La dura realidad para el emprendedor: la idea vale cero

¡Qué onda, lector! ¿Cómo andas?  Mi nombre es Javier Velásquez (“Javi”) y junto con Juan Pablo Zorrilla (“Zorro”) hace algunos años fundé Resuelve.mx. El propósito de esta columna mensual es platicarles historias (buenas, malas y de terror) de nuestra montaña rusa siendo emprendedores.

De una vez les advierto que soy medio mal hablado y voy a usar groserías y mucho sarcasmo (hasta donde Emprendedor.com me lo permita…). Espero que el producto final termine casi sin censura. También se me dan mucho los apodos, para que se los vayan aprendiendo asumiendo que se conviertan en lectores periódicos de mi columna y que no me la cancelen. De vez en cuando buscaré un alma perdida emprendedora que nos platique sobre algún tema que crea relevante, esperando que su anécdota sea mejor que las nuestras y, sobre todo, que sea más constructiva.

Ojalá y nuestros aciertos, pero más aún nuestras metidas de pata, les ayuden a tomar mejores decisiones si van a emprender. Se los dice alguien que junto con su socio no se ha cansado de regarla. Aun así y de todo corazón para quienes están pensando comenzar, ¡anímense! ¡el jacuzzi está calientito! Esperamos, más que asustarlos, pintarles una visión completa y real de las cosas buenas y malas de arrancar un negocio en México o “África Latina”, como “Chava”, mi antiguo profesor de la carrera lo llamaba.

Ahora sí, arrancamos con un poquito de contexto (poquito para que no crean que me estoy dejando ir con la autopromoción). Resuelve es una empresa Fintech en la que nos dedicamos a la reestructura de crédito al consumo y soluciones contables digitales para Pymes. En 9 años hemos crecido a 1,200 colaboradores en México, Colombia y Argentina. Tenemos 50,000 clientes activos y hemos reestructurado más de 1,000 millones de pesos de deudas de nuestros clientes. En pocas palabras, si tienes “pedos” de deuda o de contabilidad con tu negocio, nosotros te echamos la mano. Si quieren conocer más se pueden meter a la página.

Zorro y yo fundamos Resuelve en septiembre de 2009, saliendo de nuestro MBA en la Universidad de Stanford. Si creen que les estoy presumiendo que fui a Stanford, están en lo correcto, pero les aseguro no es por las razones que se imaginan. Es para que cuando en futuras columnas piensen “qué wey está este tipo”, se acuerden de que no estoy tan wey.

Yo me fui de maestría con la idea de graduarme y conseguir una super chamba en la industria financiera de Estados Unidos, específicamente Capital Privado. Ya me veía viviendo el sueño en Wall Street. ¡Estaba muy equivocado! Para mi mala (o buena) suerte, nuestra maestría coincidió con la crisis financiera, por lo que mis probabilidades de éxito para conseguir chamba en ese sector eran negativas.

Mi plan B era emprender (¡pues ya qué!). Antes del MBA, fui Banquero de Inversión. ¡El peor trabajo del mundo y con algunas de las personas más arrogantes que existen! (si hay banqueros leyendo esta columna les recuerdo: los miles de millones de pesos que manejan, ¡NO SON SUYOS! ES DINERO DE ALGUIEN MÁS, jaja).

Mi ejemplo más cercano de un emprendedor era mi papá (apodado “Don Malo” por mis amigos de la infancia). Don Malo era un emprendedor muy tradicional que había tenido varios negocios pequeños: algunos buenos y otros regulares. Gracias a estos negocios nunca nos faltó nada y él tenía mucha flexibilidad con su tiempo. A mí me parecía que vivía a toda madre, sin excluir algunas épocas de vacas flacas en la casa cuando alguno de los negocios dejaba de ser bueno o regular.

Personalmente, no tenía ninguna idea particularmente innovadora y creía que arrancar un negocio grande era para gente con lana. A mí me esperaba una vida de banquerito wannabe con sueldo fijo y trepando la escalera corporativa. Siendo honesto, mi plan B se acercaba más a una excusa para que mis amigos casados (“Zorro”, “Abuelo” y “Chichili”) tuvieran permiso de sus esposas de ir a echar una chela y “platicar de negocios”, antes que a un intento muy serio por emprender algo. El único espíritu libre como yo en esos momentos era “Pantera”. Más adelante les platicaré de cada uno.

En esas “simulaciones” de lluvia de ideas de negocio exploramos muchas cosas diferentes. Todavía no arrancaba la avalancha de aplicaciones y soluciones móviles, porque apenas se había lanzado el primer iPhone (2007), así que nuestras ideas eran poco tecnológicas.

Idea número 7: Comprar ingenios azucareros en México para producir etanol. Esa se escuchaba muy a “energías renovables”. Sin embargo, en México los coches no usan etanol (a diferencia de países como Brasil) y el precio de la caña de azúcar lo fijaba el gobierno.

Idea número 33: Turismo médico en los estados norteños de México para pacientes de Estados Unidos. Esta me parece que ha agarrado algo de tracción últimamente, pero cuando lo analizamos estaba arrancando la guerra contra el narco, entonces dijimo “No”.

Idea número 108: Comida mexicana semi preparada “de verdad” para latinos en Estados Unidos. Lo malo es que los latinos de EE.UU. tienen gustos más parecidos a los gringos que a los nuestros. Ya están más pa’allá que pa’ acá (esto explica algo del porqué muchos paisanos votaron por Donald Trump).

Idea número 199: Red independiente de cajeros automáticos (no conocíamos el oligopolio bancario de México).

Idea número 226: Red de cafeterías con zonas específicas para niños chiquitos. Imagínense un Starbucks con una pecera donde metes a los chamacos para que las mamás los puedan vigilar mientras echan el chal.

¡Así de visionarios éramos!

Resuelve no fue producto de este proceso tan “sofisticado”. Entonces, ¿cómo se nos ocurrió? Debido a temas de espacio se los tendré que contar en la columna del próximo mes. También explicaré por qué el título: La Idea vale cero . Aunque sé que es bastante cliché y no le estoy enseñando el hilo negro a nadie, les daré mi opinión sobre este concepto.

Nos leemos el próximo mes, si tienen comentarios, preguntas, quejas y sugerencias, denme lata por Twitter. Me encuentran como @Javivelop .