



Hoy en día, hablar de las emociones y el impacto que éstas tienen en las personas no es un tema nuevo; sin embargo, parece que esta conversación no logra penetrar del todo en algunos sectores, uno de ellos son los negocios. A pesar de que el manejo de emociones es la clave de un buen liderazgo.
Cuando se habla del tema suele dirigirse hacia los equipos de trabajo y en cómo mantenerlos motivados, inspirados y productivos, tareas que recaen en un líder. Pero ¿Qué pasa cuando un líder pierde el control de sus emociones?
Es cierto que a veces las emociones parecen un tema demasiado subjetivo o ambiguo para tener un lugar en el mundo de los negocios, pero la realidad es que su impacto es real y puede ser más relevante de lo que imaginamos.
Bety Galván, Coach Empresarial.
Explica que un claro ejemplo de esto lo pone el fundador de Virgin Group, Richard Branson, en su autobiografía Losing My Virginity, donde describe que él no le daba importancia a sus emociones hasta que un día explotó contra uno de sus colaboradores y comprendió que necesitaba mejorar su inteligencia emocional. A partir de ahí, Branson ha hablado abiertamente del tema y concluye que la felicidad es un gran multiplicador de fuerzas.
Si tienes un equipo feliz, tienes un equipo productivo.
Richard Branson, fundador Virgin Group
Añade que el caso de Branson no es extraordinario, ya que ante la carga de trabajo diaria y las responsabilidades, los directivos suelen no poner atención a sus emociones, a pesar de que éstas impactan directamente en la forma en que gestionan su compañía, en cómo lideran a su equipo y también en su salud física y mental.
Un estudio de la Universidad de Harvard encontró que las emociones humanas son contagiosas. En el caso de la felicidad, se encontró que quienes decían sentirse felices podían influir en su entorno social (familia, amigos, pareja, compañeros de trabajo) y aumentar su felicidad hasta en un 15%.
En contraparte, las emociones negativas también son contagiosas. Al respecto, el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) alerta que “el estrés es potencialmente contagioso, ya que estar cerca o visualizar a otras personas en situaciones de estrés, puede aumentar los niveles de cortisol del observador”.
Un ejemplo de esto se da cuando un líder se muestra muy ansioso o agresivo en una situación de crisis, lo que puede desencadenar un ambiente de incertidumbre y miedo en el equipo y afectar negativamente su rendimiento. En cambio, cuando el líder es empático, detona un ambiente laboral más saludable y colaborativo.
“Muchas veces se da por hecho que las razones por las que un líder hace tan bien su trabajo son meramente habilidades duras como la planeación, la previsión, la creatividad o cualquier otra habilidad dura. Pero la realidad es que los grandes líderes son personas que saben manejar sus propias emociones. Muchas veces ni siquiera importa que sepan hacer a la perfección aquello a lo que se dedican”, puntualiza Bety Galván, Coach Empresarial.
Identificar a un líder que sabe gestionar sus emociones es sencillo: disfrutan lo que hacen y reflexionan sobre las situaciones, sobre lo que piensan, lo que sienten y se autocuestionan lo que hacen. Además utilizan la vida laboral para enriquecer su mundo interno y probablemente también tienen una vida espiritual muy enriquecida.
La Coach Empresarial, Bety Galván comparte cinco prácticas que ayudan a un líder a mejorar la gestión de sus emociones: