



La carrera del director, productor y guionista de cine británico, Ridley Scott, está llena de éxitos, como Alien (1979) y Gladiator (2000). Sin embargo, su trabajo también está marcado por un episodio que redefinió su relación con la crítica cinematográfica y puso a prueba su resiliencia.
En 1982, tras el estreno de Blade Runner, Pauline Kael, periodista del prestigioso The New Yorker, dedicó cuatro páginas a desmantelar su película, calificándola de “desagradable”. La reseña impactó a Scott, quien moldeó su perspectiva ante la crítica, compartió el director de ahora 87 años en una reciente entrevista en The Hollywood Reporter.
A pesar del golpe emocional, ese episodio lo llevó a desarrollar una piel más gruesa y a confiar más en su visión artística, incluso cuando esta no fuera aceptada de inmediato por muchos. Aunque Blade Runner fue un fracaso comercial en su estreno y polarizó a las y los críticos de esos tiempos, hoy es considerada una obra maestra del cine de ciencia ficción.
La reseña de Kael parecía reflejar un consenso en el gremio de críticos de cine de aquel momento, en el que muchos no simpatizaron con el arte del director. Sin embargo, Scott optó por usar el dolor de la crítica como un motor creativo, aunque estaba dispuesto a no continuar leyendo más reseñas que le hicieran dudar de su trabajo y en lugar de abandonar su estilo visual distintivo, lo perfeccionó.
La resiliencia de Scott también se manifestó en su capacidad para aceptar el rechazo como parte del proceso artístico. “Aprendí que no se puede complacer a todo el mundo, y no deberías intentarlo. Lo más importante es ser fiel a tu visión,” dijo en la misma entrevista.
Su filosofía lo llevó a dirigir proyectos tan diversos como el épico Gladiator, que ganó cinco premios Oscar, incluyendo Mejor Película, y el thriller de ciencia ficción The Martian (2015), que le valió nominaciones a los premios de la Academia.
Hoy, Blade Runner no solo ha alcanzado el estatus de culto, sino que ha influido en generaciones de cineastas y en la cultura pop global. Así, la crítica, se convirtió en una oportunidad para reafirmar el compromiso con una visión personal y convertir los fracasos en trampolines.