



En la Ciudad de México, la gentrificación avanza en colonias tradicionales como Roma y Condesa, donde la creciente presión inmobiliaria choca con protestas vecinales. Especialistas de la UNAM advierten que este fenómeno se intensifica en la CDMX y genera desplazamientos que transforman el tejido social. Ante ello, emitieron una serie de recomendaciones y soluciones que podrían frenar este problema económico y social, según reporta Gaceta UNAM.
El investigador Vicente Moctezuma Mendoza lo describe como un proceso de transformación urbana regido por la lógica del mercado capitalista, donde la llegada de inquilinos con mayor poder adquisitivo expulsa a los habitantes originales hacia la periferia. Para el doctor en antropología social, la gentrificación depende de las desigualdades sociales, mismas que se reproducen y crean espacios excluyentes.
Las consecuencias más visibles de la gentrificación incluyen el aumento de rentas, la sustitución de pequeños comercios por grandes cadenas y la pérdida del acceso a bienes y servicios para quienes tienen ingresos limitados. En la vida cotidiana, esto significa que fondas y tiendas de barrio ceden su lugar a cafeterías y almacenes costosos.
La arquitecta Eftychia Danai Bournazou Marcou, profesora de la Facultad de Arquitectura, explica que el proceso inicia con inversiones públicas seguidas de capital privado, lo que eleva el valor del suelo y el costo de vida.
La mejora en infraestructura es aprovechada por el sector inmobiliario, que desarrolla nuevos proyectos y acelera el desplazamiento de los residentes originales, ya sea de forma rápida o gradual. Bournazou señala que esta dinámica se caracteriza por la subordinación del Estado a las necesidades del mercado, ejemplificada en la flexibilización de marcos legales para facilitar la expansión inmobiliaria.
Los expertos de la UNAM coinciden en que la gentrificación es global, pero existen ciudades que aplican controles. Moctezuma menciona casos como San Francisco, Nueva York y París, donde hay topes para incrementos de renta. Bournazou agrega ejemplos como Viena, que protege el acceso a vivienda, y Uruguay, donde las cooperativas fortalecen la vida comunitaria.
En Ciudad de México, las zonas de alto potencial urbano, por su ubicación estratégica, son especialmente vulnerables a esta presión. El resultado es una transformación social que, sin regulaciones adecuadas, amenaza la permanencia de comunidades enteras que han habitado estos barrios por décadas.
El investigador plantea que frenar la gentrificación en la CDMX requiere superar el afán de maximizar ganancias y adoptar una visión ética en la política urbana. Esto implica diseñar regulaciones y programas que protejan la identidad de los barrios y permitan la reproducción de su vida social.
“El Estado debería poner en el centro a las personas y no al mercado”, subraya Moctezuma Mendoza.
Por su parte, Bournazou propone impulsar la producción masiva de vivienda social propiedad del Estado para arrendar a la ciudadanía, así como fomentar cooperativas de vivienda. En este modelo, los inmuebles son de propiedad colectiva, lo que otorga mayor capacidad de resistencia frente a presiones inmobiliarias.
La arquitecta recuerda que Uruguay ha implementado con éxito este esquema y que en la capital mexicana existen iniciativas como el Bando Uno, que busca estabilizar rentas, proteger el arraigo comunitario y frenar la especulación, incorporando la participación ciudadana en la toma de decisiones.
El seminario ‘(Des) orden urbano y sectores populares’ de la UNAM, coordinado por Moctezuma Mendoza junto a otros académicos, continúa analizando estos procesos y generando propuestas. En un contexto donde el mercado dicta el rumbo de la ciudad, sus planteamientos abren el debate sobre cómo garantizar el derecho a la vivienda sin sacrificar la diversidad social de los barrios históricos.