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¿Cuánto te quedas tú y cuánto el inversionista?

¿Cómo sabes qué porcentaje de la empresa te quedas tú de la empresa y cuánto se quedan los inversionistas que fondean tu proyecto?

© Depositphotos.com
Por: Javier Velázquez

¿Qué hubo, lectores? ¿Cómo andan? Ya estuve haciendo memoria y en esta columna no voy a poder terminar nuestra historia de cómo levantamos los “lletes” para arrancar Resuelve. Espero que en las siguientes dos lo logre. En esta ocasión voy a platicarles cosas muy básicas de valuación y seguiré con la introducción de algunos de nuestros inversionistas iniciales.

La última vez que nos leímos, les conté las características ideales de un inversionista o “F” y acabábamos de conocer a Alan Smithers. Una de las preguntas que frecuentemente nos hacen a Zorro y a mí es ¿Cómo saber con cuánto te quedas tú de la empresa y cuánto se quedan los inversionistas que fondean tu proyecto? En otras palabras, ¿cómo le haces para ponerle valor a algo que, en una de esas, es un simple Power Point o un business plan?

¿Cuánto vale una idea o algo que sólo genera pérdidas? Para fines prácticos, las cosas valen lo que las personas están dispuestas a pagar por ellas. Es decir, oferta y demanda.

Independientemente de lo que la teoría o alguna metodología de valuación te indique, si tienes una bolsa de excremento, pero alguien está dispuesto a pagar un millón de pesos por ella, entonces vale un millón de pesos.

Mucha gente muy sofisticada podrá estar en desacuerdo con esa valuación. A todos estos “Príncipes” (como los llamaría el buen Juan Pablo Piña) que trabajan en Fondos y Bancos de Inversión, les gusta pensar que son hipersofisticados y unas “pistolas” para valuar. Sin embargo, muchas veces (no siempre) el apetito por invertir o el FOMO (Fear of Missing Out ) termina desbancando el mejor Excel, DCF o Valuación por Múltiplos.

Habiendo dicho lo anterior y asumiendo que estás platicando con inversionistas disciplinados, el valor de cualquier proyecto tiene que estar relacionado con el retorno potencial y el riesgo que tiene. Por ejemplo, si hoy yo invierto en Cetes – o sea, en prestarle al gobierno mexicano-, puedo esperar recibir un rendimiento del 7.5% anual con una probabilidad muy baja de perder mi dinero. Yo ya sé que lo más que puedo obtener es 7.5%, pero está cañón que le pierda.

Por lo tanto, si voy a invertir en algo que tiene mucho riesgo de no jalar (como una idea en un Power Point) debería de esperar que, si las cosas salen de acuerdo con lo planeado, mi retorno será MUY cabrón. ¡Nótese que utilicé la palabra PLANEADO! Aquí es donde un business plan y un buen modelo financiero son de mucha utilidad.

El business plan y el modelo financiero son las guías que te dicen cómo vas a ejecutar tu proyecto. Si todo sale bien: cuánto estarás vendiendo en cinco años, cuáles serán tus márgenes y, por lo tanto, cuánto podría valer tu empresa.

Ahora regresemos a la pregunta original: ¿Cuánto me quedo yo y cuánto se quedan los inversionistas?

Para reforzar la idea voy a usar un ejemplo hipotético:

Imaginemos que hay un inversionista que tiene dos millones de pesos para invertir. De acuerdo con tu modelo financiero, en cinco años tu empresa podría tener un margen de EBITDA de 10 millones de pesos y tus amigos Príncipes te han platicado que históricamente a ese tipo de empresas las valúan en cinco veces su EBITDA.

Es decir, tu empresa en cinco años puede valer 50 millones de pesos (5 x 10 = 50. Para que no los apantallen con el nivel de sofisticación de los Príncipes ). Aquí es donde el riesgo y el retorno que esperas entran en juego. Si el inversionista espera recibir un retorno del 30% anual compuesto, ¿cuántos de esos 50 millones de valor deberían ser de él?

Dos millones de pesos a un rendimiento del 30% anual durante cinco años equivalen a 7.43 millones de pesos. Por lo tanto, ese inversionista esperaría tener por lo menos el 14.85% de tu empresa para poder alcanzar su retorno esperado. Adicionalmente, tienes que tomar en cuenta el riesgo de no alcanzar lo que te propones o que las cosas no salgan como tú creías (que es el 99% de las veces).

¿Qué pasa si no llegas a tus metas? O más bien, ¿cuál es la probabilidad de que todo salga como tú lo esperas? Entre más riesgo vea el inversionista en el proyecto, mayor será el porcentaje que te pedirá de tu empresa. Esto para mejorar sus probabilidades de llegar a su retorno esperado del 30% si las cosas no salen como dice tu business plan .

Este tema de valuación puede tener millones de escenarios distintos, pero como lo dije al principio, lo más importante es la oferta y la demanda. Más de una vez he visto cómo el FOMO lleva a unas valuaciones irracionales. Pero como nosotros no nos dedicamos a esto, en las próximas columnas voy a tratar de invitar a algunos Príncipes a que nos platiquen su punto de vista.

Regresando a nuestra historia palomera, después de ver a Alan, él nos referencio con sus socios Luis Rance y Pablo Padilla. Luis es el típico tipo con el que quieres ir a echarte una chela. Bastante abusado, muy cagado y le rayan los deportes. Pablo, por otro lado, es como un genio científico loco. Nos tomó un par de interacciones agarrarle el pedo o por lo menos entender bien lo que nos quería decir. Me recordaba un poco a los del ITAM, parece que les dan un premio cada vez que utilizan una función matemática en un enunciado. Con Pablo y con Luis nos fue a toda madre y saliendo de la reunión parecía que estaban muy interesados.

Eduardo Pesqueira, otro cuñado de Zorro (algo bueno de tener cuatro hermanas grandes) al que se le conoce como “ El Doctore ”, había escuchado lo que queríamos hacer y amablemente nos referenció con Fernando Nieto. Fernando tenía mucha experiencia en el mercado de tarjetas de crédito porque había dirigido VISA en México y trabajado varios años en BBVA. Fernando es el estereotipo de banquero, corte de pelo estilo Legionario de Cristo, corbata Hermes, traje planchado impecable y muy serio. A él le interesó el proyecto y nos referenció con Lorenzo González, quien lleva el fondo de Private Equity de Temasek en México y antes de eso había sido head Príncipe de Barclays en México.

El sueño de todo Príncipe banquero de inversión es pasarse de banquero a un fondo. De un lado eres un “toma pedidos” y del otro ya decides en lo que se invierten los “lletes”. Como diría el gran Memo Mascareñas Sr. “OPM” (Other People’s Money). Es casi como ser rico, pero sin tener el riesgo de perder tu lana .

Si se acuerdan de mis primeras columnas, Zorro tenía una oferta para entrar a trabajar de asociado a Barclays en Sales and Trading. Ahora íbamos a ir con el que había sido el jefe de todos los Príncipes en Barclays a “picharle” convertirse en nuestro socio. Esto empezó a empujar la balanza de Zorro para rechazar la oferta del banco y convertirse en emprendedor. Su razonamiento iba algo así:

“Estoy por entrar a trabajar a un lugar en un puesto donde para hablar con un wey como Lorenzo tengo que pedir una cita casi con un mes de anticipación y nunca verlo a los ojos porque es un semidiós. En cambio, ahorita le voy a ofrecer entrar a un proyecto donde seremos socios y estaremos teniendo interacciones en condiciones de iguales”.

El trato de semidiós termina por subírsele a la cabeza a muchos de estos Príncipes y Lorenzo no era la excepción. En la junta terminó hablando más que nosotros a través de un recorrido de todos sus súper deals que había hecho (que la neta tiene unos MUY chingones) y básicamente nos dijo cómo teníamos que ejecutar nuestra idea. Cuando salimos de ahí pensamos: este es el wey más pistola de México y chance se convierte en nuestro socio… ¡Ay, cabrón!

Sin han leído mis columnas anteriores, seguro ya tendrán cierta imagen de mi personalidad. Y para los que no, les cuento que mucha gente me describe como raro, amargado y de hueva (últimamente). Otras no me tienen en tan mal concepto, como mi esposa Andreina, que dice que soy un sabelotodo soberbio insoportable (cuando está de buenas). A mí me gusta pensar que soy excéntrico.

Algunas de las cosas que me han hecho ganarme estas percepciones son mi “juego de la verdad” del que ya les he platicado, una aversión muy grande que tengo a cenitas mamadoras de quesitos y vinos (como les dice Eric Barrio) o una maña de desconfiar muy cabrón de las personas que hablan un chingo. Yo soy más de chelas y pizzas.

Esta maña de desconfiar de los que hablan mucho me hubiera sido muy útil en esa época. Les contaré por qué en mi próxima columna.

Ahí se ven y nos leemos el próximo mes. Si tienen comentarios, preguntas, quejas y sugerencias, denme lata por Twitter. Me encuentran como javivelop .

P.D. ¡Nunca en tu puta, encabronada y difícil vida te rindas!

Si quieres conoces más sobre cómo negociar con un inversionista, te compartimos lo que pide un inversionista a un emprendedor y quizá no sepas.

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autor El equipo editorial de EMPRENDEDOR.com, que por más de 27 años ha trabajado en impulsar el emprendimiento.