



Tras el fallecimiento del Papa Francisco el 21 de abril de 2025, la Iglesia Católica ha activado el proceso del cónclave 2025 para elegir a su sucesor. Este procedimiento, que combina tradición y secreto, ha sido fundamental en la historia de la Iglesia para garantizar una transición ordenada del liderazgo espiritual y político del Vaticano.
El cónclave es el proceso mediante el cual la Iglesia Católica elige a su nuevo líder espiritual y jefe de Estado del Vaticano. Este procedimiento, que se ha mantenido durante siglos, se activa tras la muerte o renuncia del Papa.
El nombre proviene del latín cum clave, que significa “con llave”, lo que indica el proceso cerrado de elección de un Papa.
Durante el cónclave, los cardenales menores de 80 años se reúnen en la Capilla Sixtina, en un ambiente de aislamiento total, para deliberar y votar hasta alcanzar una mayoría de dos tercios que determine al nuevo pontífice.
La Iglesia Católica cuenta con más de 1,300 millones de fieles en todo el mundo, lo que representa aproximadamente el 17% de la población global. El Papa no solo es el líder espiritual de esta comunidad, sino también el jefe de Estado de la Ciudad del Vaticano, el país más pequeño del mundo en términos de territorio y población.
La elección de un nuevo Papa es, por tanto, un evento de gran relevancia tanto religiosa como política.
Cuando un Papa muere, la Iglesia Católica activa un protocolo riguroso y milenario que marca el inicio del período de sede vacante.
Este protocolo tiene tanto un carácter simbólico como administrativo, y está diseñado para garantizar la legitimidad de la sucesión papal.
El Camarlengo (actualmente el cardenal Kevin Farrell) es el encargado de constatar oficialmente la muerte del Papa. Tradicionalmente se tocaba tres veces la frente del pontífice con un martillo de plata y se lo llamaba por su nombre de bautismo. Hoy se hace de forma clínica.
Una vez verificado el fallecimiento, el Camarlengo informa al decano del Colegio Cardenalicio, quien a su vez comunica la noticia a los cardenales y luego se emite un comunicado oficial a los medios de todo el mundo.
Uno de los actos más simbólicos es la destrucción del anillo del Pescador, que el Papa usa para firmar documentos importantes. También se rompe el sello papal, que garantiza la autenticidad de los documentos del Vaticano.
Esto se hace para evitar falsificaciones durante la sede vacante. Se realiza en presencia de varios cardenales y se registra oficialmente.
El cuerpo del Papa es velado públicamente en la Basílica de San Pedro durante varios días (generalmente tres) para que los fieles puedan despedirse. Luego se celebran las exequias solemnes presididas por el decano del Colegio de Cardenales.
Aunque la mayoría de los Papas han sido enterrados en las Grutas Vaticanas, pueden solicitar ser sepultados en otro lugar. El Papa Francisco, por ejemplo, ha pedido ser enterrado en la Basílica de Santa María la Mayor.
Este período marca la suspensión de casi toda la actividad del Vaticano. La Curia Romana cesa en sus funciones, a excepción de asuntos ordinarios y urgentes, que son gestionados por el Camarlengo.
Entre 15 y 20 días después de la muerte del Papa, se convoca al cónclave, donde los cardenales menores de 80 años se reunirán en la Capilla Sixtina para elegir al nuevo pontífice.
Tras la muerte del Papa, el camarlengo verifica oficialmente el fallecimiento y se inicia el periodo de sede vacante. Durante este tiempo, se suspenden las actividades ordinarias de la Curia Romana.
Los cardenales se reúnen en congregaciones generales para discutir asuntos de la Iglesia y preparar el cónclave. Estas reuniones también sirven para perfilar a los posibles candidatos.
Entre 15 y 20 días después del inicio de la sede vacante, los cardenales electores se reúnen en la Capilla Sixtina. Antes de comenzar, se celebra una misa llamada Pro eligendo Pontifice. Luego, se pronuncia la frase Extra omnes y se cierran las puertas, dejando solo a los cardenales y a un reducido número de asistentes.
Cada día se realizan hasta cuatro votaciones: dos por la mañana y dos por la tarde. Los cardenales escriben el nombre de su candidato en una papeleta y la depositan en una urna.
Para ser elegido, un candidato debe obtener una mayoría de dos tercios.
Si después de 30 votaciones no se alcanza un consenso, se puede optar por una mayoría simple.
Después de cada votación, las papeletas se queman. El humo que sale por la chimenea de la Capilla Sixtina indica el resultado: negro si no hay elección, blanco si se ha elegido un nuevo Papa.
Una vez elegido, se le pregunta al nuevo Papa si acepta el cargo y qué nombre desea adoptar. Luego, se viste con los ornamentos papales y se presenta al mundo desde el balcón de la Basílica de San Pedro con la frase Habemus Papam.
El cónclave es un proceso que combina tradición, espiritualidad y organización para asegurar la continuidad del liderazgo en la Iglesia Católica. En un mundo en constante cambio, la elección de un nuevo Papa es un momento de reflexión y esperanza para millones de fieles.