
Cuando Antonio de Juan me contó cómo una noche, en uno de sus primeros restaurantes, él mismo lavó platos tras una cena llena y atendió mesas hasta altas horas —porque no había dinero para contratar— su voz no ocultaba orgullo ni nostalgia. Esa anécdota resume la apuesta personal, el corazón detrás de cada “plate” y “servir con alma” en su proyecto: la cadena gastronómica Little Big Hospitality Group. Hoy, en un paisaje donde la industria restaurantera mexicana florece tras la pandemia, su historia encarna al restaurantero que cree que, con visión y oficio, es posible crecer sin desdibujar la identidad.
Antonio de Juan recuerda sus primeras noches como restaurantero: no solo dirigía, sino que lavaba platos, atendía mesas, corría pedidos. “No había para más”, me dijo, “pero había ilusión”. Esa experiencia temprana —en carne viva— moldeó una filosofía: cada platillo debe llevar alma, cada mesa debe sentirse atendida. Y esa convicción es la que aún guía a Little Big.
Little Big no surgió por moda o por mera ambición, sino por una combinación de necesidad —dar empleo honesto— y deseo de ofrecer una experiencia distinta: un equilibrio entre calidad, buen ambiente y precios accesibles. Antonio contó en entrevista con Emprendedor.com que el primer local fue casi un experimento, que lo diseñaron sin grandes lujos, apostando todo a la cocina, al servicio, al boca a boca.
Ese deseo de ofrecer valor llega en un momento propicio: la industria restaurantera en México atraviesa un nuevo auge. Según datos de la Cámara Nacional de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados (CANIRAC), hay más de 640,000 establecimientos dedicados a la preparación y venta de alimentos en el país.
A su vez, el mercado de servicios de alimentos está valuado en decenas de miles de millones de dólares.
La recuperación del sector es evidente. Para 2024, muchas estimaciones apuntaban a un crecimiento del 4% gracias a la apertura de unas 80,000 nuevas unidades. Incluso un cierre de año con 4.5% de crecimiento ya apuntaba hacia una recuperación plena.
Y en 2025 la proyección es aún más optimista: CANIRAC estima un crecimiento entre 5.5 y 6% para el sector, impulsado por turismo, tecnología y mayor demanda de servicios de comida.
Más allá del volumen de locales, esta industria representa una fuente esencial de empleo y actividad económica: las unidades restauranteras constituyen cerca del 12.2% de los negocios del país y generan más de dos millones de empleos directos.
Para muchos emprendedores como Antonio, eso no solo es una oportunidad de negocio: es una responsabilidad social —dar trabajo, defender un oficio, entregar identidad.
Para Little Big, la expansión no ha significado renunciar a los valores fundacionales. Antonio me compartió que cada nuevo local conserva la filosofía del primero: trato cercano, cocina consistente, atención detallada. No quieren crecer por crecer, sino acompañar el ritmo de un México que redescubre el gusto por comer fuera, con calidad y experiencia.
La estructura de Little Big Hospitality Group no se limita a poseer restaurantes directos: su estrategia es holística —ofrece consultoría, gestión de activos, diseño de conceptos, operación, marca, administración, y desarrollo de nuevos proyectos gastronómicos o de hospitalidad.
En lo que se conoce como Little Big Hospitality Group se pueden identificar varias de las firmas/restaurantes/negocios que lo integran. Algunos son:
Se trata de una consultora especializada en servicios de food & beverage para cadenas hoteleras. Nacida junto al grupo, Talentchef ofrece asesoría para el diseño de conceptos gastronómicos, desarrollo de menús, operación, incluso apoyo en hoteles.
Como el nombre sugiere, éste brazo está dedicado a crear conceptos hoteleros personalizados, enfocados en lujo y exclusividad, y en sintonía con las tendencias del mercado.personalizados que se alinean con las tendencias de lujo y exclusividad del mercado.
También integrada al holding y funciona como un brazo complementario al negocio principal como una firma de arquitectura en Ciudad de México que diseña espacios hoteleros no solo visualmente atractivos, sino también pensados para cumplir con las exigencias funcionales de la hotelería moderna.
Una firma menos evidente en su nombre —suena más a administración de activos o gestión patrimonial. Aparece como parte de la estructura del holding. Su rol es gestionar los activos (inmuebles, contratos, licencias, derechos de marca, etc.), dando soporte legal, financiero o administrativo al conjunto de restaurantes y otras unidades.
Es una agencia dedicda al desarrollo de nuevos conceptos de hospitalidad: quizás bares, restaurantes de propuesta joven o creativa, o espacios de experiencia diferente.
Su inclusión en 2025 indica que el holding sigue activo en expansión y diversificación.
Pero no todo es luz. A pesar del optimismo general, 2025 ha planteado dificultades: aumento de insumos, costos operativos al alza, presión en precios. Tal como lo anticipan algunos analistas de la industria, ese entorno ha moderado el crecimiento real de algunas unidades.
Antonio coincide: cada decisión importa, desde la selección de proveedores hasta la eficiencia operativa. El margen puede ser delgado, sobre todo cuando se busca mantener lo artesanal sin sacrificar rentabilidad.
Por eso, Little Big hizo énfasis en profesionalizar procesos: entrenamiento de equipo, control de calidad, servicio consistente. Antonio resaltó que en un mercado con decenas de miles de locales, solo quienes cuidan cada detalle sobreviven. Y en ello radica su orgullo: crecer sin perder esencia.
Para Antonio, un restaurante no es solo un negocio: es un espacio de convivencia, de comunidad. Me contó cómo clientes habituales ya lo conocen por nombre, comparten historias, regresan con hijos. Esa humanización, dice, es lo que distingue un local de una cadena fría.
La meta no es saturar el mercado, sino consolidarse: ubicaciones estratégicas, personal comprometido, identidad reconocible. Antonio me compartió sus planes con mesura: abrir nuevas sedes, sí —pero sin sacrificar la calidad, ni el sello de “su” cocina.
El auge restaurantero no solo habla de cifras: es un reflejo de un México que vuelve a disfrutar la comida fuera del hogar, la sociabilidad, la experiencia. Eso le da a emprendedores como Antonio no solo oportunidad comercial, sino sentido de pertenencia social y cultural.
La historia de Little Big, contada por su fundador, es un recordatorio de que el éxito no nace de la noche a la mañana —nace del sacrificio, del trabajo silencioso, de creer en una idea cuando pocos lo hacían. Y en un entorno favorable, esa semilla puede florecer con autenticidad.
Hoy, Little Big navega el auge restaurantero con identidad clara. El sector crece, se profesionaliza, enfrenta retos, pero también abre puertas. Y para quienes —como Antonio— creen en la hospitalidad con alma, ese puede ser el mejor momento para construir algo duradero.


