¿Cómo será el mundo después de la pandemia? Estas 10 verdades te orientarán en la toma de decisiones para enfrentar de mejor manera la nueva normalidad.
Si hay una pregunta fundamental por estos días es ¿Cómo será el mundo después del COVID-19? Algunos dicen que todo volverá a la normalidad y otros señalan que nada será como antes. Por ejemplo, el distanciamiento social para frenar el COVID-19, puede convertirse en nuestra nueva realidad, a medida que evolucionamos más hacia una sociedad global con más tecnología y más conectividad.
Hasta ahora hemos aprendido que estamos completamente interconectados e interdependientes, y que, sin solidaridad entre nosotros, especialmente con los más vulnerables, todos perdemos.
Para dar respuesta a la pregunta fundamental que nos hicimos al inicio de este artículo, es necesario explorar qué sucederá en los próximos meses, con el propósito de comprender las nuevas verdades que gobernarán nuestras vidas post COVID-19:
- El mundo ya no es tan controlable como parecía . Un golpe de Knockout a nuestra soberbia individual y colectiva. Una enorme lista de grandes eventos “imposibles de postergar” fueron cancelados en todo el mundo. Hace tres meses quién hubiese imaginado la suspensión de la NBA , Champions League, ATP Tour , Olimpiadas e incontables más. No disponemos de la suficiente tecnología para encontrar rápidamente una vacuna. Aún se sigue debatiendo si la temperatura y la humedad tienen algún impacto en el COVID-19. En paralelo, las muertes y los contagiados aumentan cada día. El sueño de la inmortalidad está más lejos de lo que imaginábamos. Claramente controlamos mucho menos este mundo de lo que nuestra soberbia nos hizo hace creer.
- El planeta es bastante más pequeño de lo que pensábamos . El gran desarrollo de la aviación comercial ha hecho que las distancias físicas sean mínimas. Lo que hoy sucede allá “lejos”, más temprano que tarde llega al otro lado del mundo. El COVID-19 nos hace cuestionar todos los protocolos de sanidad en la industria del transporte de pasajeros. También nos obliga a reconsiderar cuántos viajes son estrictamente necesarios. Probablemente habrá que repensar la industria de la aviación comercial y muchos otros sectores industriales, cuyos modelos de negocio son demasiado vulnerables a una crisis de escala global.
- Las libertades individuales están fuertemente amenazadas por las restricciones globales . El mundo acepta las restricciones y sacrificios que se imponen colectivamente en beneficio del bien común. El estado de vigilancia se erige como parte de la nueva normalidad. Es el fin de la sociedad hedonista (compuesta por individuos en esencia egoístas), cuya búsqueda prioritaria del placer, a través de los sentidos, se opone absolutamente a la actitud cooperadora imprescindible para un modelo de globalización exitoso.
- Aumenta el conflicto entre globalización y nacionalismo . El COVID-19 está obligando a los gobiernos, empresas, organizaciones, instituciones y la sociedad en general a fortalecer su capacidad para enfrentar períodos prolongados de autoaislamiento económico. Gobernar con cierre total de fronteras es uno de los nuevos e importantes desafíos que enfrentan todos los países del orbe. Las cadenas de suministro serán más locales en lugar de globales en oposición a la lógica tradicional de la globalización. Las empresas buscarán diversificar sus proveedores y favorecer a los proveedores locales, incluso a costos más altos, asegurando de esta manera la cadena de abastecimiento.
- Se recupera el sentido del ahorro y el almacenamiento. El temor y la incertidumbre propias de una crisis a escala global cala hondo en el individuo, provocando cambios acelerados en su conducta propios del instinto de supervivencia. En consecuencia, almacenar antes que consumir se transforma en la consigna . De un modo similar, las empresas desarrollarán y probarán activamente planes de contingencia y buscarán servicios de seguros para protegerse a todo evento.
- La equidad y la sustentabilidad se hacen indispensables. El modelo económico fuertemente enfocado en el crecimiento no resiste más. Los altos niveles de desigualdad entre ricos y pobres, los bajos niveles de salud mental y física de los trabajadores y el enorme daño a los sistemas ecológicos a escala mundial, son algunos de los síntomas que obligan a modificar la forma de hacer economía. Se vislumbra en el horizonte un nuevo tipo de economía con énfasis en sistemas socialmente justos y ecológicamente robustos.
- La transformación digital se hace omnipresente en nuestras vidas. Lo digital se integra definitivamente a nuestra forma de vida. Trabajar, comprar y estudiar desde nuestros hogares no es una ilusión, es una realidad. El distanciamiento físico es mitigado por el acercamiento digital. Muchas compañías se están dando cuenta de las bondades del teletrabajo y su impacto positivo en la productividad laboral, al mismo tiempo que las familias se dan cuenta de las bondades del comercio electrónico. Por lo tanto, las compras en la tienda y los bienes raíces comerciales se verán afectados a largo plazo.
- Los estándares de higiene se elevan. Habrá una generación completamente nueva de niños y jóvenes que crecerán lavándose las manos como si fueran al quirófano. Portar desinfectantes, usar máscaras, lavarse las manos con mucha frecuencia se considerará normal. La recuperación de la confianza llevará tiempo. No será fácil para la mayoría de las personas volver a viajar, a asistir a eventos masivos, o para los países abrir sus fronteras y recibir turistas.
- El acceso igualitario a la salud se hace imperativo. Durante el transcurso de la crisis, ha habido un consenso de que los exámenes gratuitos para todos eran claves para la protección de todos. A medida que los ricos y los pobres se vieron afectados, quedó en evidencia que necesitamos un buen sistema de atención médica para la totalidad de la población. El mundo comienza a tomar conciencia que una pandemia nos hace más iguales.
- En el horizonte se ven nuevos liderazgos. Los ciudadanos post COVID-19 considerarán elegir líderes responsables que no desafíen al conocimiento científico ni a las tecnologías. Liderazgos como el de la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern que apostó a eliminar la curva y no por aplanarla serán los más demandados. Esto no es casualidad, porque los países más exitosos en el manejo de la pandemia son gobernados por mujeres: Tsai Ing – Taiwán, Angela Merkel – Alemania y Katrín Jakobsdóttir – Islandia.