) que coincidieron en hablar de una vivencia de espiritualidad y un balance de vida muy claros.
Curiosamente también coincidieron al narrar experiencias “positivas” durante la pandemia, en la que a pesar de que la industria padecía severamente la situación, ellos lograron sobrellevar e incluso encontrar oportunidades para crecer personalmente, como equipo de trabajo y económicamente.
Los líderes con un enfoque holístico mantienen un mayor compromiso para desarrollar su negocio, mejorando su productividad y permitiendo la flexibilidad y la creatividad tanto en la planificación empresarial como en su implementación.
De acuerdo con el académico nigeriano Kenneth Agbim, el significado de la espiritualidad se está desarrollando y expandiendo: hoy en día no está meramente conectado con la religión, sino también con otros temas, donde se le ve como una fuerza animadora que da vida.
La espiritualidad es un capital muy importante para los empresarios. La propuesta es ampliar nuestra visión de los negocios e impulsar la generación de valor económico, como valor compartido y no en un afán de mero materialismo.
